14/05/2018, 12:06
La cara de Daruu se descompuso a cámara lenta en un profundo gesto de horror.
—¡No, Ayame, n...!
Pero, desgraciadamente, la advertencia no llegó a tiempo.
El triángulo de maíz se partió entre sus dientes con un sonoro crujido. Y el sabor de la salsa de yogur y el queso volvió a inundar su paladar con la delicia de una amante. Pero había algo más. Un sabor hasta ahora desconocido. Un sabor que se alzó sobre todos los demás, eclipsándolos, y abrasando su garganta con la furia del fuego de un dragón embravecido. Ayame cerró los ojos con fuerza, con las mejillas tan encendidas como su boca, pero nada evitó que las lágrimas corrieran por sus mejillas. Soltó los restos del triángulo en su plato y comenzó a agitar las manos de forma alarmante.
Si abría la boca, estaba segura de que descubriría que acababa de dominar el Katon.
—¡A...! ¡Ag...!
Con la desesperación de un náufrago que ha pasado una semana en alta mar, Ayame se abalanzó sobre su vaso de agua y se bebió su contenido de una sola sentada. Y aún con esas no logró librarse de todo el picor que aún hormigueaba en su lengua.
—¡Picapicapicapica...! —gimoteaba, cogiendo la jarra de agua que le habían puesto y volviendo a llenarse el vaso todo lo deprisa que sus manos y sus ojos llorosos le permitían.
Volvió a beber con todo el ansia del mundo. Y entonces dejó el vaso sobre la mesa...
Apoyó los brazos en la mesa y escondió la cabeza entre ellos...
Que estalló súbitamente en agua humeante.
—¡No, Ayame, n...!
Pero, desgraciadamente, la advertencia no llegó a tiempo.
El triángulo de maíz se partió entre sus dientes con un sonoro crujido. Y el sabor de la salsa de yogur y el queso volvió a inundar su paladar con la delicia de una amante. Pero había algo más. Un sabor hasta ahora desconocido. Un sabor que se alzó sobre todos los demás, eclipsándolos, y abrasando su garganta con la furia del fuego de un dragón embravecido. Ayame cerró los ojos con fuerza, con las mejillas tan encendidas como su boca, pero nada evitó que las lágrimas corrieran por sus mejillas. Soltó los restos del triángulo en su plato y comenzó a agitar las manos de forma alarmante.
Si abría la boca, estaba segura de que descubriría que acababa de dominar el Katon.
—¡A...! ¡Ag...!
Con la desesperación de un náufrago que ha pasado una semana en alta mar, Ayame se abalanzó sobre su vaso de agua y se bebió su contenido de una sola sentada. Y aún con esas no logró librarse de todo el picor que aún hormigueaba en su lengua.
—¡Picapicapicapica...! —gimoteaba, cogiendo la jarra de agua que le habían puesto y volviendo a llenarse el vaso todo lo deprisa que sus manos y sus ojos llorosos le permitían.
Volvió a beber con todo el ansia del mundo. Y entonces dejó el vaso sobre la mesa...
Apoyó los brazos en la mesa y escondió la cabeza entre ellos...
Que estalló súbitamente en agua humeante.