24/04/2018, 19:41
Tras su propuesta sobre abandonar la gran ciudad en la que se encontraban, Daruu pareció agradecerle a Eri dejarle ver aquella nueva técnica que casualmente parecía no haber visto nunca. Ella sonrió al chico, ladeando ligeramente la cabeza hasta que sus coletas cayeron suavemente por los hombros desnudos de la chica.
—Para eso estamos, Daruu-san, además; tu también me vas a enseñar una, ¿no? —al terminar la frase no pudo evitar guiñar un ojo a modo de complicidad, claro que un favor era un favor.
Ambos jóvenes abandonaron Yamiria y caminaron por un tiempo hasta que pasaron a una llanura que Eri conocía gracias a alguno de sus viajes. Estaban en la Planicie del Silencio, lugar idóneo para poder realizar técnicas sin necesidad de preocuparse por las personas que puedan resultar heridas por el pequeño "entrenamiento".
—¿Ves aquellas rocas, allá a lo lejos? — Eri buscó lo que Daruu había señalado, pronto viéndose asintiendo al haberlas divisado —. Si vamos allí no habrá problemas con la gente, y podrás enseñarme la técnica contra una de esas rocas, ¿no?
—Claro, vamos.
Tras una breve caminata, los dos shinobi alcanzaron el lugar señalado. Eri dejó sus pertenencias a un lado para que no resultasen dañadas y comenzó a calentar un poco, saltando y moviendo sus brazos de un lado a otro.
—Y dime, Daruu-san, ¿qué técnica me enseñarás de vuelta? —cuestionó, curiosa.
—Para eso estamos, Daruu-san, además; tu también me vas a enseñar una, ¿no? —al terminar la frase no pudo evitar guiñar un ojo a modo de complicidad, claro que un favor era un favor.
Ambos jóvenes abandonaron Yamiria y caminaron por un tiempo hasta que pasaron a una llanura que Eri conocía gracias a alguno de sus viajes. Estaban en la Planicie del Silencio, lugar idóneo para poder realizar técnicas sin necesidad de preocuparse por las personas que puedan resultar heridas por el pequeño "entrenamiento".
—¿Ves aquellas rocas, allá a lo lejos? — Eri buscó lo que Daruu había señalado, pronto viéndose asintiendo al haberlas divisado —. Si vamos allí no habrá problemas con la gente, y podrás enseñarme la técnica contra una de esas rocas, ¿no?
—Claro, vamos.
Tras una breve caminata, los dos shinobi alcanzaron el lugar señalado. Eri dejó sus pertenencias a un lado para que no resultasen dañadas y comenzó a calentar un poco, saltando y moviendo sus brazos de un lado a otro.
—Y dime, Daruu-san, ¿qué técnica me enseñarás de vuelta? —cuestionó, curiosa.