30/04/2018, 16:38
—Está bien, Jirō-dono. Encontraremos y eliminaremos a esa persona que usted quiere ver bajo tierra —dijo Akame tras obtener una mirada de confirmación por parte de su compadre—. ¿Quién es y dónde podremos encontrarla?
El hijo mediano del señor de Rōkoku cruzó los brazos tras su espalda y bajó la cabeza para disimular la sonrisa de auténtica satisfacción que se le había dibujado en la cara.
—Excelente —musitó—. Makoto Masaru ya debe estar lejos de este castillo en estos momentos... Probablemente cruzando el valle en dirección al bosque. Sin embargo —Jirō alzó el mentón, con porte regio, y levantó el dedo índice—, sé dónde se encontrará mañana.
Toritaka Jirō metió la mano en su kimono y sacó un pequeño frasquito de cristal lleno de un líquido transparente. Luego tendió la otra mano hacia los ninjas, pidiéndoles el mapa en blanco. Cuando se lo dieran, el hijo mediano desenrolló el pergamino usando sólo una mano, con gran habilidad, y destapó el frasco. Ante la anonadada mirada de Akame, el noble vertió el contenido de aquel frasquito sobre el pergamino... Pero, en lugar de empaparse y quedar inservible, el líquido corrió sobre el papel hasta caer al suelo, como si fuese impermeable.
Unos instantes después, trazos de color negro empezaron a brotar como flores por el campo, componiendo en apenas un par de minutos una hoja de ruta sumamente detallada. El resultado fue que el pergamino, antes en blanco, exhibía ahora un mapa que representaba los alrededores de Rōkoku con gran lujo de detalles; la propia aldea y el castillo, el sendero que Akame y Datsue habían recorrido para bajar hasta lo más profundo del valle, un santuario que estaba a cierta distancia hacia el Oeste, un río caudaloso por el que los ninjas habían pasado...
—Esta tinta se prepara a partir de un musgo muy peculiar que crece en la orilla de un río cercano —explicó Jirō con una sonrisa, guardándose el frasquito y devolviendo el mapa a los jōnin—. Mi familia siempre la ha usado para escribir misivas secretas y demás. La única forma de revelar el contenido de una carta escrita con esta tinta es... Con agua del propio río.
«Meh, al final Datsue-kun tenía razón...»
—Makoto Masaru huirá hasta este santuario —continuó Jirō, señalando el pequeño dibujo de un templo a un lado del camino—. Se sabe prófugo y no llegará muy lejos con nuestros hombres pisándole los talones, de modo que se refugiará aquí. Pedirá asilo y se hará monje, lo que lo dejará fuera del alcance de nuestros aceros.
»Sin embargo, ustedes son ninjas. No respetan nada, no creen en nada.
Akame asintió, ignorando el ligero toque de desprecio que parecía envolver a las últimas palabras del noble.
—Muy bien. Makoto Masaru-dono será hombre muerto mañana —replicó, un poco de mala gana—. ¿He de suponer que nuestra ruta funeraria nos llevará cerca del templo?
—Así es —respondió el hijo mediano—. Mi padre es un hombre religioso y planea hacer una parada allí de camino al mausoleo Toritaka. Dudo que tengan más de un par de horas, pero al fin y al cabo, son ustedes shinobi de alto rango... ¿No? No debería costarles mucho matar a un hombre que se cree a salvo de la muerte.
El Uchiha se cruzó de brazos y le dedicó a Jirō una mirada cargada de dureza. El hijo mediano del señor Iekatsu se limitó a sonreír otra vez y despedirse con una inclinación de cabeza.
El hijo mediano del señor de Rōkoku cruzó los brazos tras su espalda y bajó la cabeza para disimular la sonrisa de auténtica satisfacción que se le había dibujado en la cara.
—Excelente —musitó—. Makoto Masaru ya debe estar lejos de este castillo en estos momentos... Probablemente cruzando el valle en dirección al bosque. Sin embargo —Jirō alzó el mentón, con porte regio, y levantó el dedo índice—, sé dónde se encontrará mañana.
Toritaka Jirō metió la mano en su kimono y sacó un pequeño frasquito de cristal lleno de un líquido transparente. Luego tendió la otra mano hacia los ninjas, pidiéndoles el mapa en blanco. Cuando se lo dieran, el hijo mediano desenrolló el pergamino usando sólo una mano, con gran habilidad, y destapó el frasco. Ante la anonadada mirada de Akame, el noble vertió el contenido de aquel frasquito sobre el pergamino... Pero, en lugar de empaparse y quedar inservible, el líquido corrió sobre el papel hasta caer al suelo, como si fuese impermeable.
Unos instantes después, trazos de color negro empezaron a brotar como flores por el campo, componiendo en apenas un par de minutos una hoja de ruta sumamente detallada. El resultado fue que el pergamino, antes en blanco, exhibía ahora un mapa que representaba los alrededores de Rōkoku con gran lujo de detalles; la propia aldea y el castillo, el sendero que Akame y Datsue habían recorrido para bajar hasta lo más profundo del valle, un santuario que estaba a cierta distancia hacia el Oeste, un río caudaloso por el que los ninjas habían pasado...
—Esta tinta se prepara a partir de un musgo muy peculiar que crece en la orilla de un río cercano —explicó Jirō con una sonrisa, guardándose el frasquito y devolviendo el mapa a los jōnin—. Mi familia siempre la ha usado para escribir misivas secretas y demás. La única forma de revelar el contenido de una carta escrita con esta tinta es... Con agua del propio río.
«Meh, al final Datsue-kun tenía razón...»
—Makoto Masaru huirá hasta este santuario —continuó Jirō, señalando el pequeño dibujo de un templo a un lado del camino—. Se sabe prófugo y no llegará muy lejos con nuestros hombres pisándole los talones, de modo que se refugiará aquí. Pedirá asilo y se hará monje, lo que lo dejará fuera del alcance de nuestros aceros.
»Sin embargo, ustedes son ninjas. No respetan nada, no creen en nada.
Akame asintió, ignorando el ligero toque de desprecio que parecía envolver a las últimas palabras del noble.
—Muy bien. Makoto Masaru-dono será hombre muerto mañana —replicó, un poco de mala gana—. ¿He de suponer que nuestra ruta funeraria nos llevará cerca del templo?
—Así es —respondió el hijo mediano—. Mi padre es un hombre religioso y planea hacer una parada allí de camino al mausoleo Toritaka. Dudo que tengan más de un par de horas, pero al fin y al cabo, son ustedes shinobi de alto rango... ¿No? No debería costarles mucho matar a un hombre que se cree a salvo de la muerte.
El Uchiha se cruzó de brazos y le dedicó a Jirō una mirada cargada de dureza. El hijo mediano del señor Iekatsu se limitó a sonreír otra vez y despedirse con una inclinación de cabeza.