30/04/2018, 12:32
—Bueno, quizás Hibagon pueda explicárnoslo. —dijo Kaido.
—Si te digo la verdad, Kaido —replicó Daruu—, Dudo que Hibagon esté en condiciones de explicar conceptos complicados. No sé si lo has notado, pero aunque parece mucho más inteligente de lo que cabría esperar de una criatura como él, tiene evidentes... carencias.
Los chicos siguieron corriendo hacia el final de la cueva, que cada vez estaba más cerca.
—¡¿En dónde coño se ha metido esa bola de pelos?!
—No lo sé, pero espero que no le haya pasado nada. ¡Mira, ya estamos casi fuera! —dijo Daruu. No tardaron ni medio minuto en salir de nuevo al frío de la ladera de la montaña. Allí había un saliente, y más allá una cuesta abajo ligera llena de pinos y abetos. Todo un bosque.
Esperaron unos minutos. Cuando ambos estaban empezando a hartarse, el suelo empezó a temblar, ritmicamente. Pom. Pom. Los pasos de Hibagon resonaron a través de todo lo demás.
—¡SEÑOR AZUL, SEÑOR PELOPINCHO! ¡YO ECHAR DE MENOS! —Daruu señaló abajo de la ladera. Ahí venía Hibagon. Cargaba lo que parecían ser...
—¡Lleva un oso cargado de cada brazo! ¡Pero qué demonios!
—SEÑORES DISCULPAR. VEO QUE AL FINAL SALVAR SOLOS —dijo Hibagon con una amplia sonrisa de dientes amarillos—. YO ENCONTRAR CENA DE CAMINO.
—¿Cena?
Hibagon hinchó el pecho orgulloso.
—YO PERFECCIONAR RECETA DE PIZZA. PLATO DE PIZZA DE OSO SER MEJOR OBRA DE HIBAGON.
—Eh... —Daruu cruzó una mirada con Kaido.
—PRIMERO, COGER CUCHILLO. LUEGO, CLAVAR CUCHILLO EN OSO. DESPUÉS, DESPELLEJAR OSO, LUEGO...
—Sí, sí, Hibagon, escucha —interrumpió Daruu, a quien le había dado un profundo escalofrío—, ¡Hay unos hombres malos que vienen a por ti!
—OH. NO PREOCUPAR. PAM PAM EN EL COCO Y YA.
—¡No, escucha! Quiero decir... no son malos, son gente normal. Pero creen que tú les robas comida.
—¡PERO YO CAZAR OSOS! ¡YO NO ROBAR!
—Ya, ya lo sé, pero... Otros hombres malos si lo hicieron. Lo que pasa es que los aldeanos creen que has sido tú... Y no creo que podamos convencerlos de lo contrario. ¡Debes irte de aquí, Hibagon!
Hibagon miró a Daruu y puso un puchero.
—YO VENIR LEJOS SOLO PARA VER SEÑORES. YO NO MERECER ESTO.
—Escucha, Hibagon —dijo Daruu, paciente, y se acercó con cautela a la bestia—. Pasaremos un rato contigo. Y luego, nos moveremos de este lugar, a otro. Por favor.
El yeti pareció reflexionar durante diez largos segundos.
—PAM PAM A HOMBRES MALOS.
—Sí, bueno, en cuanto a eso... Ya les hicimos pam pam nosotros, y puede que también nos caiga culpa...
—¡PERO BUENO! HOMBRES BUENOS QUERER PAM PAM A HOMBRES MALOS. ¿VOSOTROS PAM PAM A HOMBRES MALOS Y HOMBRES BUENOS AGRADECERLO HACIENDO PAM PAM A HIBAGON Y A SEÑOR PELOPINCHO? ¡NO ENTENDER A HOMBRES BUENOS!
—Escucha, Hibagon. Vamos donde quieras, pero vamos ya. Por favor.
El hombre bestia asintió.
—SEÑORES COMER PIZZA DE OSO CON HIBAGON. VENID.
—Esto...
—PIZZA DE OSO NO FACIL SER, PERO RICA ESTAR. MIRAR, PRIMERO COGER CUCHILLO. LUEGO, CLAVAR CUCHILLO. LUEGO, DESPELLEJ...
—¡Vale, vale, probaremos tu pizza! Ahora, por favor, ¿a dónde vamos? —dijo Daruu, comenzando a seguir a Hibagon.
—A CASA DE VERANO DE HIBAGON.
«Casa... ¿de verano?»
—Si te digo la verdad, Kaido —replicó Daruu—, Dudo que Hibagon esté en condiciones de explicar conceptos complicados. No sé si lo has notado, pero aunque parece mucho más inteligente de lo que cabría esperar de una criatura como él, tiene evidentes... carencias.
Los chicos siguieron corriendo hacia el final de la cueva, que cada vez estaba más cerca.
—¡¿En dónde coño se ha metido esa bola de pelos?!
—No lo sé, pero espero que no le haya pasado nada. ¡Mira, ya estamos casi fuera! —dijo Daruu. No tardaron ni medio minuto en salir de nuevo al frío de la ladera de la montaña. Allí había un saliente, y más allá una cuesta abajo ligera llena de pinos y abetos. Todo un bosque.
Esperaron unos minutos. Cuando ambos estaban empezando a hartarse, el suelo empezó a temblar, ritmicamente. Pom. Pom. Los pasos de Hibagon resonaron a través de todo lo demás.
—¡SEÑOR AZUL, SEÑOR PELOPINCHO! ¡YO ECHAR DE MENOS! —Daruu señaló abajo de la ladera. Ahí venía Hibagon. Cargaba lo que parecían ser...
—¡Lleva un oso cargado de cada brazo! ¡Pero qué demonios!
—SEÑORES DISCULPAR. VEO QUE AL FINAL SALVAR SOLOS —dijo Hibagon con una amplia sonrisa de dientes amarillos—. YO ENCONTRAR CENA DE CAMINO.
—¿Cena?
Hibagon hinchó el pecho orgulloso.
—YO PERFECCIONAR RECETA DE PIZZA. PLATO DE PIZZA DE OSO SER MEJOR OBRA DE HIBAGON.
—Eh... —Daruu cruzó una mirada con Kaido.
—PRIMERO, COGER CUCHILLO. LUEGO, CLAVAR CUCHILLO EN OSO. DESPUÉS, DESPELLEJAR OSO, LUEGO...
—Sí, sí, Hibagon, escucha —interrumpió Daruu, a quien le había dado un profundo escalofrío—, ¡Hay unos hombres malos que vienen a por ti!
—OH. NO PREOCUPAR. PAM PAM EN EL COCO Y YA.
—¡No, escucha! Quiero decir... no son malos, son gente normal. Pero creen que tú les robas comida.
—¡PERO YO CAZAR OSOS! ¡YO NO ROBAR!
—Ya, ya lo sé, pero... Otros hombres malos si lo hicieron. Lo que pasa es que los aldeanos creen que has sido tú... Y no creo que podamos convencerlos de lo contrario. ¡Debes irte de aquí, Hibagon!
Hibagon miró a Daruu y puso un puchero.
—YO VENIR LEJOS SOLO PARA VER SEÑORES. YO NO MERECER ESTO.
—Escucha, Hibagon —dijo Daruu, paciente, y se acercó con cautela a la bestia—. Pasaremos un rato contigo. Y luego, nos moveremos de este lugar, a otro. Por favor.
El yeti pareció reflexionar durante diez largos segundos.
—PAM PAM A HOMBRES MALOS.
—Sí, bueno, en cuanto a eso... Ya les hicimos pam pam nosotros, y puede que también nos caiga culpa...
—¡PERO BUENO! HOMBRES BUENOS QUERER PAM PAM A HOMBRES MALOS. ¿VOSOTROS PAM PAM A HOMBRES MALOS Y HOMBRES BUENOS AGRADECERLO HACIENDO PAM PAM A HIBAGON Y A SEÑOR PELOPINCHO? ¡NO ENTENDER A HOMBRES BUENOS!
—Escucha, Hibagon. Vamos donde quieras, pero vamos ya. Por favor.
El hombre bestia asintió.
—SEÑORES COMER PIZZA DE OSO CON HIBAGON. VENID.
—Esto...
—PIZZA DE OSO NO FACIL SER, PERO RICA ESTAR. MIRAR, PRIMERO COGER CUCHILLO. LUEGO, CLAVAR CUCHILLO. LUEGO, DESPELLEJ...
—¡Vale, vale, probaremos tu pizza! Ahora, por favor, ¿a dónde vamos? —dijo Daruu, comenzando a seguir a Hibagon.
—A CASA DE VERANO DE HIBAGON.
«Casa... ¿de verano?»