16/04/2018, 23:12
(Última modificación: 16/04/2018, 23:13 por Amedama Daruu.)
Daruu le dio otro enorme mordisco a su bocata de lomo con patatas, pimientos y mayonesa.
—¡Bien hecho! ¡No han sospechado nada de nada! —dijo Kiroe.
Su hijo rio, y terminó de tragar el pedazo.
—En serio, mamá. Cualquier ayuda que necesites, sólo tienes que pedirla. —Daruu extendió la mano y acarició a su madre en el brazo—. Sé que sientes que no te debo nada, pero esto que has hecho por mi... No puedes pedirme que no me sienta en deuda contigo.
Su madre se mantuvo en silencio un momento, y luego respondió:
—Lo tendré en cuenta, Daruu-kun. —Se recostó en la silla, dejando su propio bocadillo un momento en el plato—. ¿Sabes, hijo? La vida de un ninja es muy dura. He visto a compañeros caer en el campo de batalla, y a otros quedarse en silla de ruedas de por vida. Perder brazos, piernas... todo eso es algo normal. Sobretodo en tiempos de guerra.
Daruu tragó saliva. Sí, últimamente estaba viendo bastante de ese mundo ninja real. Y no dejaba de tener la sensación de que había escogido el peor oficio posible. ¿Pero qué habría hecho si no? Había nacido en una aldea ninja, con familia que había sido ninja, rodeado de otras muchas personas que también era ninjas. Y cada vez que utilizaba una nueva técnica... ¿Pero cuál era el coste del ocasional subidón de adrenalina?
En el fondo, él sabía que si lo dejaba lo echaría de menos. Como la cocina, no podría dejarlo completamente del todo.
—Mi plan ahora es reposar y descansar, hacer las paces con mi cabeza, aceptar esto, superarlo, y buscar una manera de poder seguir haciendo casi todo lo que me gusta. Incluso llevar la Pastelería de Kiroe-chan. Mira, Daruu-kun, aunque tenga que cerrarla temporalmente, volveré. No lo dudes. Me quedan muchos años y muchos conocimientos sobre Ninjutsu que desperdiciar en el único propósito de poder manejarme entre fogones.
—No entiendo cómo puedes estar tan animada... —dijo Daruu, apoyando los codos en la mesa y sujetándose la nuca, abatido.
—Hoy vas a aprender la lección que yo aprendí cuando tu padre murió, Daruu.
El muchacho levantó la vista.
—Cuando te pasa algo así, normalmente te hundes en la miseria —dijo—. No quieres vivir más y te centras en pensar en cómo hubieran sido las cosas si no hubieras hecho esto, si no hubieras dicho lo otro. Si no hubieras estado en la Playa de Amenokami dicho día, ¿por ejemplo?
Daruu apretó los dientes, inquieto.
—Pasarán los días y cuando dirijas tu pensamiento hacia aceptar que ya ha pasado y que sí o sí vas a tener que vivir con las consecuencias, sufrirás bastante menos que imaginando situaciones imposibles que ya no podrán ser.
Daruu dejó escapar una risa en forma de suspiro.
—Resulta tan fácil decirlo...
—Lo sé, lo sé... Pero es algo que hay que vivir varias veces para asimi... ¡DARUU-KUN! ¡LA ENFERMERA!
Madre e hijo retiraron las sillas de golpe y se escurrieron debajo de la mesa con la agilidad y la energía que el bocadillo de lomo les había hecho recuperar... aunque Kiroe, por su puesto, se golpeó en la frente con el borde.
—Mamá, ¿eres consciente de que la enfermera ahora mismo está viendo dos goteros degustando bocatas de lomo?
—Chssst. ¡Cállate!
Las piernas de la enfermera pasaron a la barra del bar. Al cabo de medio minuto, volvieron a pasar de largo y salieron por donde habían venido.
—¿¡Pero cómo no nos ha visto!? ¡Me resulta casi ofensivo! ¡Está más ciega que...!
Kiroe rio.
—Mierda, lo siento.
—Yo pienso seguir bromeando sobre ello.
Habían pasado ya tres días desde la operación. Daruu miraba por la ventana de su cuarto, tumbado en su camilla, y se observaba la mano en contraste con el paisaje de torres ocultas bajo el manto de la lluvia. La abría y la cerraba. Hasta ahora no lo había considerado siquiera, porque estaba mucho más preocupado por su madre, pero lo cierto era que acababa de perder una herramienta tan útil, que quizás tardaría años en aprender a desenvolverse sin ella.
Hubo tres quedos toques en la puerta.
—¿Sí? —preguntó Daruu. ¿Sería la enfermera, con más gotas de colirio? ¿Ya era la hora de comer? ¿Vendría Zetsuo a dar un poco por culo?
—¡Bien hecho! ¡No han sospechado nada de nada! —dijo Kiroe.
Su hijo rio, y terminó de tragar el pedazo.
—En serio, mamá. Cualquier ayuda que necesites, sólo tienes que pedirla. —Daruu extendió la mano y acarició a su madre en el brazo—. Sé que sientes que no te debo nada, pero esto que has hecho por mi... No puedes pedirme que no me sienta en deuda contigo.
Su madre se mantuvo en silencio un momento, y luego respondió:
—Lo tendré en cuenta, Daruu-kun. —Se recostó en la silla, dejando su propio bocadillo un momento en el plato—. ¿Sabes, hijo? La vida de un ninja es muy dura. He visto a compañeros caer en el campo de batalla, y a otros quedarse en silla de ruedas de por vida. Perder brazos, piernas... todo eso es algo normal. Sobretodo en tiempos de guerra.
Daruu tragó saliva. Sí, últimamente estaba viendo bastante de ese mundo ninja real. Y no dejaba de tener la sensación de que había escogido el peor oficio posible. ¿Pero qué habría hecho si no? Había nacido en una aldea ninja, con familia que había sido ninja, rodeado de otras muchas personas que también era ninjas. Y cada vez que utilizaba una nueva técnica... ¿Pero cuál era el coste del ocasional subidón de adrenalina?
En el fondo, él sabía que si lo dejaba lo echaría de menos. Como la cocina, no podría dejarlo completamente del todo.
—Mi plan ahora es reposar y descansar, hacer las paces con mi cabeza, aceptar esto, superarlo, y buscar una manera de poder seguir haciendo casi todo lo que me gusta. Incluso llevar la Pastelería de Kiroe-chan. Mira, Daruu-kun, aunque tenga que cerrarla temporalmente, volveré. No lo dudes. Me quedan muchos años y muchos conocimientos sobre Ninjutsu que desperdiciar en el único propósito de poder manejarme entre fogones.
—No entiendo cómo puedes estar tan animada... —dijo Daruu, apoyando los codos en la mesa y sujetándose la nuca, abatido.
—Hoy vas a aprender la lección que yo aprendí cuando tu padre murió, Daruu.
El muchacho levantó la vista.
—Cuando te pasa algo así, normalmente te hundes en la miseria —dijo—. No quieres vivir más y te centras en pensar en cómo hubieran sido las cosas si no hubieras hecho esto, si no hubieras dicho lo otro. Si no hubieras estado en la Playa de Amenokami dicho día, ¿por ejemplo?
Daruu apretó los dientes, inquieto.
—Pasarán los días y cuando dirijas tu pensamiento hacia aceptar que ya ha pasado y que sí o sí vas a tener que vivir con las consecuencias, sufrirás bastante menos que imaginando situaciones imposibles que ya no podrán ser.
Daruu dejó escapar una risa en forma de suspiro.
—Resulta tan fácil decirlo...
—Lo sé, lo sé... Pero es algo que hay que vivir varias veces para asimi... ¡DARUU-KUN! ¡LA ENFERMERA!
Madre e hijo retiraron las sillas de golpe y se escurrieron debajo de la mesa con la agilidad y la energía que el bocadillo de lomo les había hecho recuperar... aunque Kiroe, por su puesto, se golpeó en la frente con el borde.
—Mamá, ¿eres consciente de que la enfermera ahora mismo está viendo dos goteros degustando bocatas de lomo?
—Chssst. ¡Cállate!
Las piernas de la enfermera pasaron a la barra del bar. Al cabo de medio minuto, volvieron a pasar de largo y salieron por donde habían venido.
—¿¡Pero cómo no nos ha visto!? ¡Me resulta casi ofensivo! ¡Está más ciega que...!
Kiroe rio.
—Mierda, lo siento.
—Yo pienso seguir bromeando sobre ello.
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Habían pasado ya tres días desde la operación. Daruu miraba por la ventana de su cuarto, tumbado en su camilla, y se observaba la mano en contraste con el paisaje de torres ocultas bajo el manto de la lluvia. La abría y la cerraba. Hasta ahora no lo había considerado siquiera, porque estaba mucho más preocupado por su madre, pero lo cierto era que acababa de perder una herramienta tan útil, que quizás tardaría años en aprender a desenvolverse sin ella.
Hubo tres quedos toques en la puerta.
—¿Sí? —preguntó Daruu. ¿Sería la enfermera, con más gotas de colirio? ¿Ya era la hora de comer? ¿Vendría Zetsuo a dar un poco por culo?
![[Imagen: K02XwLh.png]](https://i.imgur.com/K02XwLh.png)