10/05/2018, 15:06
Hibagon, inamovible, sólo tensó los músculos de los brazos, ignorando completamente a Daruu y a Kaido.
—HIBAGON PROTEGER AMIGOS —repitió.
—¡P... pero Hibagon! Nosotros hemos venido precisamente para protegerte a ti. ¡Tú también eres nuestro amigo! ¿Entiendes? Nunca te has metido en problemas. No es hora de que empieces a hacerlo, Hibagon. ¡Queremos protegerte! ¡Tenemos que irnos!
El enorme monstruo blanco y peludo giró su cara de orangután y les observó por encima del hombro con los ojos entrecerrados. Entonces, suspiró, cerró los párpados, y pesadamente, se dio la vuelta...
...y los cogió como si fueran dos sacos de la harina que usaba para hacer las pizzas.
—HIBAGON HACER CASO. BIEN. HUIR JUNTOS. CONFIAR EN SEÑORES. VAMOS.
Aunque fuese una situación de lo más humillante, Daruu suspiró de alivio y se dejó llevar. Al fin y al cabo, las largas y curtidas piernas de Hibagon serían más rápidas que las de ellos dos. Para cuando la turba furiosa llegase al claro, sólo quedarían los restos de una extraña pizza de oso.
Hibagon se detuvo después de que atravesaran una arboleda frondosa. Sus pies se deslizaron por la nieve y frenaron justo a tiempo para que el trío no cayera por una ladera inclinada llena de piedras.
—¡Mierda, y ahora qué! —dijo Daruu—. ¡Estamos atrapados!
—NO. ESTO SER LO QUE HIBAGON BUSCAR.
—¿Qué...?
—ESTO SER CAMINO RÁPIDO.
El Yeti saltó, y a Daruu ni siquiera le dio tiempo a protestar. Como si estuviera encima de una tabla de esquí, el monstruo empezó a deslizarse por la nieve de la ladera con una destreza magistral, cayendo en picado y esquivando las rocas.
—¡UUUUUAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA!
—HIBAGON PROTEGER AMIGOS —repitió.
—¡P... pero Hibagon! Nosotros hemos venido precisamente para protegerte a ti. ¡Tú también eres nuestro amigo! ¿Entiendes? Nunca te has metido en problemas. No es hora de que empieces a hacerlo, Hibagon. ¡Queremos protegerte! ¡Tenemos que irnos!
El enorme monstruo blanco y peludo giró su cara de orangután y les observó por encima del hombro con los ojos entrecerrados. Entonces, suspiró, cerró los párpados, y pesadamente, se dio la vuelta...
...y los cogió como si fueran dos sacos de la harina que usaba para hacer las pizzas.
—HIBAGON HACER CASO. BIEN. HUIR JUNTOS. CONFIAR EN SEÑORES. VAMOS.
Aunque fuese una situación de lo más humillante, Daruu suspiró de alivio y se dejó llevar. Al fin y al cabo, las largas y curtidas piernas de Hibagon serían más rápidas que las de ellos dos. Para cuando la turba furiosa llegase al claro, sólo quedarían los restos de una extraña pizza de oso.
Hibagon se detuvo después de que atravesaran una arboleda frondosa. Sus pies se deslizaron por la nieve y frenaron justo a tiempo para que el trío no cayera por una ladera inclinada llena de piedras.
—¡Mierda, y ahora qué! —dijo Daruu—. ¡Estamos atrapados!
—NO. ESTO SER LO QUE HIBAGON BUSCAR.
—¿Qué...?
—ESTO SER CAMINO RÁPIDO.
El Yeti saltó, y a Daruu ni siquiera le dio tiempo a protestar. Como si estuviera encima de una tabla de esquí, el monstruo empezó a deslizarse por la nieve de la ladera con una destreza magistral, cayendo en picado y esquivando las rocas.
—¡UUUUUAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA!