26/04/2018, 16:31
Daruu reconoció que su técnica había molado, así que ensanchó —si se podía más— su sonrisa y posó las manos en su cintura, balanceándose de izquierda a derecha levemente presa de su entusiasmo al escuchar elogios hacia su avance.
Ahora era el turno del Amedama, el cual afirmó que no hacía falta que se apartase, que él iba a hacer que lloviese. Por un momento Eri no entendió a qué se había referido con aquello, ¿cómo era posible que aquel chico hiciera llover? ¿Acaso los de Ame podían conjurar la lluvia?
La kunoichi tomó aire y miró, espectante, como su acompañante comenzaba a hacer la técnica: los sellos, la posición, hasta que...
—¡Suiton: Suiryūdan no Jutsu!
De él emergió un gran dragón formado totalmente de agua, que voló rápidamente hacia el cielo, rugiendo cual verdadero animal mientras ondulaba su cuerpo en el aire, hasta que estalló completamente, haciendo que miles de gotas de agua cayesen sobre ellos cual diluvio. Aquello le había parecido algo precioso y totalmente peligroso, pero no podía estar más maravillada. Se había llevado las manos al pecho de pura expectación y sus ojos, abiertos totalmente, brillaban presos de aquel espectáculo.
—¿Qué tal?
Eri se giró, con una cara bobalicona.
—¡Ha sido alucinante! —exclamó —. ¿Cómo lo aprendiste? ¡Ha sido genial! ¡Ojalá yo pudiera hacer eso!
Ahora era el turno del Amedama, el cual afirmó que no hacía falta que se apartase, que él iba a hacer que lloviese. Por un momento Eri no entendió a qué se había referido con aquello, ¿cómo era posible que aquel chico hiciera llover? ¿Acaso los de Ame podían conjurar la lluvia?
La kunoichi tomó aire y miró, espectante, como su acompañante comenzaba a hacer la técnica: los sellos, la posición, hasta que...
—¡Suiton: Suiryūdan no Jutsu!
De él emergió un gran dragón formado totalmente de agua, que voló rápidamente hacia el cielo, rugiendo cual verdadero animal mientras ondulaba su cuerpo en el aire, hasta que estalló completamente, haciendo que miles de gotas de agua cayesen sobre ellos cual diluvio. Aquello le había parecido algo precioso y totalmente peligroso, pero no podía estar más maravillada. Se había llevado las manos al pecho de pura expectación y sus ojos, abiertos totalmente, brillaban presos de aquel espectáculo.
—¿Qué tal?
Eri se giró, con una cara bobalicona.
—¡Ha sido alucinante! —exclamó —. ¿Cómo lo aprendiste? ¡Ha sido genial! ¡Ojalá yo pudiera hacer eso!