11/05/2018, 19:27
—Pero, ¿un sello de rastreo para qué? Pero Datsue, ¡Pero joder, Datsue, para poder encontrarla para qué! ¡Oportunidad de qué, de qué me estás hablando!
Excusas, excusas, excusas. Antaño le salían de manera natural, de forma tan inconsciente como el mero hecho de respirar. Las escupía de todos los tamaños, formas y colores que uno se pudiese imaginar, y lo hacía sin el más mínimo esfuerzo. En aquella ocasión, en cambio, con la ropa pegada a su piel por el sudor, el Uchiha rezaba por poder invocar aunque solo fuese una, mínimamente decente.
El Kuchiyose no funcionó.
—¿Tú sabes el problema diplomático en el que nos acabas de meter, pedazo de zoque...!
¡Lo sabía, joder, lo sabía! ¡Era un inconsciente, pero no…!
—¿Qué? —dijeron Datsue y el Uzukage al unísono, al percibir un brillo en el pergamino recién abierto. Y entonces...
¡Fuaaashhh! El sonido de las fauces de Susano’o abriéndose.
¡Crash! El mundo a su alrededor cediendo ante su furia.
¡Plop! Los restos de escombro desmoronándose tras su paso. Esos eran Datsue y Hanabi. Más concretamente Datsue, que se encontraba en el suelo del puente tosiendo agua y con el cuerpo dolorido de cabeza a los pies. Le ardían los pulmones y tenía ganas de vomitar. Mareado, apenas pudo medio erguirse , mientras oía gritos, chillidos, palabras…
Una frase se sobrepuso sobre el resto, como un trueno haría sobre el silencio.
—Tu placa de jōnin. Ahora.
Datsue balbuceó como un bebé haría cuando su madre le pide su juguete más preciado. ¿Tan pronto iba a perder su placa? ¡Apenas le había dado uso! Ni siquiera le había dado tiempo a ir a pedir su regalo de ascenso a sus compañeros de promoción. Ni a ser sensei de ningún chavalín. Ni a hacer una misión de rango alto. Ni a nada, a absolutamente nada.
Como un condenado atando su propia soga, Uchiha Datsue se desanudó la bandana con la placa identificativa y se la entregó, sintiendo un pinchazo en el pecho. Aquel gesto le dolió más de lo que nunca hubiese creído. Se había equivocado, y ahora, al perderla, lo sabía. Aquella placa significaba mucho más que la posibilidad de hacer misiones de mayor recompensa. Significaba mucho más que las puertas que se le abrían para hacer más negocios. Aquella placa era más que aquello. Era…
… respeto. El respeto que sus compatriotas le tenían por el mero hecho de tenerla. La admiración, de los más pequeños, e incluso el sueño de algún día ser como él. Era el prestigio, era la trascendencia, era la influencia… y ahora todo estaba perdido. Tan fácil como perder un simple trozo de acero. Y todo por culpa de…
«Ayame». Sí, era más fácil echarle la culpa a otro que asumir toda la responsabilidad.
Excusas, excusas, excusas. Antaño le salían de manera natural, de forma tan inconsciente como el mero hecho de respirar. Las escupía de todos los tamaños, formas y colores que uno se pudiese imaginar, y lo hacía sin el más mínimo esfuerzo. En aquella ocasión, en cambio, con la ropa pegada a su piel por el sudor, el Uchiha rezaba por poder invocar aunque solo fuese una, mínimamente decente.
El Kuchiyose no funcionó.
—¿Tú sabes el problema diplomático en el que nos acabas de meter, pedazo de zoque...!
¡Lo sabía, joder, lo sabía! ¡Era un inconsciente, pero no…!
—¿Qué? —dijeron Datsue y el Uzukage al unísono, al percibir un brillo en el pergamino recién abierto. Y entonces...
¡Fuaaashhh! El sonido de las fauces de Susano’o abriéndose.
¡Crash! El mundo a su alrededor cediendo ante su furia.
¡Plop! Los restos de escombro desmoronándose tras su paso. Esos eran Datsue y Hanabi. Más concretamente Datsue, que se encontraba en el suelo del puente tosiendo agua y con el cuerpo dolorido de cabeza a los pies. Le ardían los pulmones y tenía ganas de vomitar. Mareado, apenas pudo medio erguirse , mientras oía gritos, chillidos, palabras…
Una frase se sobrepuso sobre el resto, como un trueno haría sobre el silencio.
—Tu placa de jōnin. Ahora.
Datsue balbuceó como un bebé haría cuando su madre le pide su juguete más preciado. ¿Tan pronto iba a perder su placa? ¡Apenas le había dado uso! Ni siquiera le había dado tiempo a ir a pedir su regalo de ascenso a sus compañeros de promoción. Ni a ser sensei de ningún chavalín. Ni a hacer una misión de rango alto. Ni a nada, a absolutamente nada.
Como un condenado atando su propia soga, Uchiha Datsue se desanudó la bandana con la placa identificativa y se la entregó, sintiendo un pinchazo en el pecho. Aquel gesto le dolió más de lo que nunca hubiese creído. Se había equivocado, y ahora, al perderla, lo sabía. Aquella placa significaba mucho más que la posibilidad de hacer misiones de mayor recompensa. Significaba mucho más que las puertas que se le abrían para hacer más negocios. Aquella placa era más que aquello. Era…
… respeto. El respeto que sus compatriotas le tenían por el mero hecho de tenerla. La admiración, de los más pequeños, e incluso el sueño de algún día ser como él. Era el prestigio, era la trascendencia, era la influencia… y ahora todo estaba perdido. Tan fácil como perder un simple trozo de acero. Y todo por culpa de…
«Ayame». Sí, era más fácil echarle la culpa a otro que asumir toda la responsabilidad.
![[Imagen: ksQJqx9.png]](https://i.imgur.com/ksQJqx9.png)
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado