22/04/2018, 17:38
Allí, en aquel puerto a medio congelar y frente a la fría inmensidad del mar, aquella pregunta se antojaba como algo casi imposible de contestar… Y sin embargo, Keisuke y su hermano se atrevieron a responder lo que sus mentes guardaban al respecto. Kōtetsu no estaba seguro de que tan buena seria su respuesta, pero si había algún momento en que su opinión pudiese marcar la diferencia, era aquel, por lo que sentía que debía aprovecharlo.
—Yo creo que no puedes ni debes tratar de borrar el pasado, sino aprender del mismo —aseguro, con cierta sabiduría juvenil, aquella donde las soluciones son sencillas—. Además de eso, creo que lo que más necesitas es paciencia y serenidad… Digo, para ir encontrando tus propias respuestas, poco a poco.
El Sarutobi les observo de forma criptica y atenta, para luego dejar escarpar un rustico y cansado suspiro. Lo cierto es que no esperaba una solución a todos sus problemas, pero aquellas palabras le daban una pista del sendero por el cual debía encaminarse. Desde hacía unos días le resultaba sorprendente el poder de los grupos y el tiempo: él siempre se había valido del poder y de sus decisiones individuales, y ahora estaba atado a un compromiso que le superaba en todas las dimensiones de su condición humana. Y aquel par le resultaba algo curioso, le recordaban la vieja filosofía de su clan, la de la Voluntad del Fuego, donde la unión era la fuerza.
—Bueno, no es mucho, pero es lo más útil que me han dicho desde hace días —aseguro, con cierto tono de gratitud, pero sin dejar a un lado su natural arrogancia. De pronto, giro su cabeza como si escuchara algo, se tensó un poco y luego se relajó—. Hay mucho por hacer, así que les dejo. Que tengan buen viaje.
Y con aquella seca despedida, se retiró.
—Es hora de irnos, mi señor —le indico Naomi, quien atendía a las presurosas señas de los encargados del barco.
El abordaje seria rápido y sin complicaciones, y puede que, con la altura que obtenían al subir a cubierta, ambos chicos pudiesen distinguir un par de pálidas figuras que se recortaban contra el horizonte. Una era alta y la otra baja, ambas se difuminaban por momentos, pero se mantenían estáticas observando en dirección al muelle y mas allá, hacia el mar.
Después de un viaje tranquilo, la nave desembarco en el cuerpo principal del País del Agua. Aquel era el sitio en el que todos se habían reunido, y donde todos habrían de tomar caminos distintos. El itinerario resultaba ajustados para todos los extranjeros, pero eso no podía evitar que una leve conversación tuviese lugar mientras descargaban el equipaje.
—Estas no fueron las vacaciones que tenía en mente —le dijo el peliblanco a Keisuke—. Sin embargo, creo que podemos considerarnos afortunados por el simple hecho de volver con vida.
»Aunque…, las cosas terminaron de una forma un tanto extraña, me hace preguntarme como les ira de ahora en adelante… Dime, Keisuke-san, ¿te crees capaz de regresar algún día a ver cómo van las cosas?
—Yo creo que no puedes ni debes tratar de borrar el pasado, sino aprender del mismo —aseguro, con cierta sabiduría juvenil, aquella donde las soluciones son sencillas—. Además de eso, creo que lo que más necesitas es paciencia y serenidad… Digo, para ir encontrando tus propias respuestas, poco a poco.
El Sarutobi les observo de forma criptica y atenta, para luego dejar escarpar un rustico y cansado suspiro. Lo cierto es que no esperaba una solución a todos sus problemas, pero aquellas palabras le daban una pista del sendero por el cual debía encaminarse. Desde hacía unos días le resultaba sorprendente el poder de los grupos y el tiempo: él siempre se había valido del poder y de sus decisiones individuales, y ahora estaba atado a un compromiso que le superaba en todas las dimensiones de su condición humana. Y aquel par le resultaba algo curioso, le recordaban la vieja filosofía de su clan, la de la Voluntad del Fuego, donde la unión era la fuerza.
—Bueno, no es mucho, pero es lo más útil que me han dicho desde hace días —aseguro, con cierto tono de gratitud, pero sin dejar a un lado su natural arrogancia. De pronto, giro su cabeza como si escuchara algo, se tensó un poco y luego se relajó—. Hay mucho por hacer, así que les dejo. Que tengan buen viaje.
Y con aquella seca despedida, se retiró.
—Es hora de irnos, mi señor —le indico Naomi, quien atendía a las presurosas señas de los encargados del barco.
El abordaje seria rápido y sin complicaciones, y puede que, con la altura que obtenían al subir a cubierta, ambos chicos pudiesen distinguir un par de pálidas figuras que se recortaban contra el horizonte. Una era alta y la otra baja, ambas se difuminaban por momentos, pero se mantenían estáticas observando en dirección al muelle y mas allá, hacia el mar.
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Después de un viaje tranquilo, la nave desembarco en el cuerpo principal del País del Agua. Aquel era el sitio en el que todos se habían reunido, y donde todos habrían de tomar caminos distintos. El itinerario resultaba ajustados para todos los extranjeros, pero eso no podía evitar que una leve conversación tuviese lugar mientras descargaban el equipaje.
—Estas no fueron las vacaciones que tenía en mente —le dijo el peliblanco a Keisuke—. Sin embargo, creo que podemos considerarnos afortunados por el simple hecho de volver con vida.
»Aunque…, las cosas terminaron de una forma un tanto extraña, me hace preguntarme como les ira de ahora en adelante… Dime, Keisuke-san, ¿te crees capaz de regresar algún día a ver cómo van las cosas?