21/04/2018, 20:14
(Última modificación: 24/04/2018, 22:39 por Uchiha Akame.)
«No tiene ni idea de qué hacer...»
Akame lo supo en cuanto su compadre le salió con aquellas bravatas tan típicas suyas de cuando no sabía qué rumbo tomar en una situación determinada. Él tampoco tenía ni la más remota pista sobre cómo resolver aquel inesperado misterio, pero al menos no había tenido el valor de rechazar la ayuda de alguien que parecía ser capaz de despejarles la incógnita. Así, los dos Uchiha se vieron de repente con un mapa en blanco y sin ideas en la mollera.
Fue Datsue también el primero en lanzar su sugerencia. Akame la recogió con una expresión reflexiva; bien podía ser eso.
—Puede que tengas razón, sí —terció uno de los Hermanos—. Será cuestión entonces de conseguirnos una vela. Podríamos preguntar aquí mismo, en el castillo.
Ni corto ni perezoso, el jōnin abordó a una mujer que justo pasaba por su lado con un candelabro de bronce. Parecía una criada, a juzgar por sus ropas desteñidas y viejas, una muchachita de apenas veinte y pico años, pelo oscuro y ojos castaños.
—¿Puedo ayudarle en algo, shinobi-dono? —preguntó la criada con gesto sorprendido, al ver los chalecos y las bandanas de los muchachos.
—Lo cierto es que sí. ¿Le importaría si le cojo prestada una de esas velas? Será solo un momento.
La chica pareció dudar durante unos instantes, pero finalmente asintió.
—Bueno, si es sólo un momento...
Akame le dedicó una sonrisa y un quedo "gracias", tomó una de las velas del candelabro y la encendió con ayuda de una esfera incandescente y anaranjada que apareció tras chasquear los dedos. Ante la atónita mirada de la criada, el Uchiha llevó la canica de fuego hasta el extremo de la vela y la prendió. Luego, la Linterna Resplandeciente se esfumó.
Así pues, el jōnin acercó la vela al mapa que tenía Datsue. Lo colocó a contraluz, probó desde varios ángulos... Pero nada ocurrió.
Con gesto de desagrado, Akame se lamió las yemas de los dedos índice y pulgar de la mano diestra, aplastó la tímida llama de la vela con ellos y la devolvió a su lugar en el candelabro. Luego le dedicó una inclinación de cabeza a la criada, que todavía tenía los ojos como platos por ver un simple jutsu.
Akame lo supo en cuanto su compadre le salió con aquellas bravatas tan típicas suyas de cuando no sabía qué rumbo tomar en una situación determinada. Él tampoco tenía ni la más remota pista sobre cómo resolver aquel inesperado misterio, pero al menos no había tenido el valor de rechazar la ayuda de alguien que parecía ser capaz de despejarles la incógnita. Así, los dos Uchiha se vieron de repente con un mapa en blanco y sin ideas en la mollera.
Fue Datsue también el primero en lanzar su sugerencia. Akame la recogió con una expresión reflexiva; bien podía ser eso.
—Puede que tengas razón, sí —terció uno de los Hermanos—. Será cuestión entonces de conseguirnos una vela. Podríamos preguntar aquí mismo, en el castillo.
Ni corto ni perezoso, el jōnin abordó a una mujer que justo pasaba por su lado con un candelabro de bronce. Parecía una criada, a juzgar por sus ropas desteñidas y viejas, una muchachita de apenas veinte y pico años, pelo oscuro y ojos castaños.
—¿Puedo ayudarle en algo, shinobi-dono? —preguntó la criada con gesto sorprendido, al ver los chalecos y las bandanas de los muchachos.
—Lo cierto es que sí. ¿Le importaría si le cojo prestada una de esas velas? Será solo un momento.
La chica pareció dudar durante unos instantes, pero finalmente asintió.
—Bueno, si es sólo un momento...
Akame le dedicó una sonrisa y un quedo "gracias", tomó una de las velas del candelabro y la encendió con ayuda de una esfera incandescente y anaranjada que apareció tras chasquear los dedos. Ante la atónita mirada de la criada, el Uchiha llevó la canica de fuego hasta el extremo de la vela y la prendió. Luego, la Linterna Resplandeciente se esfumó.
Así pues, el jōnin acercó la vela al mapa que tenía Datsue. Lo colocó a contraluz, probó desde varios ángulos... Pero nada ocurrió.
Con gesto de desagrado, Akame se lamió las yemas de los dedos índice y pulgar de la mano diestra, aplastó la tímida llama de la vela con ellos y la devolvió a su lugar en el candelabro. Luego le dedicó una inclinación de cabeza a la criada, que todavía tenía los ojos como platos por ver un simple jutsu.