3/05/2018, 12:24
Pero Daruu, lejos de ofenderse o mostrarse molesto con ella, se levantó y la abrazó con fuerza. Y ella le correspondió de buena gana.
—No pasa nada —le dijo—. Aquél día iba con tanta prisa que se me olvidó decirte si conocías el sitio. Oye —añadió, separándose un poco de ella y tomándola por los hombros. Sus ojos púrpura la recorrieron de arriba a abajo, y Ayame no tardó en sonrojarse—. Estás guapísima.
Y sus mejillas se encendieron con aún más fuerza, si es que aquello era posible. Ayame abrió y cerró varias veces la boca, como un pez fuera del agua. No estaba acostumbrada a recibir halagos, mucho menos de su aspecto físico, y no sabía muy bien cómo debía reaccionar. Y al final optó por lo simple:
—G... g... gracias... —balbuceó, apartando la mirada con infinita vergüenza. En un gesto casi inconsciente, alzó una mano y se tomó un mechón de pelo con los dedos índice y corazón. Y enseguida las palabras salieron de sus palabras salieron de manera atropellada por sus labios—. Aunque... bueno... yo... yo... no sabía cómo peinarme, ni sabía si te gustaría, ni nunca me he maquillado, y en casa sólo están papá y Kōri, así que no tenía con qué hacerlo ni a quién pedir consejo ni sabía cómo hacerlo y... y... no sabía si te gustaría así, y... —terminó por morderse la lengua, respirando hondo, y volvió a mirar a Daruu con ojos temblorosos y las mejillas encendidas como braseros al rojo vivo—. Tú también estás muy guapo, Daruu-kun.
—¿No habías venido nunca aquí? —le preguntó, y Ayame negó con la cabeza.
—No. A papá no le suelen gustar este tipo de restaurantes, y yo nunca había oído hablar de él antes —sonrió, algo nerviosa.
—No pasa nada —le dijo—. Aquél día iba con tanta prisa que se me olvidó decirte si conocías el sitio. Oye —añadió, separándose un poco de ella y tomándola por los hombros. Sus ojos púrpura la recorrieron de arriba a abajo, y Ayame no tardó en sonrojarse—. Estás guapísima.
Y sus mejillas se encendieron con aún más fuerza, si es que aquello era posible. Ayame abrió y cerró varias veces la boca, como un pez fuera del agua. No estaba acostumbrada a recibir halagos, mucho menos de su aspecto físico, y no sabía muy bien cómo debía reaccionar. Y al final optó por lo simple:
—G... g... gracias... —balbuceó, apartando la mirada con infinita vergüenza. En un gesto casi inconsciente, alzó una mano y se tomó un mechón de pelo con los dedos índice y corazón. Y enseguida las palabras salieron de sus palabras salieron de manera atropellada por sus labios—. Aunque... bueno... yo... yo... no sabía cómo peinarme, ni sabía si te gustaría, ni nunca me he maquillado, y en casa sólo están papá y Kōri, así que no tenía con qué hacerlo ni a quién pedir consejo ni sabía cómo hacerlo y... y... no sabía si te gustaría así, y... —terminó por morderse la lengua, respirando hondo, y volvió a mirar a Daruu con ojos temblorosos y las mejillas encendidas como braseros al rojo vivo—. Tú también estás muy guapo, Daruu-kun.
—¿No habías venido nunca aquí? —le preguntó, y Ayame negó con la cabeza.
—No. A papá no le suelen gustar este tipo de restaurantes, y yo nunca había oído hablar de él antes —sonrió, algo nerviosa.