11/05/2018, 17:57
—Adelante.
Al entrar, Datsue estuvo a punto de hacer una de sus típicas y rimbombantes presentaciones, pero algo le detuvo. Se trataba del ambiente, tan tenso que le oprimía. Se trataba del rostro de su Uzukage, frío y duro como el hielo. Se trataba…
Se trataba del pergamino que sujetaba entre las manos, con el símbolo del País de la Tormenta sellado en él. Datsue sintió un cosquilleo en el estómago.
—Siéntate.
Minutos más tarde, agradecería aquella orden. De haberse mantenido en pie con lo que estaba a punto de oír, probablemente hubiese caído de culo. Y es que Hanabi, sin dilatarlo por un segundo, comenzó a leer el mensaje que había recibido.
No solo era un mensaje de Amekoro Yui, era un mensaje del karma, del pasado. Era el precio a pagar por unas fechorías hechas tiempo atrás. Eran las consecuencias de su insensatez. A medida que Hanabi hablaba, el rostro de Datsue iba mutando, como las facciones de un boxeador al recibir los golpes de su adversario. Primero, con la boca abierta, incrédulo al oír su nombre en el mensaje. Después, con la cara roja, al descubrir el motivo por el que estaba. Un sudor repentino e incómodo empezó a bajarle por la frente, los sobacos y la espalda. En un momento dado se dio cuenta de que seguía con la boca abierta y la cerró de golpe. En ese momento, su cara ya había pasado del rojo por el rubor a un azul enfermizo, de hipotermia severa.
Terminada su sentencia —Datsue la sintió como tal—, Hanabi le lanzó el pergamino, que fue a parar a su regazo. El Uchiha no tuvo ni fuerzas para pillarla al vuelo.
—¿Tienes algo que decir respecto a esto, Datsue? —La pregunta de Hanabi le cayó como la hoja de una guillotina.
Se llevó una mano al cuello del chaleco y tiró de él para dejar pasar el aire. De pronto tenía mucho calor.
—Y-yo… —Abrió y cerró la boca varias veces, sin saber qué decir. Por primera vez en mucho tiempo, Uchiha Datsue se había quedado sin palabras. Aquello le había pillado totalmente a contrapié. Se había creído a salvo de su fechoría, enterrada en el pasado. Jamás había creído posible que aquello llegaría a salpicarle. No de aquel modo. Pero claro, había pasado por alto algo importantísimo: el Byakugan de Daruu. «Soy imbécil… ¡Soy imbécil, joder!»—. Yo… soy… culpable —logró balbucear, con la boca seca y mirando a sus propias manos, sin atreverse a mantenerle la mirada a Hanabi. ¿Qué podía decir? ¿Excusarse? ¿Defender que había hecho todo aquello por un coito interrumpido? No si quería ver la luz del día siguiente. Quizá ni así la vería—. Yo... Lo… Sé que no sirve de nada, pero lo siento —Joder, ¡qué estúpido se sentía! ¿En qué hora se le había ocurrido semejante venganza? ¿Cómo se le había podido pasar por la cabeza involucrar a la mismísima Arashikage?—. Sellé esas dos técnicas a principios de año, y…
Y de perdidos al río.
—…y una tercera, Uzukage-sama. También a la kunoichi Aotsuki Ayame, en Otoño del año pasado. Un sello de rastreo, Uzukage-sama, tan invisible como un tensha fūin. Me sirve para localizar su posición si se encuentra relativamente cerca. Lo hice para poder encontrarla y así… —Joder, ¡qué mala pinta tenía aquello! ¡Se estaba defendiendo de pena! ¡Una cosa era aceptar sus crímenes y otra muy distinta tirarse de cabeza a la horca!—. ¡Por favor, deme la oportunidad de tratar de reparar el daño, Hanabi-sama! —exclamó, y fue el único momento en que se atrevió a alzar la mirada—. ¡Haré lo que sea! ¡Lo que sea! —suplicó.
Al entrar, Datsue estuvo a punto de hacer una de sus típicas y rimbombantes presentaciones, pero algo le detuvo. Se trataba del ambiente, tan tenso que le oprimía. Se trataba del rostro de su Uzukage, frío y duro como el hielo. Se trataba…
Se trataba del pergamino que sujetaba entre las manos, con el símbolo del País de la Tormenta sellado en él. Datsue sintió un cosquilleo en el estómago.
—Siéntate.
Minutos más tarde, agradecería aquella orden. De haberse mantenido en pie con lo que estaba a punto de oír, probablemente hubiese caído de culo. Y es que Hanabi, sin dilatarlo por un segundo, comenzó a leer el mensaje que había recibido.
No solo era un mensaje de Amekoro Yui, era un mensaje del karma, del pasado. Era el precio a pagar por unas fechorías hechas tiempo atrás. Eran las consecuencias de su insensatez. A medida que Hanabi hablaba, el rostro de Datsue iba mutando, como las facciones de un boxeador al recibir los golpes de su adversario. Primero, con la boca abierta, incrédulo al oír su nombre en el mensaje. Después, con la cara roja, al descubrir el motivo por el que estaba. Un sudor repentino e incómodo empezó a bajarle por la frente, los sobacos y la espalda. En un momento dado se dio cuenta de que seguía con la boca abierta y la cerró de golpe. En ese momento, su cara ya había pasado del rojo por el rubor a un azul enfermizo, de hipotermia severa.
Terminada su sentencia —Datsue la sintió como tal—, Hanabi le lanzó el pergamino, que fue a parar a su regazo. El Uchiha no tuvo ni fuerzas para pillarla al vuelo.
—¿Tienes algo que decir respecto a esto, Datsue? —La pregunta de Hanabi le cayó como la hoja de una guillotina.
Se llevó una mano al cuello del chaleco y tiró de él para dejar pasar el aire. De pronto tenía mucho calor.
—Y-yo… —Abrió y cerró la boca varias veces, sin saber qué decir. Por primera vez en mucho tiempo, Uchiha Datsue se había quedado sin palabras. Aquello le había pillado totalmente a contrapié. Se había creído a salvo de su fechoría, enterrada en el pasado. Jamás había creído posible que aquello llegaría a salpicarle. No de aquel modo. Pero claro, había pasado por alto algo importantísimo: el Byakugan de Daruu. «Soy imbécil… ¡Soy imbécil, joder!»—. Yo… soy… culpable —logró balbucear, con la boca seca y mirando a sus propias manos, sin atreverse a mantenerle la mirada a Hanabi. ¿Qué podía decir? ¿Excusarse? ¿Defender que había hecho todo aquello por un coito interrumpido? No si quería ver la luz del día siguiente. Quizá ni así la vería—. Yo... Lo… Sé que no sirve de nada, pero lo siento —Joder, ¡qué estúpido se sentía! ¿En qué hora se le había ocurrido semejante venganza? ¿Cómo se le había podido pasar por la cabeza involucrar a la mismísima Arashikage?—. Sellé esas dos técnicas a principios de año, y…
Y de perdidos al río.
—…y una tercera, Uzukage-sama. También a la kunoichi Aotsuki Ayame, en Otoño del año pasado. Un sello de rastreo, Uzukage-sama, tan invisible como un tensha fūin. Me sirve para localizar su posición si se encuentra relativamente cerca. Lo hice para poder encontrarla y así… —Joder, ¡qué mala pinta tenía aquello! ¡Se estaba defendiendo de pena! ¡Una cosa era aceptar sus crímenes y otra muy distinta tirarse de cabeza a la horca!—. ¡Por favor, deme la oportunidad de tratar de reparar el daño, Hanabi-sama! —exclamó, y fue el único momento en que se atrevió a alzar la mirada—. ¡Haré lo que sea! ¡Lo que sea! —suplicó.
![[Imagen: ksQJqx9.png]](https://i.imgur.com/ksQJqx9.png)
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado