16/04/2018, 10:39
(Última modificación: 16/04/2018, 10:42 por Amedama Daruu.)
Ayame se apresuró e intentó levantarse para ayudar a Kiroe, pero terminó por caer ella también. Daruu, que no sabía hacia qué sitio dirigirse, se quedó clavado en el sitio, blanco como la leche.
—¡Estáos quietas que no hacéis nada más que caeros y no sé cómo puedo sujetaros a las dooooos!
Ya estaban los tres sentados, Kiroe y Daruu en una silla, Ayame en su camilla. Los tres miraban al suelo con cara de circunstancias. Una enfermera acababa de reprenderles por comportamiento imprudente, y habían tenido que suplicarle para que les dejaran estar en la misma habitación, porque a Daruu y a Kiroe querían devolverles a las suyas.
—Bueno... así que las cosas son así ahora, ¿eh?
—No pasa nada, cariño. De verdad, saldremos adelante.
—¿Por qué tuviste que hacerlo?
—Porque te quiero. Ya te lo he dicho. Yo... —hizo el gesto de mirarse las manos, inútil porque ya no sería capaz de verlas—. No sé por qué lo hice, ¿vale? No lo sé, Daruucín, cariño. No lo sé. Pero sí sé que no me arrepiento.
Daruu bajó la vista, incómodo.
—Pero tendrás que dejar la Pastelería de...
Kiroe rio, echando una sana carcajada.
—¡Eso sería rendirme! ¡Me estás subestimando, Daruucín! —dijo la mujer, ante el asombro de los dos genin.
—¿Pero cómo vas a cocinar pasteles y atender a los clientes así, mamá? ¡Te quemarás con el horno, te tropezarás con las mesas, las sillas y la gente! ¡No es tan sencillo!
—De momento, la ciega soy yo. Así que solo yo puedo hablar de si es sencillo o no. De momento sólo me he chocado con el armario de Ayame y porque se me ha olvidado el bastón. Además —dijo Kiroe, bajando la voz—, ¿Creéis que soy una inútil, o qué? ¡Soy una jounin de Amegakure! ¡El Ninjutsu no sirve sólo para tirar chorros de agua por la boca!
—Una jounin retirada hace mucho tiempo. ¡Y...!
Kiroe acercó su silla a ellos dos.
—Chicos, la Pastelería de Kiroe-chan fue una tapadera durante unos cuantos años.
—¿Qué...?
—¿Verdad de que en la cafetería te enteras de muchos... datos indiscretos, Daruu-kun? —dijo—. Exacto. Todo este tiempo. Lo que pasa es que... Bueno, me enganché. Quiero decir, me encanta el sitio. Y me ha dejado criarte, hijo. Ha hecho que no haya tenido que salir fuera de la aldea a hacer misiones y dejarte sólo. ¿Qué más se puede pedir...?
—Pero ahora... tendrá que ce...
—Sólo por un tiempo. Déjame aprender a desenvolverme. Lo digo en serio. Y si no, contrataremos a alguien.
—¡Nadie puede saber la receta de los bollitos de vainilla, mamá! —exclamó Daruu, indignado—. Yo... dejaré de ser ninja y... me ocuparé de la Pastelería. No dejaré que se muera lo que has construído. Yo...
Kiroe apoyó la mano en el hombro de Daruu y dijo:
—Mira a los ojos a esa muchacha y piensa en las aventuras que habéis tenido como ninjas. Ahora mismo, es normal que estés centrado en lo malo, pero mírala, y piensa en ella, y en Kori, y piensa el tiempo que habéis pasado juntos. Piensa en que si te haces más fuerte, podrás protegerlos, a ellos, a ti mismo, e incluso a mí y a mi estúpida Pastelería.
»Y ahora dime, ¿dejarás de ser ninja?
Daruu miró a Ayame a los ojos. Los suyos le brillaron y temblaron, y bajó la mirada a sus rodillas.
—No. No quiero... Pero tú...
—Sigo viva, y con ganas de vivir. Me-las-apa-ñaré —repitió—. Y nadie tiene por qué saber lo de los bollitos. Me has estado ayudando más de diez años en la Pastelería. ¿Me váis a dejar de ayudar ahora? Ayame-chan también sabe hacerlos. ¡Si algún día me hace falta, os pido ayuda!
Daruu rio, y lloró. Y era la primera vez desde que había despertado que las lágrimas no eran sólo de tristeza, sino de alivio.
La vida le había quitado los ojos a su madre. Pero no le habían quitado a su madre.
—¡Estáos quietas que no hacéis nada más que caeros y no sé cómo puedo sujetaros a las dooooos!
· · ·
Ya estaban los tres sentados, Kiroe y Daruu en una silla, Ayame en su camilla. Los tres miraban al suelo con cara de circunstancias. Una enfermera acababa de reprenderles por comportamiento imprudente, y habían tenido que suplicarle para que les dejaran estar en la misma habitación, porque a Daruu y a Kiroe querían devolverles a las suyas.
—Bueno... así que las cosas son así ahora, ¿eh?
—No pasa nada, cariño. De verdad, saldremos adelante.
—¿Por qué tuviste que hacerlo?
—Porque te quiero. Ya te lo he dicho. Yo... —hizo el gesto de mirarse las manos, inútil porque ya no sería capaz de verlas—. No sé por qué lo hice, ¿vale? No lo sé, Daruucín, cariño. No lo sé. Pero sí sé que no me arrepiento.
Daruu bajó la vista, incómodo.
—Pero tendrás que dejar la Pastelería de...
Kiroe rio, echando una sana carcajada.
—¡Eso sería rendirme! ¡Me estás subestimando, Daruucín! —dijo la mujer, ante el asombro de los dos genin.
—¿Pero cómo vas a cocinar pasteles y atender a los clientes así, mamá? ¡Te quemarás con el horno, te tropezarás con las mesas, las sillas y la gente! ¡No es tan sencillo!
—De momento, la ciega soy yo. Así que solo yo puedo hablar de si es sencillo o no. De momento sólo me he chocado con el armario de Ayame y porque se me ha olvidado el bastón. Además —dijo Kiroe, bajando la voz—, ¿Creéis que soy una inútil, o qué? ¡Soy una jounin de Amegakure! ¡El Ninjutsu no sirve sólo para tirar chorros de agua por la boca!
—Una jounin retirada hace mucho tiempo. ¡Y...!
Kiroe acercó su silla a ellos dos.
—Chicos, la Pastelería de Kiroe-chan fue una tapadera durante unos cuantos años.
—¿Qué...?
—¿Verdad de que en la cafetería te enteras de muchos... datos indiscretos, Daruu-kun? —dijo—. Exacto. Todo este tiempo. Lo que pasa es que... Bueno, me enganché. Quiero decir, me encanta el sitio. Y me ha dejado criarte, hijo. Ha hecho que no haya tenido que salir fuera de la aldea a hacer misiones y dejarte sólo. ¿Qué más se puede pedir...?
—Pero ahora... tendrá que ce...
—Sólo por un tiempo. Déjame aprender a desenvolverme. Lo digo en serio. Y si no, contrataremos a alguien.
—¡Nadie puede saber la receta de los bollitos de vainilla, mamá! —exclamó Daruu, indignado—. Yo... dejaré de ser ninja y... me ocuparé de la Pastelería. No dejaré que se muera lo que has construído. Yo...
Kiroe apoyó la mano en el hombro de Daruu y dijo:
—Mira a los ojos a esa muchacha y piensa en las aventuras que habéis tenido como ninjas. Ahora mismo, es normal que estés centrado en lo malo, pero mírala, y piensa en ella, y en Kori, y piensa el tiempo que habéis pasado juntos. Piensa en que si te haces más fuerte, podrás protegerlos, a ellos, a ti mismo, e incluso a mí y a mi estúpida Pastelería.
»Y ahora dime, ¿dejarás de ser ninja?
Daruu miró a Ayame a los ojos. Los suyos le brillaron y temblaron, y bajó la mirada a sus rodillas.
—No. No quiero... Pero tú...
—Sigo viva, y con ganas de vivir. Me-las-apa-ñaré —repitió—. Y nadie tiene por qué saber lo de los bollitos. Me has estado ayudando más de diez años en la Pastelería. ¿Me váis a dejar de ayudar ahora? Ayame-chan también sabe hacerlos. ¡Si algún día me hace falta, os pido ayuda!
Daruu rio, y lloró. Y era la primera vez desde que había despertado que las lágrimas no eran sólo de tristeza, sino de alivio.
La vida le había quitado los ojos a su madre. Pero no le habían quitado a su madre.