13/05/2018, 17:44
... Y con ese Sharingan, además.
El Sharingan, claro.
Él también padeció esos ojos, y hubo estado en ambos lados de la balanza. Desde gozar de los beneficios que aquel dōjutsu otorgaba a sus usuarios durante aquel misterioso viaje que les llevó hasta la lejana Isla Monotonía hasta enfrentar la estrepitosa ventaja estratégica que aquel poder les confería, mientras luchaba contra Akame en el torneo de los Dojos, quien además, también le había vencido sin inmutarse siquiera un poco. Aquello le dolía, era una espina que tenía clavada en el cuerpo, aunque no por ello sentía rencor.
Después de todo, ambos eran buenos chavales. O... eso creía.
—Te voy a ser sincera, Kaido-san. Necesitaba hablar esto contigo porque cuando me encontré con él, él me habló de ti. Y no fue algo precisamente... agradable.
De más está decir que quien conociera a Uchiha Datsue, podría discernir fácilmente un par de cosas, que sine qua non, formaban parte de su naturaleza y conducta. Una de ellas era que, lo que bien tenía de intrépido el muy capullo también lo tenía de hablador y charlatán, y quizás el músculo que usaba con mayor destreza era el de su lengua. Una que apenas comenzaba a parlotear y se encasquetaba en una historia, no se detendría hasta obtener el resultado deseado a los oídos necios que habían caído en la trampa mortal de escucharle.
—Mira, si algo tiene Datsue, es que le encanta hablar. Adora pregonarse y así también calentarte el oído con absurdos en el proceso. Es normal que a veces se le vaya la olla —comentó, sincero. No enervado, aún, aunque visiblemente curioso por lo que le había contado el Uchiha a Ayame sobre él. La miró fijamente y enarcó una ceja—. pero bueno, ¿qué ha sido eso tan poco agradable que te ha contado el hijoputa?
El Sharingan, claro.
Él también padeció esos ojos, y hubo estado en ambos lados de la balanza. Desde gozar de los beneficios que aquel dōjutsu otorgaba a sus usuarios durante aquel misterioso viaje que les llevó hasta la lejana Isla Monotonía hasta enfrentar la estrepitosa ventaja estratégica que aquel poder les confería, mientras luchaba contra Akame en el torneo de los Dojos, quien además, también le había vencido sin inmutarse siquiera un poco. Aquello le dolía, era una espina que tenía clavada en el cuerpo, aunque no por ello sentía rencor.
Después de todo, ambos eran buenos chavales. O... eso creía.
—Te voy a ser sincera, Kaido-san. Necesitaba hablar esto contigo porque cuando me encontré con él, él me habló de ti. Y no fue algo precisamente... agradable.
De más está decir que quien conociera a Uchiha Datsue, podría discernir fácilmente un par de cosas, que sine qua non, formaban parte de su naturaleza y conducta. Una de ellas era que, lo que bien tenía de intrépido el muy capullo también lo tenía de hablador y charlatán, y quizás el músculo que usaba con mayor destreza era el de su lengua. Una que apenas comenzaba a parlotear y se encasquetaba en una historia, no se detendría hasta obtener el resultado deseado a los oídos necios que habían caído en la trampa mortal de escucharle.
—Mira, si algo tiene Datsue, es que le encanta hablar. Adora pregonarse y así también calentarte el oído con absurdos en el proceso. Es normal que a veces se le vaya la olla —comentó, sincero. No enervado, aún, aunque visiblemente curioso por lo que le había contado el Uchiha a Ayame sobre él. La miró fijamente y enarcó una ceja—. pero bueno, ¿qué ha sido eso tan poco agradable que te ha contado el hijoputa?