1/05/2018, 12:38
— No te preocupes, Riko. Lo importante es llegar a casa, he tenido viajes peores que este. Y si no hubiera sido por ti, igual hubiera sido uno de esos viajes.
Aquellas palabras, que lejos quedaban de ser algo tranquilizador, hicieron que el joven genin se sintiera algo más aliviado, al fin y al cabo era cierto que había defendido al cliente y a su mercancía del ataque de unos bandidos, aunque quizás no hubiera sido la mejor de las maneras, por lo que el peliblanco asintió y siguió con lo suyo.
El camino se hizo algo largo pero por fin, ya con la noche encima, llegaron a su destino, una pequeña cabaña de la cual se podía ver humo saliendo de la chimenea. En cuanto pararon una mujer con un bebé entre los brazos les recibió.
— ¿Cariño? ¿Qué haces aquí? No te esperaba hasta dentro de un par de días.
Sin lugar a dudas era la mujer de Fu-san, por lo que Riko hizo una ligera reverencia a modo de saludo en cuanto su cliente habló de él.
— Está bien, vamos, Riko.
Riko asintió y antes de marcharse encaró a la mujer y, de nuevo, hizo una ligera reverencia.
— Encantado.
El hombre y el shinobi entonces comenzaron a andar hacia la puerta del pueblo, donde se despidieron y el mercader le tendió el pergamino que confirmaba que había cumplido con éxito la misión, lo cual, teniendo en cuenta que se había quedado solo en el momento crucial, era algo importante al menos para él.
— Lo entiendo, que le vaya todo genial. — Y se despidió con una reverencia.
Al día siguiente comenzó su camino de vuelta a casa con Koko y, cuando llegaron a la aldea, lo primero que hicieron fue dirigirse al edificio del Uzukage a reclamar la recompensa de haber cumplido con éxito la misión y, en cuanto ésto estuvo terminado, volvió a casa, tenía mucho de lo que hablar con su tía sobre lo que había sucedido en aquella misión.
Aquellas palabras, que lejos quedaban de ser algo tranquilizador, hicieron que el joven genin se sintiera algo más aliviado, al fin y al cabo era cierto que había defendido al cliente y a su mercancía del ataque de unos bandidos, aunque quizás no hubiera sido la mejor de las maneras, por lo que el peliblanco asintió y siguió con lo suyo.
El camino se hizo algo largo pero por fin, ya con la noche encima, llegaron a su destino, una pequeña cabaña de la cual se podía ver humo saliendo de la chimenea. En cuanto pararon una mujer con un bebé entre los brazos les recibió.
— ¿Cariño? ¿Qué haces aquí? No te esperaba hasta dentro de un par de días.
Sin lugar a dudas era la mujer de Fu-san, por lo que Riko hizo una ligera reverencia a modo de saludo en cuanto su cliente habló de él.
— Está bien, vamos, Riko.
Riko asintió y antes de marcharse encaró a la mujer y, de nuevo, hizo una ligera reverencia.
— Encantado.
El hombre y el shinobi entonces comenzaron a andar hacia la puerta del pueblo, donde se despidieron y el mercader le tendió el pergamino que confirmaba que había cumplido con éxito la misión, lo cual, teniendo en cuenta que se había quedado solo en el momento crucial, era algo importante al menos para él.
— Lo entiendo, que le vaya todo genial. — Y se despidió con una reverencia.
Al día siguiente comenzó su camino de vuelta a casa con Koko y, cuando llegaron a la aldea, lo primero que hicieron fue dirigirse al edificio del Uzukage a reclamar la recompensa de haber cumplido con éxito la misión y, en cuanto ésto estuvo terminado, volvió a casa, tenía mucho de lo que hablar con su tía sobre lo que había sucedido en aquella misión.
~ Narro ~ Hablo ~ «Pienso»