15/04/2018, 17:19
Él la apretó con fuerza como si ambos muchachos quisieran fundirse en uno solo, casi asfixiándola, pero a ella no le importó. Al igual que él, sollozaba con fuerza, desahogando toda los sentimientos negativos de aquellos últimos días.
—Chss, chss. Ya está. Tú no has hecho nada, cariño —le decía al oído, y durante un instante no pudo evitar preguntarse si aquello no sería un sueño más. Si su cerebro no se habría compadecido de ella y le estaba dando una breve tregua—. Tú no has hecho nada. No fuiste tú. No has sido tú. Relájate. Ya está todo bien, ya está todo bien.
Ella se mordió el labio inferior, y entonces él se separó de ella.
Y Ayame se quedó congelada en el sitio cuando no encontró sus ojos perlados, sino unos violeta y vibrantes que ya había visto en otro sitio. Él sonrió, pero la sonrisa tembló en sus labios tensos como la cuerda de un arco, y no tardó en apartar la mirada de ella.
«No... no puede ser... esos ojos... son...»
—Los clanes son una puta mierda, Ayame —murmuró el muchacho—. Primero, los Kajitsu. Ahora, los traficantes de Kekkei Genkai. Estoy harto. Todo el mundo sobrevalora las líneas de sangre. ¿Quieres saber lo que opino sobre mis antiguos ojos? Ojalá se le pudran a aquella furcia en la mano.
Aquellas últimas palabras cayeron sobre su mente como un pesado martillo. Confundida y aturdida, Ayame se tambaleó ligeramente y hubo de apoyar la mano en el colchón para no desvanecerse.
«Entonces...»
—Espero que puedas seguir queríendome así —añadió, mirándola de nuevo con aquellos ojos llenos de energía—. Espero que te siga gustando.
Ella se mordió el labio inferior, aún preguntándose cuánto tardaría en acostumbrarse a la nueva mirada de Daruu, pero negó enérgicamente con la cabeza.
—¡No me gustabas por tus ojos! —exclamó, más alto de lo que había pretendido. Pero entonces se dio cuenta del doble sentido que se le podía sacar a esas palabras y se apresuró a agitar las manos en el aire—. Quiero decir... me gustaban tus ojos... pero... ¡pero no es lo único que me gusta de ti! ¡Yo...! Yo te quiero tal y como eres... Porque eres Daruu-kun...
Hundió los hombros, abatida. Y en aquella ocasión fue ella la que desvió la mirada.
—Entonces... ¿era verdad...? ¿No fui yo...? ¿No lo decís para... no hacerme sentir mal...?
—Chss, chss. Ya está. Tú no has hecho nada, cariño —le decía al oído, y durante un instante no pudo evitar preguntarse si aquello no sería un sueño más. Si su cerebro no se habría compadecido de ella y le estaba dando una breve tregua—. Tú no has hecho nada. No fuiste tú. No has sido tú. Relájate. Ya está todo bien, ya está todo bien.
Ella se mordió el labio inferior, y entonces él se separó de ella.
Y Ayame se quedó congelada en el sitio cuando no encontró sus ojos perlados, sino unos violeta y vibrantes que ya había visto en otro sitio. Él sonrió, pero la sonrisa tembló en sus labios tensos como la cuerda de un arco, y no tardó en apartar la mirada de ella.
«No... no puede ser... esos ojos... son...»
—Los clanes son una puta mierda, Ayame —murmuró el muchacho—. Primero, los Kajitsu. Ahora, los traficantes de Kekkei Genkai. Estoy harto. Todo el mundo sobrevalora las líneas de sangre. ¿Quieres saber lo que opino sobre mis antiguos ojos? Ojalá se le pudran a aquella furcia en la mano.
Aquellas últimas palabras cayeron sobre su mente como un pesado martillo. Confundida y aturdida, Ayame se tambaleó ligeramente y hubo de apoyar la mano en el colchón para no desvanecerse.
«Entonces...»
—Espero que puedas seguir queríendome así —añadió, mirándola de nuevo con aquellos ojos llenos de energía—. Espero que te siga gustando.
Ella se mordió el labio inferior, aún preguntándose cuánto tardaría en acostumbrarse a la nueva mirada de Daruu, pero negó enérgicamente con la cabeza.
—¡No me gustabas por tus ojos! —exclamó, más alto de lo que había pretendido. Pero entonces se dio cuenta del doble sentido que se le podía sacar a esas palabras y se apresuró a agitar las manos en el aire—. Quiero decir... me gustaban tus ojos... pero... ¡pero no es lo único que me gusta de ti! ¡Yo...! Yo te quiero tal y como eres... Porque eres Daruu-kun...
Hundió los hombros, abatida. Y en aquella ocasión fue ella la que desvió la mirada.
—Entonces... ¿era verdad...? ¿No fui yo...? ¿No lo decís para... no hacerme sentir mal...?