25/08/2015, 16:14
(Última modificación: 27/08/2015, 02:25 por Hanamura Kazuma.)
Viajar era una actividad que Kazuma disfrutaba. Ver como el paisaje va cambiando a medida que atraviesas una región, como la misma estación puede manifestarse de formas distintas en lugares diferentes, los pueblos y su gente. Todo aquello lograba satisfacer la constante necesidad de curiosear del peliblanco.
Sin embargo aun era un joven genin, por lo que no podía simplemente emprender viajes a donde y cuando quisiera. Principalmente por las responsabilidades impuestas por su tutor, responsabilidades que también incluían viajar a muchos lugares diferentes. Pero eran viajes con motivo de negocios o entregas de documentos y similares.
Aquel día de primavera, el joven de tez morena se encontraba en el país del rayo con la finalidad de entregar un paquete a un viejo conocido de su maestro. A pesar de ser un envió muy importante, el chico disfrutaba de su camino tomándoselo con calma. Después de todo desde que se graduó de la academia el maestro le había dado un poco mas de libertad. Quizás fuese que ahora era un genin o tal vez fuera por que comenzó a formar parte de un equipo ninja. Como fuese, eran pocas las oportunidades que tenia de salir sin estar bajo la supervisión de su guardiana Naomi.
Luego de unos cuantos días a pie y otros a carruaje, el muchacho se encontraba cerca de su destino. Tenía que dirigirse a la región de las costas rompientes, en ese lugar debía de haber un pequeño pueblo, donde el anciano jefe le tendría que estar esperando.
Efectivamente así fue.
Llego a una aldea que se encontraba en la cima de un acantilado que daba la vista al mar. El chico trato de orientarse por un momento, y luego se dio cuenta de aquel precipicio estaba orientado hacia el este. Por lo que desde aquel lugar debería ser posible ver el sol levantarse desde el mar.
Se imagino aquello.
La brisa marina, el silbar del viento en las escarpadas paredes y el sol levantándose mientras el alba cubre y despeja la bruma. El solo pensarlo era emocionante, en Uzushio ya había visto el amanecer en la playa en varias ocasiones, pero por lo escuchado de la gente mayor; aquel tono rojizo que iluminaba las blancas arenas, era algo único en la aldea del remolino. Jamás había visto el mismo amanecer en otra región, así que sería una oportunidad fantástica para comparar ambos.
El ojos grises fue a cumplir con su cometido, y luego de entregar el paquete y tener una cálida bienvenida que incluyo un abundante almuerzo y un buen baño. Quedo con su agenda libre, lo único que tenia para hacer en aquel lugar era esperar el amanecer, cosa difícil ya que aun era media tarde.
Por lo que decidió que iría a curiosear por el pueblo, al final se decanto por un lugar que parecía un comedor o una tasca, era un lugar agradable. Tenía buena música y deliciosa comida, por lo que no le costó mucho estar cómodo.
Luego de un rato en aquel sitio, pudo escuchar como los lugareños intercambiaban chisme e historias. Ninguna parecía ser la gran cosa, sin embargo hubo una que le llamo bastante la atención.
Al parecer, en los últimos días un sujeto de características peculiares había estado asechando por las costas, también escucho que en más de una ocasión se dedico a amedrentar a los pescadores y transeúntes de lugar. Aquello despertó el eterno desagrado que Kazuma tenía por los intimidadores y abusivos.
No tuvo que escuchar mucho mas, pues una de las personas que estaba hablando dio una vaga descripción del aspecto del sujeto. Con esos datos y una extraña mescla de curiosidad y enojo, el peli blanco se había decidido por lo siguiente en su lista de pendientes.
Tomo un último gran sorbo de su vaso y luego de dejar caer sobre la mesa el dinero correspondiente a su comida, se puso en marcha. Tenía que bajar del acantilado hasta la playa y encontrar a aquel bravucón.
«Un sujeto calvo y delgado, con piel clara y cejas oscuras, que también lleva ropas extrañas. No creo que sea muy difícil de encontrar» —Se dijo a si mismo mientras abría de par en par las puertas del local para salir en busca de su objetivo.
No tardo mucho en llegar al playón.
Aquel era un lugar interesante, puesto que resultaba ser una playa completamente diferente a la de Uzushio. El aire olía diferente, la arena era más gruesa y tenía un tono de blanco distinto, incluso había mas humedad en el ambiente.
Sin embargo lo que distrajo a Kazuma fue otra cosa; una serie conchas que había por toda la orilla. Aquello le sorprendió bastante, puesto que eran completamente diferentes a las de su hogar. Parecían ser de seres extraños. De repente una gran fascinación lo poseyó, y mientras caminaba e iba guardando las caracolas que conseguía, se olvido de su objetivo para estar hay e incluso se olvido de ver el suelo por donde caminaba.
Tanto lo cegó su curiosidad que de un momento a otro se vio cayendo al suelo, ya que al parecer había tropezado con otra persona tendida en la arena.
Sin embargo aun era un joven genin, por lo que no podía simplemente emprender viajes a donde y cuando quisiera. Principalmente por las responsabilidades impuestas por su tutor, responsabilidades que también incluían viajar a muchos lugares diferentes. Pero eran viajes con motivo de negocios o entregas de documentos y similares.
Aquel día de primavera, el joven de tez morena se encontraba en el país del rayo con la finalidad de entregar un paquete a un viejo conocido de su maestro. A pesar de ser un envió muy importante, el chico disfrutaba de su camino tomándoselo con calma. Después de todo desde que se graduó de la academia el maestro le había dado un poco mas de libertad. Quizás fuese que ahora era un genin o tal vez fuera por que comenzó a formar parte de un equipo ninja. Como fuese, eran pocas las oportunidades que tenia de salir sin estar bajo la supervisión de su guardiana Naomi.
Luego de unos cuantos días a pie y otros a carruaje, el muchacho se encontraba cerca de su destino. Tenía que dirigirse a la región de las costas rompientes, en ese lugar debía de haber un pequeño pueblo, donde el anciano jefe le tendría que estar esperando.
Efectivamente así fue.
Llego a una aldea que se encontraba en la cima de un acantilado que daba la vista al mar. El chico trato de orientarse por un momento, y luego se dio cuenta de aquel precipicio estaba orientado hacia el este. Por lo que desde aquel lugar debería ser posible ver el sol levantarse desde el mar.
Se imagino aquello.
La brisa marina, el silbar del viento en las escarpadas paredes y el sol levantándose mientras el alba cubre y despeja la bruma. El solo pensarlo era emocionante, en Uzushio ya había visto el amanecer en la playa en varias ocasiones, pero por lo escuchado de la gente mayor; aquel tono rojizo que iluminaba las blancas arenas, era algo único en la aldea del remolino. Jamás había visto el mismo amanecer en otra región, así que sería una oportunidad fantástica para comparar ambos.
El ojos grises fue a cumplir con su cometido, y luego de entregar el paquete y tener una cálida bienvenida que incluyo un abundante almuerzo y un buen baño. Quedo con su agenda libre, lo único que tenia para hacer en aquel lugar era esperar el amanecer, cosa difícil ya que aun era media tarde.
Por lo que decidió que iría a curiosear por el pueblo, al final se decanto por un lugar que parecía un comedor o una tasca, era un lugar agradable. Tenía buena música y deliciosa comida, por lo que no le costó mucho estar cómodo.
Luego de un rato en aquel sitio, pudo escuchar como los lugareños intercambiaban chisme e historias. Ninguna parecía ser la gran cosa, sin embargo hubo una que le llamo bastante la atención.
Al parecer, en los últimos días un sujeto de características peculiares había estado asechando por las costas, también escucho que en más de una ocasión se dedico a amedrentar a los pescadores y transeúntes de lugar. Aquello despertó el eterno desagrado que Kazuma tenía por los intimidadores y abusivos.
No tuvo que escuchar mucho mas, pues una de las personas que estaba hablando dio una vaga descripción del aspecto del sujeto. Con esos datos y una extraña mescla de curiosidad y enojo, el peli blanco se había decidido por lo siguiente en su lista de pendientes.
Tomo un último gran sorbo de su vaso y luego de dejar caer sobre la mesa el dinero correspondiente a su comida, se puso en marcha. Tenía que bajar del acantilado hasta la playa y encontrar a aquel bravucón.
«Un sujeto calvo y delgado, con piel clara y cejas oscuras, que también lleva ropas extrañas. No creo que sea muy difícil de encontrar» —Se dijo a si mismo mientras abría de par en par las puertas del local para salir en busca de su objetivo.
No tardo mucho en llegar al playón.
Aquel era un lugar interesante, puesto que resultaba ser una playa completamente diferente a la de Uzushio. El aire olía diferente, la arena era más gruesa y tenía un tono de blanco distinto, incluso había mas humedad en el ambiente.
Sin embargo lo que distrajo a Kazuma fue otra cosa; una serie conchas que había por toda la orilla. Aquello le sorprendió bastante, puesto que eran completamente diferentes a las de su hogar. Parecían ser de seres extraños. De repente una gran fascinación lo poseyó, y mientras caminaba e iba guardando las caracolas que conseguía, se olvido de su objetivo para estar hay e incluso se olvido de ver el suelo por donde caminaba.
Tanto lo cegó su curiosidad que de un momento a otro se vio cayendo al suelo, ya que al parecer había tropezado con otra persona tendida en la arena.