21/04/2018, 19:30
Daruu no supo el motivo, pero Ayame desvió la mirada, visiblemente dolida. Daruu puso un puchero y dirigió la mano a su hombro para preguntarle, pero entonces, un frío glacial le invadió de los pies a la cabeza. Se giró como un resorte y... allí estaba él.
—Cuando vine todavía estabas durmiendo. —Kōri hizo acto de presencia con una explicación poco convincente. Daruu se cruzó de brazos y volvió a protagonizar un mohín. Pero su nariz detectó cierto aroma agradable y olisqueó el aire con curiosidad—. Después de eso una misión me mantuvo ocupado. Y al parecer alguien decidió aprovechar mi ausencia para quitarme algo que también tuve que buscar. —Daruu soltó una pequeña risilla y le dio un suave codazo a Ayame. La nariz volvió a olisquear. «No... ¡No puede ser...!»—. Vamos, Daruu-kun, ¿de verdad crees que me olvidaría de ti?
Kōri se acercó a la cama y dejó una bolsa encima de la mesita. Pizza. Era pizza. Recién horneada. Las piernas de Daruu temblaron. Daruu miró a los ojos a Kōri. Eran unos ojos húmedos, que vibraban con emoción. Daruu despegó como un cohete y se fundió en un abrazo con su sensei.
—¡Me has traído pizza, Kōri-sensei! ¡Te quiero! —exclamó, con voz chillona—. Desde que la enfermera nos pilló a mamá y a mi en la cafetería, no nos dejan en paz y nos vigilan para que nos comamos esas asquerosas bandejas... ¡No sabes lo feliz que me has hecho! —Daruu se retiró, y de pronto el gesto se le ensombreció como si una nube acabase de pasar por el techo de la habitación—. Pero... lo siento, Kōri... por mi culpa, mamá no podrá hacerte bollitos...
Asintió con determinación. «Si mamá no puede hacerlos...»
—Bien, ¡te los haré yo! ¡Yo te haré los bollitos de vainilla! No sé si podré satisfacer la demanda... ¡Pero me esforzaré! ¡Decidido! —Se sentó en la cama y cogió la bolsa con entusiasmo. La abrió y se deleitó con el olor del queso fundido—. ¡Vamos, coged vosotros también! Somos... somos un equipo, ¿no?
Daruu se sintió verdaderamente feliz. La primera vez desde lo que había sucedido en la Playa de Amenokami.
Ellos eran también parte de su familia.
Y los tres estaban bien. A su manera.
—Cuando vine todavía estabas durmiendo. —Kōri hizo acto de presencia con una explicación poco convincente. Daruu se cruzó de brazos y volvió a protagonizar un mohín. Pero su nariz detectó cierto aroma agradable y olisqueó el aire con curiosidad—. Después de eso una misión me mantuvo ocupado. Y al parecer alguien decidió aprovechar mi ausencia para quitarme algo que también tuve que buscar. —Daruu soltó una pequeña risilla y le dio un suave codazo a Ayame. La nariz volvió a olisquear. «No... ¡No puede ser...!»—. Vamos, Daruu-kun, ¿de verdad crees que me olvidaría de ti?
Kōri se acercó a la cama y dejó una bolsa encima de la mesita. Pizza. Era pizza. Recién horneada. Las piernas de Daruu temblaron. Daruu miró a los ojos a Kōri. Eran unos ojos húmedos, que vibraban con emoción. Daruu despegó como un cohete y se fundió en un abrazo con su sensei.
—¡Me has traído pizza, Kōri-sensei! ¡Te quiero! —exclamó, con voz chillona—. Desde que la enfermera nos pilló a mamá y a mi en la cafetería, no nos dejan en paz y nos vigilan para que nos comamos esas asquerosas bandejas... ¡No sabes lo feliz que me has hecho! —Daruu se retiró, y de pronto el gesto se le ensombreció como si una nube acabase de pasar por el techo de la habitación—. Pero... lo siento, Kōri... por mi culpa, mamá no podrá hacerte bollitos...
Asintió con determinación. «Si mamá no puede hacerlos...»
—Bien, ¡te los haré yo! ¡Yo te haré los bollitos de vainilla! No sé si podré satisfacer la demanda... ¡Pero me esforzaré! ¡Decidido! —Se sentó en la cama y cogió la bolsa con entusiasmo. La abrió y se deleitó con el olor del queso fundido—. ¡Vamos, coged vosotros también! Somos... somos un equipo, ¿no?
Daruu se sintió verdaderamente feliz. La primera vez desde lo que había sucedido en la Playa de Amenokami.
Ellos eran también parte de su familia.
Y los tres estaban bien. A su manera.