1/05/2018, 01:59
Fueron dos los estímulos que obligaron al joven Akame a detenerse en mitad de su caminata y volver la vista hacia atrás. Uno, el primero, auditivo; una voz que despertó en su cabeza recuerdos lejanos, como sueños distantes. Pero que, aun así, reconoció. Otro, justo después, táctil. Una mano curtida y fuerte que le tocaba el hombro.
Cuando el jōnin Uchiha se dio media vuelta, en sus labios se dibujó una leve sonrisa al reconocer a aquel que acababa de llamar su atención. Se trataba, nada más y nada menos, de...
—Habaki Karamaru-san —respondió Akame, con una levísima inclinación de cabeza—. Veo que no me recuerdas. Una vez mostraste un gran respeto ante la tumba de un buen amigo mío.
Claro, él sí que era capaz de ubicar al shinobi de la Lluvia; la última vez que se habían visto, mucho tiempo antes de ese día, habían terminado discutiendo por tener cada uno posiciones bien distintas conforme a la filosofía ninja. Sin embargo, para Akame de aquello hacía ya una auténtica eternidad, y realmente lo que había perdurado en su memoria había sido el respeto y la deferencia con la que Karamaru se había comportado frente al monumento conmemorativo de Uzumaki Shiona... Y la pequeña tumba de Uchiha Haskoz.
—Respondiendo a tu pregunta... En efecto, soy jōnin de Uzushiogakure no Sato —rió—. No tengo tanta experiencia como algunos de mis compañeros más veteranos, pero llegaré a su nivel algún día.
El uniforme militar que Akame vestía —de colores rojo, negro y azul marino, como correspondía al Remolino— y la bandana con la espiral grabada que llevaba en su frente dejaban poco lugar a otras interpretaciones.
Cuando el jōnin Uchiha se dio media vuelta, en sus labios se dibujó una leve sonrisa al reconocer a aquel que acababa de llamar su atención. Se trataba, nada más y nada menos, de...
—Habaki Karamaru-san —respondió Akame, con una levísima inclinación de cabeza—. Veo que no me recuerdas. Una vez mostraste un gran respeto ante la tumba de un buen amigo mío.
Claro, él sí que era capaz de ubicar al shinobi de la Lluvia; la última vez que se habían visto, mucho tiempo antes de ese día, habían terminado discutiendo por tener cada uno posiciones bien distintas conforme a la filosofía ninja. Sin embargo, para Akame de aquello hacía ya una auténtica eternidad, y realmente lo que había perdurado en su memoria había sido el respeto y la deferencia con la que Karamaru se había comportado frente al monumento conmemorativo de Uzumaki Shiona... Y la pequeña tumba de Uchiha Haskoz.
—Respondiendo a tu pregunta... En efecto, soy jōnin de Uzushiogakure no Sato —rió—. No tengo tanta experiencia como algunos de mis compañeros más veteranos, pero llegaré a su nivel algún día.
El uniforme militar que Akame vestía —de colores rojo, negro y azul marino, como correspondía al Remolino— y la bandana con la espiral grabada que llevaba en su frente dejaban poco lugar a otras interpretaciones.