5/05/2018, 16:57
Y bien que hizo Riko al tomar las prevenciones necesarias, pues era bien sabido que el puerto principal que hacía vida en las Costas del Remolino solía ser bastante ajetreado en días de semana. No por nada era el embarcadero más importante de la aldea, de la cual iban y venían navíos mercantes diariamente, procedentes de otras locaciones meridionales, como las Islas del Té, por ejemplo. El Uzujin descendió por una colina transversal que cruzaba un pequeño claro de cerezos, hasta que sus pies vieron por fin la blanca y fina arena que cubría los inicios de la playa. Aunque pronto un tuvo que subirse a un tablero de madera que se extendía serpenteante a través de la orilla, y que terminaba bifurcándose en los distintos atracaderos del puerto.
Enormes barcos cubrían los muelles. Cientos de transeúntes cargaban mercancía de un lado a otro, y otros tantos aguardaban cruceros vacacionales con las maletas llenas de ilusiones. De cualquier forma, el movimiento era abrumador.
Pero lo cierto es que Riko había pasado de un detalle sumamente importante, y es que no sabía en cual fila del muelle atracaría el transporte que traía a Hōjin Kasabe desde la Mediana Roja. Quizás faltaba hora y media para su llegada, pero le haría muy bien adelantarse a los hechos y averiguar como bien pudiera aquella información.
Enormes barcos cubrían los muelles. Cientos de transeúntes cargaban mercancía de un lado a otro, y otros tantos aguardaban cruceros vacacionales con las maletas llenas de ilusiones. De cualquier forma, el movimiento era abrumador.
Pero lo cierto es que Riko había pasado de un detalle sumamente importante, y es que no sabía en cual fila del muelle atracaría el transporte que traía a Hōjin Kasabe desde la Mediana Roja. Quizás faltaba hora y media para su llegada, pero le haría muy bien adelantarse a los hechos y averiguar como bien pudiera aquella información.