17/04/2018, 19:06
(Última modificación: 17/04/2018, 19:20 por Aotsuki Ayame.)
—Sé que quieres desafiar a tu padre, pero él también tiene miedo y se preocupa por ti —dijo, con una tímida sonrisa de lástima, y Ayame quiso abalanzarse sobre él y taparle la boca para que dejara de hablar. Zetsuo debía pensar algo similar, porque, desde la espalda de la muchacha, le miraba con ojos entrecerrados—. La mayoría de las veces, lo que te dice es por protegerte. Y yo también.
La abrazó, y aquello sólo empeoró las cosas para Ayame, que volvía a llorar sin remedio. Aunque fue un abrazo corto, pues Daruu se volvió enseguida hacia Zetsuo, rascándose la cabeza.
—Ahora... creo que tenemos... un pequeño problema... Verás... vinimos muy rápido... mi técnica funciona con marcas y... no dejé marcas para volver y claro...
El médico torció el gesto, y sus ojos se detuvieron momentáneamente en Ayame, que agachó inmediatamente la cabeza al sentir su mirada incriminatoria. "Si no fuera por ti no estaríamos aquí plantados", le estaba diciendo, sin necesidad de palabras. Nada hubiera deseado más que poder sugerir una alternativa, pero ella había acudido a pie hasta allí y no conocía ninguna técnica de teletransporte.
—Mierda. Pues si no podemos transportarnos de vuelta... ¿Amedama, cómo te encuentras para realizar técnicas? —dijo el hombre, al tiempo que se llevaba el dedo pulgar a la boca en un gesto con el que Ayame estaba empezando a familiarizarse. Se mordió, y la sangre descendió por el canto de su mano, pero antes de que llegara a caer al suelo realizó una serie de sellos y apoyó la mano sobre la arena. Se levantó una densa nube de humo, y unas gigantescas alas rompieron los jirones. Ante ellos, Zetsuo aparecía ahora montado sobre el lomo de un águila de porte imponente y ojos dorados que debía medir unos tres metros.
La abrazó, y aquello sólo empeoró las cosas para Ayame, que volvía a llorar sin remedio. Aunque fue un abrazo corto, pues Daruu se volvió enseguida hacia Zetsuo, rascándose la cabeza.
—Ahora... creo que tenemos... un pequeño problema... Verás... vinimos muy rápido... mi técnica funciona con marcas y... no dejé marcas para volver y claro...
El médico torció el gesto, y sus ojos se detuvieron momentáneamente en Ayame, que agachó inmediatamente la cabeza al sentir su mirada incriminatoria. "Si no fuera por ti no estaríamos aquí plantados", le estaba diciendo, sin necesidad de palabras. Nada hubiera deseado más que poder sugerir una alternativa, pero ella había acudido a pie hasta allí y no conocía ninguna técnica de teletransporte.
—Mierda. Pues si no podemos transportarnos de vuelta... ¿Amedama, cómo te encuentras para realizar técnicas? —dijo el hombre, al tiempo que se llevaba el dedo pulgar a la boca en un gesto con el que Ayame estaba empezando a familiarizarse. Se mordió, y la sangre descendió por el canto de su mano, pero antes de que llegara a caer al suelo realizó una serie de sellos y apoyó la mano sobre la arena. Se levantó una densa nube de humo, y unas gigantescas alas rompieron los jirones. Ante ellos, Zetsuo aparecía ahora montado sobre el lomo de un águila de porte imponente y ojos dorados que debía medir unos tres metros.