30/04/2018, 21:01
— De verdad, lo siento mucho, es mi primera misión de protección, se me ha ido un poco de las manos la situación, no volverá a suceder, se lo prometo.
El hombre suspiró, más de cansancio mental que de enfado.
— No te preocupes, Riko. Lo importante es llegar a casa, he tenido viajes peores que este. Y si no hubiera sido por ti, igual hubiera sido uno de esos viajes.
Siguieron el camino durante unas cuantas horas hasta que se puso el Sol, poco después de que anocheciera llegaron a Minori. Justo antes de entrar por la entrada del pueblo, Shin Fu cogió un camino que rodeaba el pueblo. Unos minutos más tarde, verían una cabaña a un lado del camino. Era una casita de madera la mar de sencilla con humo saliendo de su pequeña chimenea, con un par de ventanas y poco más.
Paró el carro en un claro al lado de la casa y la puerta se abrió, dejando ver a una joven con un niño de apenas unos meses en brazos.
— ¿Cariño? ¿Qué haces aquí? No te esperaba hasta dentro de un par de días.
— Al final, contraté unos ninjas. ¿Puedes echarle agua a los caballos? Tengo que llevar a este muchacho shinobi al pueblo para buscar un médico para su compañera.
La mujer se alteró, revisó con la mirada a todos los presentes y se acercó a la muchacha inconsciente justo cuando su presunto marido la cogía en brazos para transportarla.
— Sí, claro. Pero ¿estás bien? ¿Está bien? ¿Los caballos están bien? El carro, oh, dios santo... ¿qué le ha pasado al carro?
— Estamos todos bien, pero los caballos tienen que estar muriéndose de sed. Y lo del carro, nada que no se pueda arreglar. Vamos, Riko.
— Bueno, no tardes que te caliento algo para cenar.
— Está bien, vamos, Riko.
Andaron el camino a la inversa hasta llegar a la puerta de Minori. Donde Shin Fu encaró a Riko con algo de tristeza en el rostro.
— Bueno, considero acabada la misión. No puedo ofrecerte mi casa, porque no cabemos pero no creo que te pierdas aquí en Minori.
El hombre le pasó el cuerpo inerte de la kunoichi a Riko y, despues, se sacaría el pergamino que confirmaba que la misión había sido un exito y se lo pondría encima de la muchacha.
— Muchas gracias y mucha suerte, espero que no te tomes a mal que espere no volver a vernos, creo que mi negocio no lo aguantaría.
El hombre suspiró, más de cansancio mental que de enfado.
— No te preocupes, Riko. Lo importante es llegar a casa, he tenido viajes peores que este. Y si no hubiera sido por ti, igual hubiera sido uno de esos viajes.
Siguieron el camino durante unas cuantas horas hasta que se puso el Sol, poco después de que anocheciera llegaron a Minori. Justo antes de entrar por la entrada del pueblo, Shin Fu cogió un camino que rodeaba el pueblo. Unos minutos más tarde, verían una cabaña a un lado del camino. Era una casita de madera la mar de sencilla con humo saliendo de su pequeña chimenea, con un par de ventanas y poco más.
Paró el carro en un claro al lado de la casa y la puerta se abrió, dejando ver a una joven con un niño de apenas unos meses en brazos.
— ¿Cariño? ¿Qué haces aquí? No te esperaba hasta dentro de un par de días.
— Al final, contraté unos ninjas. ¿Puedes echarle agua a los caballos? Tengo que llevar a este muchacho shinobi al pueblo para buscar un médico para su compañera.
La mujer se alteró, revisó con la mirada a todos los presentes y se acercó a la muchacha inconsciente justo cuando su presunto marido la cogía en brazos para transportarla.
— Sí, claro. Pero ¿estás bien? ¿Está bien? ¿Los caballos están bien? El carro, oh, dios santo... ¿qué le ha pasado al carro?
— Estamos todos bien, pero los caballos tienen que estar muriéndose de sed. Y lo del carro, nada que no se pueda arreglar. Vamos, Riko.
— Bueno, no tardes que te caliento algo para cenar.
— Está bien, vamos, Riko.
Andaron el camino a la inversa hasta llegar a la puerta de Minori. Donde Shin Fu encaró a Riko con algo de tristeza en el rostro.
— Bueno, considero acabada la misión. No puedo ofrecerte mi casa, porque no cabemos pero no creo que te pierdas aquí en Minori.
El hombre le pasó el cuerpo inerte de la kunoichi a Riko y, despues, se sacaría el pergamino que confirmaba que la misión había sido un exito y se lo pondría encima de la muchacha.
— Muchas gracias y mucha suerte, espero que no te tomes a mal que espere no volver a vernos, creo que mi negocio no lo aguantaría.