14/04/2018, 11:33
—¡¡¡Ayame-chaaaaaaaaaan!!!
Aquel grito se clavó en sus tímpanos durante demasiado tiempo, antes de que el cuerpo de Datsue terminara de estrellarse contra el suelo. Ayame se llevó una mano a los labios, horrorizada. Pensaba que el Uchiha, como ella, tendría algún modo de evitar aquel destino fatal. Durante un instante se arrepintió profundamente de haberse dejado llevar por su rencor...
Hasta que el Uchiha estalló en una boluta de humo y desapareció sin dejar rastro.
La kunoichi suspiró profundamente.
—Ya no sé ni por qué me sorprendo —farfulló entre dientes, arrojando con rabia los restos del cigarro al suelo.
Datsue había huido al ver que Ayame se acercaba peligrosamente a la realidad que con tanto esfuerzo intentaba ocultarle. ¿Por eso había cortado su hilo también? ¿Pero qué clase de loco psicópata era?
—Todos los Uchiha son iguales... —añadió para sí, con lágrimas en los ojos, antes de darse media vuelta y echar a andar. En aquellos instantes, su única preocupación era deshacerse de aquel amargo sabor que llenaba su paladar y de la contaminación que llenaba su cuerpo. Aquella humillación era algo de lo que nadie podía enterarse jamás.
Pero Ayame estaba decidida a no dejarse engañar de nuevo. Y menos por él.
En un principio, Datsue no le había parecido una mala persona. Pero ahora, para ella, no era más que un vil y rastrero tanuki que mentía más que hablaba. Y lo peor era que, aunque ella no lo sabía, aquello no había terminado...
El tanuki aún le tenía preparadas un par de sorpresas más.
Aquel grito se clavó en sus tímpanos durante demasiado tiempo, antes de que el cuerpo de Datsue terminara de estrellarse contra el suelo. Ayame se llevó una mano a los labios, horrorizada. Pensaba que el Uchiha, como ella, tendría algún modo de evitar aquel destino fatal. Durante un instante se arrepintió profundamente de haberse dejado llevar por su rencor...
Hasta que el Uchiha estalló en una boluta de humo y desapareció sin dejar rastro.
La kunoichi suspiró profundamente.
—Ya no sé ni por qué me sorprendo —farfulló entre dientes, arrojando con rabia los restos del cigarro al suelo.
Datsue había huido al ver que Ayame se acercaba peligrosamente a la realidad que con tanto esfuerzo intentaba ocultarle. ¿Por eso había cortado su hilo también? ¿Pero qué clase de loco psicópata era?
—Todos los Uchiha son iguales... —añadió para sí, con lágrimas en los ojos, antes de darse media vuelta y echar a andar. En aquellos instantes, su única preocupación era deshacerse de aquel amargo sabor que llenaba su paladar y de la contaminación que llenaba su cuerpo. Aquella humillación era algo de lo que nadie podía enterarse jamás.
Pero Ayame estaba decidida a no dejarse engañar de nuevo. Y menos por él.
En un principio, Datsue no le había parecido una mala persona. Pero ahora, para ella, no era más que un vil y rastrero tanuki que mentía más que hablaba. Y lo peor era que, aunque ella no lo sabía, aquello no había terminado...
El tanuki aún le tenía preparadas un par de sorpresas más.