24/04/2018, 23:39
(Última modificación: 24/04/2018, 23:43 por Amedama Daruu.)
Datsue agarró un nuevo hilo de conversación, y al tirar de él comenzó a hablar de una forma como poco enigmática. Se marcó un curioso discurso, de esos que se pronuncian despacio y pretenden esconder algún secreto. Pero si lo había, Daruu no lo encontraba. Torció la cabeza hacia un lado, confuso. Ya había habido varias veces en las que Datsue se había comportado así. «Quizás es su forma de hablar.»
—Me temo que si nuestras Villas se enfrentan poco podremos hacer —dijo, triste—. Salvo, quizá, no... ¿matarnos si no es necesario? Sería agradable.
Se dio la vuelta.
—Como sea, eres el último que querría tener como enemigo. Por cierto...
»Si lo dices por lo que acabo de decir de las muertes, si quieres luego, cuando estemos sentados en una hoguera comiéndonos una buena pieza (y bebiendo agua de esos cocos, que ya podría ser hidromiel), te lo cuento.
En el fondo, siempre venía bien desahogar esas cosas.
—¡Eh, mira, allí! —señaló inútilmente, pues Datsue no podía ver a través de los árboles—. ¡Hay un par de jabalíes! ¡Jabalíes, Datsue, no ratas!
Daruu subió a la copa de un árbol y guió la marcha. Allí, en un claro del bosque, habían un par de cerdos hozando. Eran grandes y tenían grandes colmillos, que sugerían que quizás fuera hasta mala idea para un ninja enfrentar a un jabalí directamente. Una cornada mal dada, y a tomar por culo. Daruu lo había leído en algunos libros, donde Señores Feudales llegaban a palmarla por ser demasiado confiados durante sus cacerías.
—Me temo que si nuestras Villas se enfrentan poco podremos hacer —dijo, triste—. Salvo, quizá, no... ¿matarnos si no es necesario? Sería agradable.
Se dio la vuelta.
—Como sea, eres el último que querría tener como enemigo. Por cierto...
»Si lo dices por lo que acabo de decir de las muertes, si quieres luego, cuando estemos sentados en una hoguera comiéndonos una buena pieza (y bebiendo agua de esos cocos, que ya podría ser hidromiel), te lo cuento.
En el fondo, siempre venía bien desahogar esas cosas.
—¡Eh, mira, allí! —señaló inútilmente, pues Datsue no podía ver a través de los árboles—. ¡Hay un par de jabalíes! ¡Jabalíes, Datsue, no ratas!
Daruu subió a la copa de un árbol y guió la marcha. Allí, en un claro del bosque, habían un par de cerdos hozando. Eran grandes y tenían grandes colmillos, que sugerían que quizás fuera hasta mala idea para un ninja enfrentar a un jabalí directamente. Una cornada mal dada, y a tomar por culo. Daruu lo había leído en algunos libros, donde Señores Feudales llegaban a palmarla por ser demasiado confiados durante sus cacerías.