21/04/2018, 20:23
«Vaya... Así que hasta los genin de otras Aldeas se enteraron», pensó Akame con gran vergüenza. La imagen de Uzushiogakure se había visto seriamente dañada durante el año pasado debido a las luchas de poder internas, a la traición de Zoku y a la muerte de Gouna. Por suerte todo aquello había quedado ya atrás —al menos de puertas para adentro— pero los recuerdos de semejantes sucesos todavía perduraban en la memoria de otros ninjas.
Cuando la kunoichi rubia mencionó el rumor de que el Remolino tenía un jinchuuriki, Akame fingió desinterés.
—La gente inventa toda clase de historias, ya sabes —comentó, agitando su mano derecha y desviando la mirada al puesto de madera.
Kagetsuna se puso en pie entonces, acercándose a la barra del puestito donde Yemi Sin Yemas parecía estar conversando con las dos mujeres. Al ver al genin acercarse, el cocinero se puso aun más nervioso y empezó a frotar sus manos con evidente apuro. Las dos mujeronas le dedicaron sendas miradas de poco agrado. En primer lugar pretendieron ignorarle, pero al ver que el chico no sólo no se iba, sino que pedía unas bebidas al cocinero...
—¿Que no ves que estamos hablando con Yemi-san, niño? —le espetó una, la de la cabeza rapada—. Ten educación y espera tu turno.
La otra hizo amago de cortar a su compañera, pero en lugar de ello hizo como si aquella intromisión no les hubiese molestado para nada.
—Ta, dale un refresquito a este muchacho, Yemi-san —ordenó con un gesto de su mano derecha—. Y ahora te largas, ¿sí?
El cocinero asintió y sacó de debajo de la barra —donde estaba la refrigeradora— una lata de refresco de naranja.
—Aquí tienes, shinobi-san —le extendió la lata de refresco con una mano ligeramente temblorosa—. G-gracias por su compra.
Akame, mientras, lo observaba todo con mirada analítica. «¿Qué demonios?»
—Aire, aire —le espetó la del pelo rapado a Kagetsuna—. Bien, bien, Yemi-san, ¿por dónde íbamos? Ah sí... La cuota de este mes.
Cuando la kunoichi rubia mencionó el rumor de que el Remolino tenía un jinchuuriki, Akame fingió desinterés.
—La gente inventa toda clase de historias, ya sabes —comentó, agitando su mano derecha y desviando la mirada al puesto de madera.
Kagetsuna se puso en pie entonces, acercándose a la barra del puestito donde Yemi Sin Yemas parecía estar conversando con las dos mujeres. Al ver al genin acercarse, el cocinero se puso aun más nervioso y empezó a frotar sus manos con evidente apuro. Las dos mujeronas le dedicaron sendas miradas de poco agrado. En primer lugar pretendieron ignorarle, pero al ver que el chico no sólo no se iba, sino que pedía unas bebidas al cocinero...
—¿Que no ves que estamos hablando con Yemi-san, niño? —le espetó una, la de la cabeza rapada—. Ten educación y espera tu turno.
La otra hizo amago de cortar a su compañera, pero en lugar de ello hizo como si aquella intromisión no les hubiese molestado para nada.
—Ta, dale un refresquito a este muchacho, Yemi-san —ordenó con un gesto de su mano derecha—. Y ahora te largas, ¿sí?
El cocinero asintió y sacó de debajo de la barra —donde estaba la refrigeradora— una lata de refresco de naranja.
—Aquí tienes, shinobi-san —le extendió la lata de refresco con una mano ligeramente temblorosa—. G-gracias por su compra.
Akame, mientras, lo observaba todo con mirada analítica. «¿Qué demonios?»
—Aire, aire —le espetó la del pelo rapado a Kagetsuna—. Bien, bien, Yemi-san, ¿por dónde íbamos? Ah sí... La cuota de este mes.