8/05/2018, 02:15
—Bu-Bueno, muchas gracias por el aviso, pero creo que quedaría peor en mi expediente una misión rechazada que una fallada, tendré cuidado y lo haré lo mejor que pueda.
—Como dicen por ahí: el que avisa no es traidor ¡juajuajua!
—¡Gracias por su tiempo! Me marcho que no quiero llegar tarde. ¡Un placer!
—¡Ta lué! —se despidió, para luego continuar con su labor. Aún le quedaban cientos de róbalos para descamar.
Así pues, Riko avanzó a través de la playa para dirigirse hacia el otro extremo, que no discrepaba demasiado de los muelles de carga, salvo por la menor afluencia de navíos y también el estado de los mismos. Eran barcos menos rudimentarios, con mayores lujos que el velero de un simple pescador, por ejemplo, aunque nada en extremo extravagante.
El muelle número séis, para entonces, aún estaba desocupado. Sólo olas rompientes ataviaban los tablones de madera que se extendían un par de metros hasta los primeros metros de profundidad de la playa.
Aún faltaría una hora, quizás, antes que los invitados de honor divisaran tierra. Riko tendría tiempo para discernir bien los métodos que aplicaría para el encargo que tenía entre manos, que salvo por las palabras de aquel viejo pescador, pintaba ser una tarea tediosa aunque bastante sencilla. Después de todo, un ninja aspira a tener entre sus manos tareas que requieran mayor destreza que la de cuidar apropiadamente a un par de chavales, por lo que para él —y así también para todos aquellos que a según habían fallado la misma misión— se trataba de una tarea imposible de fallar. Después de todo, ¿qué tan difícil podía ser cuidar a un par de gemelas?
Además, las gemelas suelen ser tiernas. Y eran niñas, además. ¿Qué podía salir mal?
—Como dicen por ahí: el que avisa no es traidor ¡juajuajua!
—¡Gracias por su tiempo! Me marcho que no quiero llegar tarde. ¡Un placer!
—¡Ta lué! —se despidió, para luego continuar con su labor. Aún le quedaban cientos de róbalos para descamar.
Así pues, Riko avanzó a través de la playa para dirigirse hacia el otro extremo, que no discrepaba demasiado de los muelles de carga, salvo por la menor afluencia de navíos y también el estado de los mismos. Eran barcos menos rudimentarios, con mayores lujos que el velero de un simple pescador, por ejemplo, aunque nada en extremo extravagante.
El muelle número séis, para entonces, aún estaba desocupado. Sólo olas rompientes ataviaban los tablones de madera que se extendían un par de metros hasta los primeros metros de profundidad de la playa.
Aún faltaría una hora, quizás, antes que los invitados de honor divisaran tierra. Riko tendría tiempo para discernir bien los métodos que aplicaría para el encargo que tenía entre manos, que salvo por las palabras de aquel viejo pescador, pintaba ser una tarea tediosa aunque bastante sencilla. Después de todo, un ninja aspira a tener entre sus manos tareas que requieran mayor destreza que la de cuidar apropiadamente a un par de chavales, por lo que para él —y así también para todos aquellos que a según habían fallado la misma misión— se trataba de una tarea imposible de fallar. Después de todo, ¿qué tan difícil podía ser cuidar a un par de gemelas?
Además, las gemelas suelen ser tiernas. Y eran niñas, además. ¿Qué podía salir mal?