25/08/2015, 18:29
Una sombra cruzó momentáneamente los ojos de Daruu, como un cúmulo de nubes tapando el sol, y su brillo se apagó. Ayame ladeó ligeramente la cabeza, preguntándose qué habría causado aquel cambio. Sin embargo, contra todo pronóstico, su compañero terminó por suspirar y apoyar el peso de su cuerpo en la barandilla, dibujando una serena sonrisa en su rostro.
—¿Que podrías hacerte un lugar así? —le había costado algunos segundos comprender sus palabras, y ni siquiera fue capaz de descubrir el verdadero significado tras ellas cuando le hizo aquella pregunta. Ayame volvió a dirigir su mirada hacia el pequeño claro en la orilla del lago. A simple vista no había nada que resaltara de verdad, tan solo eran un cúmulo de sauces que crecían junto a las aguas. Terminó por torcer el gesto, ligeramente contrariada por no saber resolver el acertijo—. ¿A qué te refier...?
Volvió el rostro hacia él, y sus palabras quedaron atragantadas en su garganta. Bajo la intensa lluvia de Amegakure, Ayame se había topado con una sonrisa amistosa que provocó un extraño cosquilleo en su pecho. Algunos mechones de pelo, vencidos por el agua, habían comenzado a caer sobre aquellos ojos oscuros que la miraban con una intensidad que no supo cómo interpretar. No se había dado cuenta hasta aquel momento de lo cerca que estaba de Daruu, e instantáneamente sintió la sangre agolpándose en su rostro de golpe. Carraspeó, nerviosa sin saber muy bien por qué, y, al mismo tiempo que él, volvió a desviar la mirada bruscamente hacia su rincón personal en el Gran Lago. En un acto inconsciente, se llevó una mano a la frente para ajustarse la bandana.
«¿Qué me pasa?»
—¿Que podrías hacerte un lugar así? —le había costado algunos segundos comprender sus palabras, y ni siquiera fue capaz de descubrir el verdadero significado tras ellas cuando le hizo aquella pregunta. Ayame volvió a dirigir su mirada hacia el pequeño claro en la orilla del lago. A simple vista no había nada que resaltara de verdad, tan solo eran un cúmulo de sauces que crecían junto a las aguas. Terminó por torcer el gesto, ligeramente contrariada por no saber resolver el acertijo—. ¿A qué te refier...?
Volvió el rostro hacia él, y sus palabras quedaron atragantadas en su garganta. Bajo la intensa lluvia de Amegakure, Ayame se había topado con una sonrisa amistosa que provocó un extraño cosquilleo en su pecho. Algunos mechones de pelo, vencidos por el agua, habían comenzado a caer sobre aquellos ojos oscuros que la miraban con una intensidad que no supo cómo interpretar. No se había dado cuenta hasta aquel momento de lo cerca que estaba de Daruu, e instantáneamente sintió la sangre agolpándose en su rostro de golpe. Carraspeó, nerviosa sin saber muy bien por qué, y, al mismo tiempo que él, volvió a desviar la mirada bruscamente hacia su rincón personal en el Gran Lago. En un acto inconsciente, se llevó una mano a la frente para ajustarse la bandana.
«¿Qué me pasa?»