19/04/2018, 02:57
Convencer...
¡¿Convencer?!
No. Convencer era una palabra que no existía en el vocabulario de Hibagon, para el lamento de ambos shinobi que tendrían que lidiar con él una vez lograran salir de aquella cueva. Pero como si tener que ocuparse del abominable hombre de los dojos no era de por sí una tarea lo suficientemente titánica, ahora frente a ellos se volvía a presentar un nuevo obstáculo. O varios.
Porque al final de la cueva, Amedama divisó a un pequeño tumulto de gente rodeando una hoguera.
Y tenían armas. Eso sólo se podía significar una cosa.
—¿Han venido tan pronto a por él? ¿Tanto hemos tardado en subir que los gobernantes ya se han reunido? ¿o será algún grupo culoinquieto que quiere tomar la justicia por su propia cuenta? —frunció el ceño y arrugó los ojos, como si él también pudiese verlos—. sea lo que sea, van a toparse con Hibagon en cualquier momento, si es que te hizo caso cuando le pediste rodear la caverna.
Se le ocurrieron de pronto dos escenarios: el primero, que invocase un sendo Bakusui Shōha para que el agua se tragase a los cazadores y les quitase de en medio. O, por el contrario, hacer de kamizake y enfrentarlos a todos al mismo tiempo para crear una especie de señuelo que le diera a Daruu el tiempo suficiente como para advertir al yeti de que llegar hasta aquel costado de la montaña no era una buena idea. Después de todo, tenían que ser civiles de poca monta, ¿o no? no tendría que ser un riesgo per se.
—Uno de nosotros puede tratar de distraerlos mientras el otro busca a Hibagon, y le avisa. ¿Qué dices?
Era un tómalo o déjalo, lamentablemente. No se le ocurría otra cosa.
¡¿Convencer?!
No. Convencer era una palabra que no existía en el vocabulario de Hibagon, para el lamento de ambos shinobi que tendrían que lidiar con él una vez lograran salir de aquella cueva. Pero como si tener que ocuparse del abominable hombre de los dojos no era de por sí una tarea lo suficientemente titánica, ahora frente a ellos se volvía a presentar un nuevo obstáculo. O varios.
Porque al final de la cueva, Amedama divisó a un pequeño tumulto de gente rodeando una hoguera.
Y tenían armas. Eso sólo se podía significar una cosa.
—¿Han venido tan pronto a por él? ¿Tanto hemos tardado en subir que los gobernantes ya se han reunido? ¿o será algún grupo culoinquieto que quiere tomar la justicia por su propia cuenta? —frunció el ceño y arrugó los ojos, como si él también pudiese verlos—. sea lo que sea, van a toparse con Hibagon en cualquier momento, si es que te hizo caso cuando le pediste rodear la caverna.
Se le ocurrieron de pronto dos escenarios: el primero, que invocase un sendo Bakusui Shōha para que el agua se tragase a los cazadores y les quitase de en medio. O, por el contrario, hacer de kamizake y enfrentarlos a todos al mismo tiempo para crear una especie de señuelo que le diera a Daruu el tiempo suficiente como para advertir al yeti de que llegar hasta aquel costado de la montaña no era una buena idea. Después de todo, tenían que ser civiles de poca monta, ¿o no? no tendría que ser un riesgo per se.
—Uno de nosotros puede tratar de distraerlos mientras el otro busca a Hibagon, y le avisa. ¿Qué dices?
Era un tómalo o déjalo, lamentablemente. No se le ocurría otra cosa.