24/04/2018, 22:52
Si el concinero o alguna de las dos mujeronas esperaban que aquel chico con un parche en el ojo fuese a dejarles en paz tan fácilmente, no tardarían en comprobar que estaban harto equivocados. Kagetsuna, lejos de conformarse con el refresco, se afianzó en su posición y lanzó sin miedo alguno varias bravatas.
La primera en recoger el guante fue la del lado rapado —que se había mostrado más agresiva desde el principio—, irguiéndose en toda su estatura y haciendo intento de avanzar un paso en dirección al ninja. Su compañera, de menor altura pero igual anchura de hombros, la detuvo tomándola del brazo.
Ambas cruzaron miradas que podrían haber hecho saltar chispas.
—Cómo no, shinobi-san. Nosotras ya nos íbamos, de todos modos —dijo la de la coleta, poniendo especial énfasis en la última frase—. Que le vaya bien el negocio, Yemi-san.
La del lado rapado hizo una mueca que se asemejaba a una sonrisa torcida y luego soltó un bufido cargado de sorna.
—Eso, que le vaya bien.
Ambas mujeres se dieron media vuelta y se alejaron de allí, caminando con andares de quien se sabe en su terreno.
Todo había sucedido ante la aterrorizada mirada de Yemi Sin Yemas, que sólo se atrevió a abrir la boca cuando las dos tipas ya se habían perdido por uno de los callejones que salían de la pequeña plaza.
—¡Pero por todos los dioses habidos y por haber! ¿¡Se puede saber qué demonios haces, shinobi-san!? —exclamó el cocinero, alzando los brazos con gesto extremadamente disgustado—. ¡Ay, mi madre, en buena me has metido!
Akame, entretanto, lo observaba todo desde su asiento con mirada analítica. Incluso la kunoichi rubia había dejado de comer su pescado con papas para prestar total atención al suceso.
—Vaya, parece que algo se cuece por aquí, ¿eh? —el Uchiha le soltó la puya directamente a la ninja de Amegakure. Siendo aquello parte de su jurisdicción, el comportamiento más que sospechoso de ambas mujeronas podía poner en evidencia a los ninja de la Lluvia.
La primera en recoger el guante fue la del lado rapado —que se había mostrado más agresiva desde el principio—, irguiéndose en toda su estatura y haciendo intento de avanzar un paso en dirección al ninja. Su compañera, de menor altura pero igual anchura de hombros, la detuvo tomándola del brazo.
Ambas cruzaron miradas que podrían haber hecho saltar chispas.
—Cómo no, shinobi-san. Nosotras ya nos íbamos, de todos modos —dijo la de la coleta, poniendo especial énfasis en la última frase—. Que le vaya bien el negocio, Yemi-san.
La del lado rapado hizo una mueca que se asemejaba a una sonrisa torcida y luego soltó un bufido cargado de sorna.
—Eso, que le vaya bien.
Ambas mujeres se dieron media vuelta y se alejaron de allí, caminando con andares de quien se sabe en su terreno.
Todo había sucedido ante la aterrorizada mirada de Yemi Sin Yemas, que sólo se atrevió a abrir la boca cuando las dos tipas ya se habían perdido por uno de los callejones que salían de la pequeña plaza.
—¡Pero por todos los dioses habidos y por haber! ¿¡Se puede saber qué demonios haces, shinobi-san!? —exclamó el cocinero, alzando los brazos con gesto extremadamente disgustado—. ¡Ay, mi madre, en buena me has metido!
Akame, entretanto, lo observaba todo desde su asiento con mirada analítica. Incluso la kunoichi rubia había dejado de comer su pescado con papas para prestar total atención al suceso.
—Vaya, parece que algo se cuece por aquí, ¿eh? —el Uchiha le soltó la puya directamente a la ninja de Amegakure. Siendo aquello parte de su jurisdicción, el comportamiento más que sospechoso de ambas mujeronas podía poner en evidencia a los ninja de la Lluvia.