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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
La situación era tan tensa y el combate se desarrollaba con tal velocidad y fiereza, que nadie se atrevía a moverse, debido al temor de que un movimiento errado llevase a una fatalidad.

La pelea se mantenía en un combate cercano, con una movilidad limitada y ataques de cuerpo a cuerpo: Sesekpan trataba de hacer a un lado a su oponente, arrojándole golpes incapacitantes, tan fríos que habrían destruido al instante la carne de cualquier mortal; Ryūnosuke se mantenía cerca de la nativa, dirigiendo salvajemente ataques cuyo calor hubiese vuelto cenizas el cuerpo de un guerrero normal. En cierto momento, el Sarutobi se vio atrapado por una prisión helada, un cristal que tenía por objetivo retenerle, pero este desapareció pronto por acción de las llamas de su espada, en una nube de denso vapor. Como represalia la Seltkalt fue acosada por una especie de incendio, un anillo de fuego que se encogió hasta tenerla completamente rodeada. Parecía estar a punto de ser consumida, pero a su alrededor se arremolino un viento tan helado que la llamarada se extinguió instantáneamente.

La gran sala comenzó a cambiar su ambiente, la temperatura variaba drásticamente de un momento a otro, lo cual resultaba ser agotador. Además, había tanta humedad que las paredes y toda otra superficie comenzaban a llenarse de pequeñas gotas, debido a la violenta condensación.

¡Demonios, quisiera poder acercarme y separar a Sepayauitl del dueño del hotel! —Pero sabía que aquello podría significar una sentencia de muerte para cualquiera, el romper el equilibrio del momento.

Mi señor —dijo Naomi, cansada—, temo que están en un punto muerto; ambos son equivalentemente fuertes… Solo les queda esperar a que alguno cometa un error.

Tal era la magnitud de sus fuerzas, iguales y opuestas.

Ryūnosuke no podía evitar sentirse impresionado. Aunque era alguien arrogante y pendenciero, respetaba la fuerza, pues era el lenguaje que mejor hablaba; y allí, frente a él, estaba una formidable guerrera capaz de hablarle de “tú a tú” durante el combate. Sesekpan se sentía intrigada ante el poder y voluntad de aquel sujeto. Él resultaba tan fuerte como los seres-dragón de las leyendas; y aunque podía sentir la violencia y la ferocidad emanando de sus llamas, las mismas no contenían rastro alguno de odio… de hecho parecían un poco dudosas.

El líder de los Sarutobi se mantenía luchando con la muchachita, a quien el cambio atmosférico comenzaba a debilitar. En vista de que la pelea se había reducido a competir por el desgaste, decidió hacer uso de su arma secreta, o de su última y desesperada baza: desde el interior de su suntuoso traje extrajo una pequeña y brillante esfera metálica, del tamaño de una manzana y del color del cobre bruñido.

¡¿Qué demonios haces, Kazushiro?, ¿Estas demente?! —grito su hermano Koji, aterrado y sorprendido.

Por aquella reacción era de suponer que aquella esfera se trataba de un arma; y conociendo su naturaleza, no era de extrañar su estado de alarma: aunque de apariencia inerte e inocente, aquel artefacto metálico contenía un infierno dentro de sí, como aquel que acabo con el nativo que ataco la casa de Shinda. Esas esferas eran la emulación de un pequeño sol que es traído hasta la tierra, y de las épocas antiguas habían quedado solo dos, pues su secreto de fabricación había quedado perdido, una para el hermano mayor y otra para el menor.

¡Ryūnosuke, toma esto! —grito exaltado—. ¡Con esto podrás acabarla!

¡No necesitó de ningún artilugio para vencer a mi oponente! —Y tampoco lo quería, una victoria con ayuda externa era una victoria incompleta.

Mientras su sobrino segundo daba la espalda a su ayuda, literal y figurativamente, sintió que la desesperación le podía.

En cierto instante, decisivo, la líder Seltkalt bajo su guardia, y el heredero Sarutobi le propino un golpe llameante con una fuerza tan desmedida que la arrojo e incrusto contra la pared cercana. Un tanto confuso por aquel error tan inesperado, se giró a observar a su líder. Se quedó perplejo en cuanto vio como este forzaba la boca de la niña, abriéndola de una forma que casi dislocaba su mandíbula. En la otra mano sostenía el “potencial sol” y se notaban sus intenciones de deslizarlo por la garganta de la muchachita. De pronto, Sesekpan se levantó y arrojo hacia su hermana, pero los instintos del pelinegro le llevaron a interceptarla y a hacerle un placaje.

¡Sepayauitl! —grito, con un poderoso asentó nativo.

En esa desesperada situación, apunto de manifestarse la tragedia, Shinda se movió con una velocidad inusitada para alguien de su edad. Se acercó por detrás hacia su hermano menor y detuvo su mano en el aire, al tiempo que liberaba y empujaba hacia el par de genin a la princesa de los nativos.

Lo siento, hermano, pero esta demencia no terminara mientras ambos sigamos representando el vergonzoso pasado de esta tierra—aseguro, con expresión serena y determinada.

El dueño del hotel quedó tan sorprendido que las palabras no pudieron abandonar sus labios.

¡Ryūnosuke! —exclamo—. Nuestra época ha terminado y ha llegado la tuya, somos el pasado y tú el futuro. Escucha mis palabras una vez más: eres el último de los nuestros, eres el más poderoso, el más apto y el que más mundo ha visto. Está en tus manos acabar con el ciclo del odio, que tanto tiempo ha durado y que tanto daño ha hecho… Como líder has de decidir si seguir las antiguas costumbres o crear unas nuevas; más allá del bien y el mal, esta decisión debe ser tomada con base en lo justo y lo correcto, con base en el bien mayor y en tus corazonadas.

»Sin nada más que decir, dejamos el resto en tus manos, nuevo lider de los Sarutobi en esta tierra.

Y con aquellas palabras, activo la esfera cobriza que sostenía su hermano, determinado a comprometerse a una doble inmolación… Por segunda vez en aquel día, el sol descendió a la tierra para luego elevarse desde la misma, como en el ocaso de una era y en el albor de otra.
[Imagen: aab687219fe81b12d60db220de0dd17c.gif]
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RE: La muerte es blanca y tiene los ojos azules - por Hanamura Kazuma - 19/04/2018, 16:00


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