22/04/2018, 16:42
(Última modificación: 22/04/2018, 16:42 por Amedama Daruu.)
Por lo menos, Kori estaba allí. Por lo menos su sensei estaba allí. Y había elegido los gestos y las palabras mucho mejor que él mismo. Paradójicamente, porque otras veces, y no hacía ni más de dos minutos de la última, daba la sensación de que no podía empatizar con los demás.
Pero también le había traído pizza, de modo que quizás fuera una fachada más como tantas otras.
Daruu apoyó la mano en el brazo de Ayame y tiró de su manga.
—Ya lo estoy haciendo —dijo con una sonrisa—. Cada vez que me pidas entrenar contigo, yo estaré allí. Cada vez que te gane y me pidas que te de consejo para que no vuelva a suceder, yo estaré allí. Y cada vez que quieras hablar de todo, yo estaré allí.
Daruu suspiró y se dejó caer encima de la almohada, observando los paneles de corcho blancos del techo como si aún pudiera atravesarlos con la mirada y ver el cielo ennubolado de Amegakure.
—Ayudadme vosotros a mí un poco —dijo, después de reír—. Sacadme de este agujero, cada día que paso sin hacer nada es un infierno.
Pero también le había traído pizza, de modo que quizás fuera una fachada más como tantas otras.
Daruu apoyó la mano en el brazo de Ayame y tiró de su manga.
—Ya lo estoy haciendo —dijo con una sonrisa—. Cada vez que me pidas entrenar contigo, yo estaré allí. Cada vez que te gane y me pidas que te de consejo para que no vuelva a suceder, yo estaré allí. Y cada vez que quieras hablar de todo, yo estaré allí.
Daruu suspiró y se dejó caer encima de la almohada, observando los paneles de corcho blancos del techo como si aún pudiera atravesarlos con la mirada y ver el cielo ennubolado de Amegakure.
—Ayudadme vosotros a mí un poco —dijo, después de reír—. Sacadme de este agujero, cada día que paso sin hacer nada es un infierno.