27/08/2015, 03:55
La caída fue rápida y el golpe fuerte.
Kazuma se encontraba sobre la arena tratando de orientarse un poco.
Aunque lo normal hubiera sido levantarse y sacudirse la arena de encima, el joven Ishimura parecía tener otras prioridades en aquel momento. Lo único en lo que podía pensar era en encontrar todas las conchas que había recogido.
Después de todo, ese tipo de cosas le fascinaban. El imaginar como una criatura viva podía crear algo tan bonito y a la vez tan fuerte y complejo atrapaba por completo su atención. También se encontraba emocionado por expandir su colección, hacía tiempo que ya tenía ejemplares de todos los tipos de conchas y caracolas que se podían encontrar en las playas de Uzushio. Por lo que perder todas aquellas nuevas adquisiciones era algo que no podía permitirse.
Mientras se encontraba de rodillas en el suelo, pudo percibir que alguien le decía algo. Pero dado su concentración con el asunto entre manos, no alcanzo a escuchar algo más allá de un leve murmullo. Solo atendería a lo que hubiese a su alrededor en cuanto recogiera las corazas que llevaba consigo.
Luego de estar en lo mismo por unos instantes, localizo siete caracolas. Sin embargo faltaba una, la que era la más hermosa, aquella que quería regalar a Naomi, quien también disfrutaba de aquel pasatiempo.
Busco con un poco mas de atención, y cuando empezaba a frustrarse por fin la consiguió. Era la más grande, pero de alguna forma había quedado parcialmente enterrada. Con eso, decidió que había sido suficiente, por lo que guardo su tesoro marino en el pequeño costal que había comprado en el pueblo.
Había otros asuntos que atender, aunque con todo aquello se le había olvidado hasta el hecho de por qué estaba en la playa.
Se levanto mientras sacudía la arena de su cabello, para luego proceder a mirar los alrededores. Primero miro hacia el mar, luego la a pared del acantilado y finalmente a la línea costera. Pero solo conseguía hacerse preguntas sin importancia que le impedían concentrarse en aquella cuestión que tenía pendiente.
Luego de unos instantes recordó haber escuchado la voz de alguien.
Al girar para mirar a sus espaldas le encontró, no solo era la persona que le había hablado, también tenía que ser con quien había tropezado minutos antes. Pues no había nadie mas en aquel lugar.
Le miro, y con claridad concluyo que esa persona estaba molesta y esperando algo. Lo cual hizo que Kazuma cayera en cuenta de la situación.
—Cielos, tú debes ser con quien tropecé —dijo mostrándose un poco sorprendido.
—Lamento eso, es que… Bueno, venia distraído y no pensé que pudiese haber alguien tirado en la playa —aseguro él, mientras en su rostro se asomaba un rastro de vergüenza.
Kazuma se encontraba sobre la arena tratando de orientarse un poco.
Aunque lo normal hubiera sido levantarse y sacudirse la arena de encima, el joven Ishimura parecía tener otras prioridades en aquel momento. Lo único en lo que podía pensar era en encontrar todas las conchas que había recogido.
Después de todo, ese tipo de cosas le fascinaban. El imaginar como una criatura viva podía crear algo tan bonito y a la vez tan fuerte y complejo atrapaba por completo su atención. También se encontraba emocionado por expandir su colección, hacía tiempo que ya tenía ejemplares de todos los tipos de conchas y caracolas que se podían encontrar en las playas de Uzushio. Por lo que perder todas aquellas nuevas adquisiciones era algo que no podía permitirse.
Mientras se encontraba de rodillas en el suelo, pudo percibir que alguien le decía algo. Pero dado su concentración con el asunto entre manos, no alcanzo a escuchar algo más allá de un leve murmullo. Solo atendería a lo que hubiese a su alrededor en cuanto recogiera las corazas que llevaba consigo.
Luego de estar en lo mismo por unos instantes, localizo siete caracolas. Sin embargo faltaba una, la que era la más hermosa, aquella que quería regalar a Naomi, quien también disfrutaba de aquel pasatiempo.
Busco con un poco mas de atención, y cuando empezaba a frustrarse por fin la consiguió. Era la más grande, pero de alguna forma había quedado parcialmente enterrada. Con eso, decidió que había sido suficiente, por lo que guardo su tesoro marino en el pequeño costal que había comprado en el pueblo.
Había otros asuntos que atender, aunque con todo aquello se le había olvidado hasta el hecho de por qué estaba en la playa.
Se levanto mientras sacudía la arena de su cabello, para luego proceder a mirar los alrededores. Primero miro hacia el mar, luego la a pared del acantilado y finalmente a la línea costera. Pero solo conseguía hacerse preguntas sin importancia que le impedían concentrarse en aquella cuestión que tenía pendiente.
Luego de unos instantes recordó haber escuchado la voz de alguien.
Al girar para mirar a sus espaldas le encontró, no solo era la persona que le había hablado, también tenía que ser con quien había tropezado minutos antes. Pues no había nadie mas en aquel lugar.
Le miro, y con claridad concluyo que esa persona estaba molesta y esperando algo. Lo cual hizo que Kazuma cayera en cuenta de la situación.
—Cielos, tú debes ser con quien tropecé —dijo mostrándose un poco sorprendido.
—Lamento eso, es que… Bueno, venia distraído y no pensé que pudiese haber alguien tirado en la playa —aseguro él, mientras en su rostro se asomaba un rastro de vergüenza.