11/05/2018, 13:46
(Última modificación: 11/05/2018, 13:46 por Aotsuki Ayame.)
Pero Daruu le restó importancia a sus halagos y a sus palabras agitando una mano en el aire.
—Bah, y qué más da —replicó—. Además, una gran parte de entrenar como equipo es conocer lo que puede hacer tu compañero. De esa manera quizás algún día podamos cooperar para hacer una técnica genial. ¿Te imaginas?
—Supongo... que tienes razón —respondió Ayame, con una tenue sonrisa. Y aún así, ella era la primera que siempre se guardaba ases debajo de la manga. ¿Debería cambiar ese hecho? Siempre había sido educada para mantener sus técnicas en secreto, revelar lo mínimo posible a un posible futuro oponente... y ahora le era terriblemente difícil cambiar su conducta.
De hecho, una de las personas a las que menos había revelado sus habilidades era, precisamente, su padre. Porque se estaba guardando todos los ases posibles para sus planes futuros.
«Poder crear juntos una técnica... ¡Eso sería genial!»
—¡Ya vienen, ya vienen! —exclamó Daruu, y Ayame no pudo evitar sonreír con ternura al verle dar botes emocionados de niño pequeño.
Dos camareros entraron en escena y dejaron los múltiples platos frente a los dos muchachos. El olor de la comida no tardó en impregnar su nariz, y Ayame casi se derritió en su asiento de puro placer. Triángulos bañados en queso, carne picada y troceada por encima y una salsa blanquecina; patatas bañadas también en queso y bacon, los aros de cebolla con un dorado prácticamente perfecto...
—¡Que aproveche! —dijeron al unísono, juntando las manos.
Y Ayame no tardó en lanzarse al ataque. Cogió uno de los triángulos y se lo llevó a la boca. La salsa de yogur combinada con la carne y y el queso prácticamente se derritió en su boca y Ayame gimoteó del gusto.
—¡Jo, qué bueno está! —exclamó. Hacía mucho que no probaba algo tan delicioso como aquello, y Ayame supo que acababa de aficionarse a aquel plato hasta el punto de lo enfermizo—. Hablando de crear técnicas... Conoces mi técnica del grito, ¿verdad? —sonrió, con una risilla divertida—. No te he contado que es un arma de doble filo para mí. Desgañitarme de esa manera me daña la garganta y no puedo usarla varias veces seguidas... De hecho, cuando estuve desarrollándola e intentando dominarla me pasé un poco de rosca... Y estuve como tres días sin poder hablar. Tenías que ver la cara que puso mi padre, sin saber cómo me había quedado sin voz de la noche a la mañana.
Se rio, y se llevó otro triángulo de aquellos a la boca. Sólo que esa vez...
—Bah, y qué más da —replicó—. Además, una gran parte de entrenar como equipo es conocer lo que puede hacer tu compañero. De esa manera quizás algún día podamos cooperar para hacer una técnica genial. ¿Te imaginas?
—Supongo... que tienes razón —respondió Ayame, con una tenue sonrisa. Y aún así, ella era la primera que siempre se guardaba ases debajo de la manga. ¿Debería cambiar ese hecho? Siempre había sido educada para mantener sus técnicas en secreto, revelar lo mínimo posible a un posible futuro oponente... y ahora le era terriblemente difícil cambiar su conducta.
De hecho, una de las personas a las que menos había revelado sus habilidades era, precisamente, su padre. Porque se estaba guardando todos los ases posibles para sus planes futuros.
«Poder crear juntos una técnica... ¡Eso sería genial!»
—¡Ya vienen, ya vienen! —exclamó Daruu, y Ayame no pudo evitar sonreír con ternura al verle dar botes emocionados de niño pequeño.
Dos camareros entraron en escena y dejaron los múltiples platos frente a los dos muchachos. El olor de la comida no tardó en impregnar su nariz, y Ayame casi se derritió en su asiento de puro placer. Triángulos bañados en queso, carne picada y troceada por encima y una salsa blanquecina; patatas bañadas también en queso y bacon, los aros de cebolla con un dorado prácticamente perfecto...
—¡Que aproveche! —dijeron al unísono, juntando las manos.
Y Ayame no tardó en lanzarse al ataque. Cogió uno de los triángulos y se lo llevó a la boca. La salsa de yogur combinada con la carne y y el queso prácticamente se derritió en su boca y Ayame gimoteó del gusto.
—¡Jo, qué bueno está! —exclamó. Hacía mucho que no probaba algo tan delicioso como aquello, y Ayame supo que acababa de aficionarse a aquel plato hasta el punto de lo enfermizo—. Hablando de crear técnicas... Conoces mi técnica del grito, ¿verdad? —sonrió, con una risilla divertida—. No te he contado que es un arma de doble filo para mí. Desgañitarme de esa manera me daña la garganta y no puedo usarla varias veces seguidas... De hecho, cuando estuve desarrollándola e intentando dominarla me pasé un poco de rosca... Y estuve como tres días sin poder hablar. Tenías que ver la cara que puso mi padre, sin saber cómo me había quedado sin voz de la noche a la mañana.
Se rio, y se llevó otro triángulo de aquellos a la boca. Sólo que esa vez...