30/04/2018, 22:28
La puerta tardó nada y menos en abrirse, desvelando un enorme perro amarillo con aspecto fiero con la boca abierta de par en par que le permitía a Eri verle hasta el desayuno al can. Cuando la puerta acabó de abrirse, podría ver al suertudo de mi padre, que con solo tres intentos le había salido el hijo perfecto. Qué suerte, macho.
— ¿Eri-chan? Vaya, qué...
Era normal que la conociera, no solo eramos amigos desde la infancia, sino que mi madre era Uzumaki, y mis dos hermanos también, así que con tres miembros de la familia en esa secta, casi eramos familia, pero solo sobre el papel, sanguineamente teníamos el mismo parecido que los perros y los gatos. El Inuzuka la miró de arriba a abajo.
— Hay que ver como te pareces a cuando mi mujer era joven y no tenía esa mala hostia que le ha salido con la edad.
El perro se acercó a Eri con toda la intención de darle un lengüetazo de dejarla temblando en el sitio, por suerte para ella otra melena pelirroja vendría en su ayuda. Tirando del collar del can y apartando al Inuzuka.
— Quien tendrá la culpa de esta mala hostia que me ha salido, ¿eh? Aish, pero si es la pequeña Eri-chan, ay, dios, pero qué mona estás. ¿Has venido a buscar a Nabi para iros a la feria? No me había dicho nada, ahora mismo te lo traigo, entra y espera en el salón.
No era una sugerencia, ni siquiera iba a pedir permiso a la kunoichi para arrastrarla hasta el comedor, que era el típico japonés con tatamis y ni una sola silla, sino que te doblas de piernas en un cojín. Stuffy no tardó en aparecer, más crecido de lo que Eri recordaba, pero tampoco parecía tener un cambio psicológico importante encima. Parecía bastante cohibido por la presencia de la matriarca de la casa, se acercó a la invitada esperando algunas caricias sin lanzarse a muerte a por ella ni nada demasiado nervioso.
— Enseguida baja mi hijo, voy a avisarle.
Cerró la puerta corredera tras ella, dejando a Eri con papá, perro amarillo y perro tuerto. Se escucharon gritos, pasos rápidos, golpes y algo siendo arrastrado. Tras unos segundos se escuchó el agua de la ducha y algunas notas exageradamente desafinadas y parecía que eso iba a seguir así unos minutos.
— ¿Eri-chan? Vaya, qué...
Era normal que la conociera, no solo eramos amigos desde la infancia, sino que mi madre era Uzumaki, y mis dos hermanos también, así que con tres miembros de la familia en esa secta, casi eramos familia, pero solo sobre el papel, sanguineamente teníamos el mismo parecido que los perros y los gatos. El Inuzuka la miró de arriba a abajo.
— Hay que ver como te pareces a cuando mi mujer era joven y no tenía esa mala hostia que le ha salido con la edad.
El perro se acercó a Eri con toda la intención de darle un lengüetazo de dejarla temblando en el sitio, por suerte para ella otra melena pelirroja vendría en su ayuda. Tirando del collar del can y apartando al Inuzuka.
— Quien tendrá la culpa de esta mala hostia que me ha salido, ¿eh? Aish, pero si es la pequeña Eri-chan, ay, dios, pero qué mona estás. ¿Has venido a buscar a Nabi para iros a la feria? No me había dicho nada, ahora mismo te lo traigo, entra y espera en el salón.
No era una sugerencia, ni siquiera iba a pedir permiso a la kunoichi para arrastrarla hasta el comedor, que era el típico japonés con tatamis y ni una sola silla, sino que te doblas de piernas en un cojín. Stuffy no tardó en aparecer, más crecido de lo que Eri recordaba, pero tampoco parecía tener un cambio psicológico importante encima. Parecía bastante cohibido por la presencia de la matriarca de la casa, se acercó a la invitada esperando algunas caricias sin lanzarse a muerte a por ella ni nada demasiado nervioso.
— Enseguida baja mi hijo, voy a avisarle.
Cerró la puerta corredera tras ella, dejando a Eri con papá, perro amarillo y perro tuerto. Se escucharon gritos, pasos rápidos, golpes y algo siendo arrastrado. Tras unos segundos se escuchó el agua de la ducha y algunas notas exageradamente desafinadas y parecía que eso iba a seguir así unos minutos.
—Nabi—