24/04/2018, 19:01
Los chicos caminaron por toda Yamiria buscando un lugar donde pelear. Tal y como había supuesto, aunque jamás lo habría admitido porque quizás se habría quedado sin saber qué era el dichoso Chidori, no había ningún lugar dispuesto para entrenar. Yamiria era una ciudad muy grande y muy concurrida, no muy diferente de Shinogi-To, de no ser por el tipo de arquitectura y el clima, claro.
—Mejor vamos fuera, Daruu-san, creo que aquí no encontraremos nada... —dijo Eri, llegado cierto momento.
—De verdad, muchas gracias por tomarte tantas molestias para enseñarme una técnica, Eri-san. Gracias. —Por dentro, Daruu estaba dando botes de alegría. Por eso intentaba ocultarlos con falsa modestia.
Los ninjas salieron de Yamiria por la puerta principal y caminaron un rato por un sendero. Cada vez había menos gente y cada vez había menos árboles. Pasaron a una llanura. Daruu no lo sabía, claro, pero se llamaba la Planicie del Silencio, y no era muy diferente de las tierras que poblaban los alrededores de Yachi. Incluso había charcos enormes en el suelo.
Sí, Daruu se sentía muy a a gusto en ese lugar del País del Remolino. Señaló hacia la izquierda.
—¿Ves aquellas rocas, allá a lo lejos? —En el horizonte, unas cuantas rocas grises se erigían, grandes, y apartadas del camino—. Si vamos allí no habrá problemas con la gente, y podrás enseñarme la técnica contra una de esas rocas, ¿no?
Dicho esto, Daruu comenzaría felizmente a caminar hacia allá.
—Mejor vamos fuera, Daruu-san, creo que aquí no encontraremos nada... —dijo Eri, llegado cierto momento.
—De verdad, muchas gracias por tomarte tantas molestias para enseñarme una técnica, Eri-san. Gracias. —Por dentro, Daruu estaba dando botes de alegría. Por eso intentaba ocultarlos con falsa modestia.
Los ninjas salieron de Yamiria por la puerta principal y caminaron un rato por un sendero. Cada vez había menos gente y cada vez había menos árboles. Pasaron a una llanura. Daruu no lo sabía, claro, pero se llamaba la Planicie del Silencio, y no era muy diferente de las tierras que poblaban los alrededores de Yachi. Incluso había charcos enormes en el suelo.
Sí, Daruu se sentía muy a a gusto en ese lugar del País del Remolino. Señaló hacia la izquierda.
—¿Ves aquellas rocas, allá a lo lejos? —En el horizonte, unas cuantas rocas grises se erigían, grandes, y apartadas del camino—. Si vamos allí no habrá problemas con la gente, y podrás enseñarme la técnica contra una de esas rocas, ¿no?
Dicho esto, Daruu comenzaría felizmente a caminar hacia allá.