1/05/2018, 22:42
Un nuevo visitante entró dentro de La velada del trueno, el reputado restaurante del Distrito Comercial de Amegakure. Quizás llamarlo reputado restaurante era elevarlo a una categoría demasiado alta, pero lo cierto es que tenía muy buena reputación, y es que llamarlo bar tampoco era lo correcto. Era un sitio desenfadado, informal, bien decorado pero que no exigía etiqueta ni era frecuentado por gente de un alto estatus. La velada del trueno era un restaurante con gran variedad de platos, frecuentado por gente joven, de buen comer y de buen beber. Desde tapas típicas de restaurantes de comida rápida reimaginadas y cocinadas con ingredientes de calidad hasta platos extranjeros, como esos rollitos de carne de camello del País del Viento. La bebida, excepto la hidromiel pluvial y la cerveza, podía rellenarse gratuitamente si uno iba a cenar. Era bastante grande, con mesas y sofás cerca de las paredes. Tenía una decoración que lo hacía muy acogedor, con esas luces tenues de color azul eléctrico que enfatizaba el nombre del sitio.
—Buenas noches. ¿Mesa para uno? —Le recibió una camarera joven, pecosa, con el pelo castaño y ojos azules, que aguardaba sonriente detrás de un mostrador.
Daruu dejó la capa de viaje impermeable en el perchero. Aquella noche se había vestido con una sudadera negra y unos pantalones de color azul marino.
—No, no. Tengo reservada una mesa para dos a nombre de Amedama Daruu. Todavía falta mi acompañante.
—Oh, vale, vale. Si quieres puedes esperar en esos sillones de ahí.
Daruu asintió, y tomó asiento en uno de los sillones negros de la entrada. Echó la cabeza hacia atrás y suspiró. ¿Estaría bien el sitio? ¿Quizás demasiado informal para una cita? Dioses, se le daban muy mal aquellas cosas, y mira que llevaban un tiempo ya...
—Buenas noches. ¿Mesa para uno? —Le recibió una camarera joven, pecosa, con el pelo castaño y ojos azules, que aguardaba sonriente detrás de un mostrador.
Daruu dejó la capa de viaje impermeable en el perchero. Aquella noche se había vestido con una sudadera negra y unos pantalones de color azul marino.
—No, no. Tengo reservada una mesa para dos a nombre de Amedama Daruu. Todavía falta mi acompañante.
—Oh, vale, vale. Si quieres puedes esperar en esos sillones de ahí.
Daruu asintió, y tomó asiento en uno de los sillones negros de la entrada. Echó la cabeza hacia atrás y suspiró. ¿Estaría bien el sitio? ¿Quizás demasiado informal para una cita? Dioses, se le daban muy mal aquellas cosas, y mira que llevaban un tiempo ya...