15/04/2018, 18:19
Y allí, en el climax de aquel enfrentamiento; la realidad les golpeó de lleno auspiciada por un fuerte temblor. A los muchachos no les quedó de otra que cortar por la tangente y empezar a preocuparse más por abandonar aquella cueva, en víspera de caerse en pedazos, que de patear el culo del otro.
Daruu se disculpó.
—No, por favor, perdóname tú. Ahora...
—¡¡CORREMOS!!
—¡¡NO ME LO PIDAS DOS VECES!!
Una maniobra evasiva y en apenas unos segundos, ambos se encontraban corriendo por sus vidas. Con sus mochilas rebotando a sus espaldas mientras las rocas que se iban precipitando amenazaban con aplastarlos como a una sandía. Corrieron y corrieron como nunca antes, y de no ser por el último esfuerzo en la recta final habrían sucumbido ante el derrumbe causado por ellos y sólo por ellos.
Entre polvo y nieve, los genin de Amegakure quedaron encerrados. Para siempre.
¿O... no?
—Espera. ¿Hibagon?
—¿Qué dijiste?
Kaido no podía verlo. Pero Daruu sí. Detrás de aquel muro contentivo, se encontraba la bestia que les había encomendado a ambos en aquella travesía. El Yeti del momento. La sensación de Yukio.
El inconfundible Hibagon, atizándoles con aquellas frases terriblemente compuestas y con la suspicacia de un mosquito. Pero se trataba de él, y Kaido no podía estar más feliz.
—¡Hibagon! ¡¿Cómo que qué hacer aquí? hemos venido a salvarte! —admitió sin ningún tipo de tapujo, luego se acercó hasta las rocas y trató de hablar a través de ellas—. escúchame, luego lo hablamos con más calma, pero tienes que sacarnos de aquí. ¿Puedes, verdad?
Esperaba que así fuera.
Daruu se disculpó.
—No, por favor, perdóname tú. Ahora...
—¡¡CORREMOS!!
—¡¡NO ME LO PIDAS DOS VECES!!
Una maniobra evasiva y en apenas unos segundos, ambos se encontraban corriendo por sus vidas. Con sus mochilas rebotando a sus espaldas mientras las rocas que se iban precipitando amenazaban con aplastarlos como a una sandía. Corrieron y corrieron como nunca antes, y de no ser por el último esfuerzo en la recta final habrían sucumbido ante el derrumbe causado por ellos y sólo por ellos.
Entre polvo y nieve, los genin de Amegakure quedaron encerrados. Para siempre.
¿O... no?
—Espera. ¿Hibagon?
—¿Qué dijiste?
Kaido no podía verlo. Pero Daruu sí. Detrás de aquel muro contentivo, se encontraba la bestia que les había encomendado a ambos en aquella travesía. El Yeti del momento. La sensación de Yukio.
El inconfundible Hibagon, atizándoles con aquellas frases terriblemente compuestas y con la suspicacia de un mosquito. Pero se trataba de él, y Kaido no podía estar más feliz.
—¡Hibagon! ¡¿Cómo que qué hacer aquí? hemos venido a salvarte! —admitió sin ningún tipo de tapujo, luego se acercó hasta las rocas y trató de hablar a través de ellas—. escúchame, luego lo hablamos con más calma, pero tienes que sacarnos de aquí. ¿Puedes, verdad?
Esperaba que así fuera.