1/05/2018, 10:46
La puerta se abrió, y no fue Nabi quien se encontraba detrás. Se encontró con el padre de Nabi y su gran y dorado perro, el cual tenía la boca demasiado abierta.
— ¿Eri-chan? Vaya, qué...
—Buenas noches, venía a buscar a Na-
— Hay que ver como te pareces a cuando mi mujer era joven y no tenía esa mala hostia que le ha salido con la edad.
Pero Eri no escuchaba al mayor, estaba pendiente de su perro, el cual parecía querer saludarla como era debido dándole un buen lametón, aunque, por suerte, aquella persona de la cual solo se fiaba en aquella casa vino en su rescate, pues la mujer Uzumaki tiró del collar del enorme perro y apartó a su marido para saludarla.
— Quien tendrá la culpa de esta mala hostia que me ha salido, ¿eh? Aish, pero si es la pequeña Eri-chan, ay, dios, pero qué mona estás. ¿Has venido a buscar a Nabi para iros a la feria? No me había dicho nada, ahora mismo te lo traigo, entra y espera en el salón.
«Pero yo solo había venido a buscar a Nabi...»
Acongojada por las atenciones de los familiares de Nabi, se vio obligada a entrar en aquella casa de aspecto tradicional, tomando asiento en uno de los cojines que había alrededor de la mesa. Pronto escuchó unas patillas recorrer el suelo y Stuffy no tardó en aparecer, acercándose —más tranquilo de lo normal— a recibirlo. Eri le mostró una sonrisa y le acarició dulcemente la cabeza, esperando que al menos se sentase a su lado y la hiciera compañía.
— Enseguida baja mi hijo, voy a avisarle.
—Gracias, son ustedes muy amables...
Aunque de amables a veces no tenían nada, al menos con su hijo, el cual parecía estar teniendo la cuarta guerra Shinobi en su casa solo con los chillidos de su madre. Eri tragó saliva y se removió, inquieta, sobre su cojín, rezando a todos los dioses que conocía para que Nabi bajase pronto.
— ¿Eri-chan? Vaya, qué...
—Buenas noches, venía a buscar a Na-
— Hay que ver como te pareces a cuando mi mujer era joven y no tenía esa mala hostia que le ha salido con la edad.
Pero Eri no escuchaba al mayor, estaba pendiente de su perro, el cual parecía querer saludarla como era debido dándole un buen lametón, aunque, por suerte, aquella persona de la cual solo se fiaba en aquella casa vino en su rescate, pues la mujer Uzumaki tiró del collar del enorme perro y apartó a su marido para saludarla.
— Quien tendrá la culpa de esta mala hostia que me ha salido, ¿eh? Aish, pero si es la pequeña Eri-chan, ay, dios, pero qué mona estás. ¿Has venido a buscar a Nabi para iros a la feria? No me había dicho nada, ahora mismo te lo traigo, entra y espera en el salón.
«Pero yo solo había venido a buscar a Nabi...»
Acongojada por las atenciones de los familiares de Nabi, se vio obligada a entrar en aquella casa de aspecto tradicional, tomando asiento en uno de los cojines que había alrededor de la mesa. Pronto escuchó unas patillas recorrer el suelo y Stuffy no tardó en aparecer, acercándose —más tranquilo de lo normal— a recibirlo. Eri le mostró una sonrisa y le acarició dulcemente la cabeza, esperando que al menos se sentase a su lado y la hiciera compañía.
— Enseguida baja mi hijo, voy a avisarle.
—Gracias, son ustedes muy amables...
Aunque de amables a veces no tenían nada, al menos con su hijo, el cual parecía estar teniendo la cuarta guerra Shinobi en su casa solo con los chillidos de su madre. Eri tragó saliva y se removió, inquieta, sobre su cojín, rezando a todos los dioses que conocía para que Nabi bajase pronto.