26/08/2015, 11:21
Orgulloso de haber despertado la curiosidad de Ayame, pero avergonzado por su repentino rubor, Daruu perdía de nuevo su mirada en la aldea de Amegakure. Estaba tan preocupado de que se le hubiera notado la vergüenza que no se dio cuenta de que a la muchacha le ocurrió precisamente lo mismo.
Tras unos segundos de incómodo silencio, un pacto implícito reanudó la conversación, y Daruu sonrió, señalando aquél pequeño rincón de la aldea lleno de verde y de sauces llorones, pegado a la orilla del lago, en una esquina de la villa.
—Esos árboles los hizo mi padre. Los hizo, no los plantó. Ahora comprenderás lo que te digo, espera un momento —dijo, y se giró hacia ella. Le dio un par de toquecitos en el hombro para llamar su atención, y juntó las manos entrelazando sus dedos.
Se concentró, y con su chakra generó, poco a poco y pese a la mirada posiblemente incrédula de Ayame, el tallo verde de una flor fresca que acabaría convirtiéndose en un lirio azulado, morado y amarillo. Daruu se sonrojó, pero sin apartar los ojos de la muchacha le tendió la flor con delicadeza.
—Pensé que era apropiado para ti. —Se encogió de hombros—. Tu nombre —aclaró.
También era bonita, como el lirio, pero eso no lo dijo en voz alta.
Tras unos segundos de incómodo silencio, un pacto implícito reanudó la conversación, y Daruu sonrió, señalando aquél pequeño rincón de la aldea lleno de verde y de sauces llorones, pegado a la orilla del lago, en una esquina de la villa.
—Esos árboles los hizo mi padre. Los hizo, no los plantó. Ahora comprenderás lo que te digo, espera un momento —dijo, y se giró hacia ella. Le dio un par de toquecitos en el hombro para llamar su atención, y juntó las manos entrelazando sus dedos.
Se concentró, y con su chakra generó, poco a poco y pese a la mirada posiblemente incrédula de Ayame, el tallo verde de una flor fresca que acabaría convirtiéndose en un lirio azulado, morado y amarillo. Daruu se sonrojó, pero sin apartar los ojos de la muchacha le tendió la flor con delicadeza.
—Pensé que era apropiado para ti. —Se encogió de hombros—. Tu nombre —aclaró.
También era bonita, como el lirio, pero eso no lo dijo en voz alta.