4/05/2018, 01:17
El yeti se volteó en súbito tras las palabras del escualo, y Kaido estuvo a punto de echar a correr en cuanto cruzaron sus miradas.
—PUES NO. UNA CASA DE VERANO ES A DONDE TÚ IR EN VERANO. Y ESTAR EN VERANO. SEÑOR AZUL IDIOTA.
—Es lógica aplastante, Kaido-kun
—Malditos... —murmuró, apenas audible incluso para él mismo. Luego, continuó marchando.
Más pronto que tarde, tras cruzar una serie de cúmulos de pino que con cada paso iba convirtiéndose en bosques más densos, Daruu también sintió la necesidad de averiguar a dónde iban e increpó a la bestia aunque con más sutileza.
—Oye, Hibagon... ¿dónde está tu casa de verano? —insistió Daruu.
—NO TENER SENTIDO ROMÁNICO.
—Será romántico, ¿no?
—O CALLAR O PAM PAM EN EL COCO.
—¡Ja! ahí tienes tu lógica aplastante —dijo, vengativo; tras unas risillas.
—Vale, vale...
Pero entre una cosa y la otra, de pronto se encontraron frente a unas ruinas arcaicas que ser erguían unas sobre las otras. Una de las enormes piedras en especial rezaba, literalmente, Kasa Berano. Los cables de Kaido se cruzaron en cuanto vio la oportunidad y estuvo a punto —sí, a punto, porque un segundo después terminó arrepintiéndose— de corregir al Hibagon por sus errores ortográficos.
Los tres se adentraron en la casa y tomaron asiento alrededor de una hoguera, mientras el abominable Yeti hacía los deberes con los osos.
Kaido miró a Daruu.
—Surreal no, lo siguiente —le susurró—. lo mejor será guardarnos la historia de este viaje para nosotros, porque si se lo cuentas a alguien, van a pensar que perdiste la cordura.
Después, se tomó el tiempo de ponerse cómodo e inspeccionó un poco el lugar. Acogedor, Hibagon había logrado armarse un hogar de la nada, de alimentarse por sí mismo sin tener que inmiscuirse en las vicisitudes de un pueblo lleno de humanos y muy a pesar de sus numerosas limitaciones, lo había hecho por sí sólo. Probablemente también habría podido deshacerse de los ladrones, aunque no así limpiar su nombre. Pero salvo esa excepción, y de que habían podido ver a un viejo amigo, el viaje hasta Yukio no había sido demasiado productivo.
—Oye. ¿Tú has comido carne de oso? ¿y si sabe mal? —le susurró—. como llegue a vomitar en cuánto la pruebe... la vamos a liar.
—PUES NO. UNA CASA DE VERANO ES A DONDE TÚ IR EN VERANO. Y ESTAR EN VERANO. SEÑOR AZUL IDIOTA.
—Es lógica aplastante, Kaido-kun
—Malditos... —murmuró, apenas audible incluso para él mismo. Luego, continuó marchando.
Más pronto que tarde, tras cruzar una serie de cúmulos de pino que con cada paso iba convirtiéndose en bosques más densos, Daruu también sintió la necesidad de averiguar a dónde iban e increpó a la bestia aunque con más sutileza.
—Oye, Hibagon... ¿dónde está tu casa de verano? —insistió Daruu.
—NO TENER SENTIDO ROMÁNICO.
—Será romántico, ¿no?
—O CALLAR O PAM PAM EN EL COCO.
—¡Ja! ahí tienes tu lógica aplastante —dijo, vengativo; tras unas risillas.
—Vale, vale...
Pero entre una cosa y la otra, de pronto se encontraron frente a unas ruinas arcaicas que ser erguían unas sobre las otras. Una de las enormes piedras en especial rezaba, literalmente, Kasa Berano. Los cables de Kaido se cruzaron en cuanto vio la oportunidad y estuvo a punto —sí, a punto, porque un segundo después terminó arrepintiéndose— de corregir al Hibagon por sus errores ortográficos.
Los tres se adentraron en la casa y tomaron asiento alrededor de una hoguera, mientras el abominable Yeti hacía los deberes con los osos.
Kaido miró a Daruu.
—Surreal no, lo siguiente —le susurró—. lo mejor será guardarnos la historia de este viaje para nosotros, porque si se lo cuentas a alguien, van a pensar que perdiste la cordura.
Después, se tomó el tiempo de ponerse cómodo e inspeccionó un poco el lugar. Acogedor, Hibagon había logrado armarse un hogar de la nada, de alimentarse por sí mismo sin tener que inmiscuirse en las vicisitudes de un pueblo lleno de humanos y muy a pesar de sus numerosas limitaciones, lo había hecho por sí sólo. Probablemente también habría podido deshacerse de los ladrones, aunque no así limpiar su nombre. Pero salvo esa excepción, y de que habían podido ver a un viejo amigo, el viaje hasta Yukio no había sido demasiado productivo.
—Oye. ¿Tú has comido carne de oso? ¿y si sabe mal? —le susurró—. como llegue a vomitar en cuánto la pruebe... la vamos a liar.