17/04/2018, 12:58
—Y si nada, Ayame —espetó Daruu—. ¿Sabes lo que me dijo mi madre el otro día, recién operada? ¿Sabes lo que me dijo? Me dijo que no hay que pensar en cómo serían las cosas si no hubiera pasado algo, o centrarse en posibilidades que desconoces. Ha pasado lo que ha pasado, y ahora hay que mirar hacia adelante.
«Pero si no hubiéramos venido a la playa...» Completó el cerebro de Ayame; y, como si le hubiese leído la mente, Daruu negó con la cabeza.
—No puedo centrarme en una absurda venganza. Esa mujer lleva años haciendo lo mismo con muchas otras personas, seguro. Esa mujer intentó matar a la Arashikage... junto a mi padre —Sorteando a Zetsuo, Daruu se acercó a Ayame y se agachó junto a ella—. Ni uno sólo de los años que he vivido sin él me he detenido a pensar qué hubiera pasado si hubiera estado con nosotros o qué pasó en realidad. Porque mi vida no era de él. Naia no forma parte de mi vida. Sólo es una criminal más en este mundo de mierda. El tiempo la pondrá en su sitio.
«Pero, hasta entonces, muchas más personas conocerán la salvaje crueldad de sus manos de harpía...»
—En Amegakure tengo una madre que cuidar, una cafetería que preservar y un ninja que ahora debe entrenar para volver a estar a la altura de su compañera y su sensei —añadió—. Y tú tienes a una mujer que te considera su segunda hija a la que le prometiste enseñar una técnica que le ayudaría a tener mucha más calidad de vida.
—La eco...localización... —susurró débilmente.
Daruu, ya reincorporado, volvía a tenderle la mano.
—Se lo prometiste, Ayame —repitió—. Si mueres en una estúpida cruzada, jamás podrás cumplir esa promesa. Ni... tampoco esa otra promesa. La que me contaste cuando peleamos aquí.
«¿La otra promesa...?» Repitió en su fuero interno, mirando a su padre con disimulo, por debajo de las pestañas. Y volvió a sentir el escozor de las lágrimas al rememorar lo que acababa de pasar y su derrota a manos de Daruu en aquel mismo lugar.
—Esa ya es caso perdido... —susurró para sí misma.
Pero Daruu entrecruzó su mirada violeta con los ojos marrones de Ayame.
—Nuestra vida sigue. Vamos a vivirla.
Tras un breve titubeo, Ayame alzó la mano y la cerró con suavidad en torno a la de Daruu. Junto a ella, Zetsuo volvió a suspirar.
—Lo... siento... —sollozó, rota por dentro—. Yo... sólo...
—Sólo eres una cría inconsciente —completó el médico con sequedad, agachándose para tomar el Libro Bingo y guardarlo en uno de los bolsillos de su bata—. ¡Al menos intenta hacer caso de lo que te dicen los demás, joder!
«Pero si no hubiéramos venido a la playa...» Completó el cerebro de Ayame; y, como si le hubiese leído la mente, Daruu negó con la cabeza.
—No puedo centrarme en una absurda venganza. Esa mujer lleva años haciendo lo mismo con muchas otras personas, seguro. Esa mujer intentó matar a la Arashikage... junto a mi padre —Sorteando a Zetsuo, Daruu se acercó a Ayame y se agachó junto a ella—. Ni uno sólo de los años que he vivido sin él me he detenido a pensar qué hubiera pasado si hubiera estado con nosotros o qué pasó en realidad. Porque mi vida no era de él. Naia no forma parte de mi vida. Sólo es una criminal más en este mundo de mierda. El tiempo la pondrá en su sitio.
«Pero, hasta entonces, muchas más personas conocerán la salvaje crueldad de sus manos de harpía...»
—En Amegakure tengo una madre que cuidar, una cafetería que preservar y un ninja que ahora debe entrenar para volver a estar a la altura de su compañera y su sensei —añadió—. Y tú tienes a una mujer que te considera su segunda hija a la que le prometiste enseñar una técnica que le ayudaría a tener mucha más calidad de vida.
—La eco...localización... —susurró débilmente.
Daruu, ya reincorporado, volvía a tenderle la mano.
—Se lo prometiste, Ayame —repitió—. Si mueres en una estúpida cruzada, jamás podrás cumplir esa promesa. Ni... tampoco esa otra promesa. La que me contaste cuando peleamos aquí.
«¿La otra promesa...?» Repitió en su fuero interno, mirando a su padre con disimulo, por debajo de las pestañas. Y volvió a sentir el escozor de las lágrimas al rememorar lo que acababa de pasar y su derrota a manos de Daruu en aquel mismo lugar.
—Esa ya es caso perdido... —susurró para sí misma.
Pero Daruu entrecruzó su mirada violeta con los ojos marrones de Ayame.
—Nuestra vida sigue. Vamos a vivirla.
Tras un breve titubeo, Ayame alzó la mano y la cerró con suavidad en torno a la de Daruu. Junto a ella, Zetsuo volvió a suspirar.
—Lo... siento... —sollozó, rota por dentro—. Yo... sólo...
—Sólo eres una cría inconsciente —completó el médico con sequedad, agachándose para tomar el Libro Bingo y guardarlo en uno de los bolsillos de su bata—. ¡Al menos intenta hacer caso de lo que te dicen los demás, joder!