15/04/2018, 15:22
Sentada sobre la cama, abrazándose las rodillas y con la cabeza escondida entre ellas. Así había pasado los últimos días, sólo moviéndose de posición para ir al cuarto de baño o tumbarse en la cama para intentar dormir, y no parecía mostrar ninguna predisposición a cambiar aquella situación. Sobre la mesita de la habitación, una bandeja repleta de comida ya fría, pero aún sin tocar; igual que había ocurrido con la anterior, y con la anterior... Y aquella no era más que una de las mútliples razones por las que presentaba aquel lamentable aspecto, con los ojos hinchados y oscuras ojeras delineándolos. Incluso su cuerpo parecía más frágil que nunca.
Ella no había estado consciente cuando Daruu sufrió aquel terrible destino, pero su cruel cerebro se encargó de dibujar las escenas y recrearlas en su mente una y otra vez, en las pocas veces que había conseguido pegar ojo. En sus sueños, perdía de nuevo el control y arremetía contra Daruu, para arrancarle los ojos, o contra cualquier miembro de su familia o amigos. Ni siquiera cuando Zetsuo disolvió la eterna vigilancia a la que la habían sometido y le había comunicado la verdad acerca de lo que pasó con Daruu mejoró su situación.
Porque no le creyó.
En aquellos instantes, no era más que un lirio mustio.
Tres tímidos golpes resonaron en la puerta de su habitación, pero Ayame ni siquiera se movió de su posición.
Sería la enfermera, para llevarse la bandeja de comida, supuso. Quizás su padre, para reñirla de nuevo por no haber probado bocado. O quizás su hermano, con su gélido silencio. Fuera como fuese, todo le daba igual en aquellos instantes, y sabía que la persona que estaba al otro lado de la puerta entraría con su permiso o sin él.
No se equivocó.
No levantó la cabeza pero escuchó los pasos conteniendo la respiración. Quienquiera que fuese arrastraba algo por el suelo. Y entonces...
—¿Ayame-chan?
La voz de Daruu fue como un rayo de luz en aquellas tinieblas en las que se había sumergido. El corazón de Ayame se olvidó de latir durante un instante, pero antes de que pudiera reaccionar sintió que el chico se abalanzaba sobre ella y la estrechaba con fuerza.
—Ay, por favor, dame un abrazo, lo necesito...
—D... ¿Daruu-kun...? —preguntó, y su voz sonó rota y extraña en sus oídos, después de varios días sin utilizarla. Pero no había duda de que era él. Su olor, reconfortante como nada en el mundo, la envolvió, y Ayame levantó sus temblorosos brazos, y le devolvió el abrazo como buenamente pudo. Sus ojos no tardaron en inundarse de lágrimas—. Lo siento... Lo siento... Lo siento... —sollozó.
Ella no había estado consciente cuando Daruu sufrió aquel terrible destino, pero su cruel cerebro se encargó de dibujar las escenas y recrearlas en su mente una y otra vez, en las pocas veces que había conseguido pegar ojo. En sus sueños, perdía de nuevo el control y arremetía contra Daruu, para arrancarle los ojos, o contra cualquier miembro de su familia o amigos. Ni siquiera cuando Zetsuo disolvió la eterna vigilancia a la que la habían sometido y le había comunicado la verdad acerca de lo que pasó con Daruu mejoró su situación.
Porque no le creyó.
En aquellos instantes, no era más que un lirio mustio.
Tres tímidos golpes resonaron en la puerta de su habitación, pero Ayame ni siquiera se movió de su posición.
Sería la enfermera, para llevarse la bandeja de comida, supuso. Quizás su padre, para reñirla de nuevo por no haber probado bocado. O quizás su hermano, con su gélido silencio. Fuera como fuese, todo le daba igual en aquellos instantes, y sabía que la persona que estaba al otro lado de la puerta entraría con su permiso o sin él.
No se equivocó.
No levantó la cabeza pero escuchó los pasos conteniendo la respiración. Quienquiera que fuese arrastraba algo por el suelo. Y entonces...
—¿Ayame-chan?
La voz de Daruu fue como un rayo de luz en aquellas tinieblas en las que se había sumergido. El corazón de Ayame se olvidó de latir durante un instante, pero antes de que pudiera reaccionar sintió que el chico se abalanzaba sobre ella y la estrechaba con fuerza.
—Ay, por favor, dame un abrazo, lo necesito...
—D... ¿Daruu-kun...? —preguntó, y su voz sonó rota y extraña en sus oídos, después de varios días sin utilizarla. Pero no había duda de que era él. Su olor, reconfortante como nada en el mundo, la envolvió, y Ayame levantó sus temblorosos brazos, y le devolvió el abrazo como buenamente pudo. Sus ojos no tardaron en inundarse de lágrimas—. Lo siento... Lo siento... Lo siento... —sollozó.