14/04/2018, 12:22
Daruu movió los dedos de la mano derecha, y sus párpados se cerraron un poco más, en una especie de parpadeo sin abrirlos. Fue consciente del foco de luz blanca, aunque aún no lo había visto, porque ya sin abrir los ojos le escocían, le quemaban.
¿En qué día estaban? Aquella pesadilla había sido horrible. Se palpó los ojos, como si temiera todavía que de los hubiera arrancado aquella mujer.
Cuando pudo reunir la consciencia suficiente como para abrir los ojos y recordar a su madre llorando a su lado en la pastelería, y comprobó que se encontraba en una habitación de hospital, empezó a sospechar que no se trataba de una pesadilla. Pero entonces...
Daruu giró el rostro y se miró al espejo. Dos ojos de color púrpura le devolvieron la mirada. Entrecerró los párpados y se concentró en la imagen...
—No... ¡Nooooooo! —Trató de moverse, pero la anestesia aún se lo impedía. Una enfermera de guardia que estaba sentada en un sofá al fondo de la habitación se asustó y se levantó de golpe—. ¿¡Dónde está mi madre!? ¿¡Dónde!?
La enfermera, haciéndole caso omiso, salió corriendo de la habitación. Daruu, derrotado, dejó caer la cabeza sobre la almohada y suspiró.
«No me digas que...»
Empezó a respirar rápido, agitado. Negó con la cabeza a alguien que no estaba allí. Pronunció murmullos incomprensibles, pero llenos de rabia.
Otra persona entró en la habitación. Pero no era su madre.
¿En qué día estaban? Aquella pesadilla había sido horrible. Se palpó los ojos, como si temiera todavía que de los hubiera arrancado aquella mujer.
Cuando pudo reunir la consciencia suficiente como para abrir los ojos y recordar a su madre llorando a su lado en la pastelería, y comprobó que se encontraba en una habitación de hospital, empezó a sospechar que no se trataba de una pesadilla. Pero entonces...
Daruu giró el rostro y se miró al espejo. Dos ojos de color púrpura le devolvieron la mirada. Entrecerró los párpados y se concentró en la imagen...
—No... ¡Nooooooo! —Trató de moverse, pero la anestesia aún se lo impedía. Una enfermera de guardia que estaba sentada en un sofá al fondo de la habitación se asustó y se levantó de golpe—. ¿¡Dónde está mi madre!? ¿¡Dónde!?
La enfermera, haciéndole caso omiso, salió corriendo de la habitación. Daruu, derrotado, dejó caer la cabeza sobre la almohada y suspiró.
«No me digas que...»
Empezó a respirar rápido, agitado. Negó con la cabeza a alguien que no estaba allí. Pronunció murmullos incomprensibles, pero llenos de rabia.
Otra persona entró en la habitación. Pero no era su madre.