14/05/2018, 14:40
Con aquella última exclamación, Datsue dio un brinco en el sitio del susto y no tardó ni un segundo en obedecer la orden. Cojeando visiblemente —porque se había golpeado el tobillo con alguna roca suelta o escombro durante su caída—, dejó a su placa dorada, a su Uzukage, y al poco honor y respeto que se había ganado desde su ascenso a jōnin.
Con los hombros caídos y arrastrando los pies, recorrió la Villa con la cabeza en mil sitios distintos. Lo había intentado, los Dioses sabían que lo había intentado. Desde el momento en que se había puesto aquella placa dorada, había tratado de ser un ninja modélico. Había reducido a la excepción sus presentaciones rimbombantes, se había apartado en lo posible de negocios ajenos a la Villa. Se había tratado de comportar, de honrar su rango. ¿Y para qué había servido? Para nada.
En el fondo, sabía que era su culpa. Jamás tendría que haber implicado a la Arashikage en su venganza. Su error no fue vengarse, su error fue vengarse con una táctica claramente desacertada. Tampoco tenía que haber implicado a Daruu. Ni a Kaido. Aquello tendría que haberse quedado entre Ayame y él. «Ayame…»
Apretó los puños, y unas gotas de sangre se escurrieron desde las palmas de sus manos al suelo. Sus actos había dejado en evidencia a su Villa y a su Kage, hasta un punto en el que, en aquel momento, ni siquiera llegaba a imaginar. Y, por el camino, lo había perdido todo.
Se detuvo. Qué estúpido era. Hacía tan solo unos instantes, se había creído que su pérdida se basaba en honor, respeto, admiración y un poder de influencia mayor. Pero entonces, lo recordó. No, él había perdido mucho más que eso. Había perdido una oportunidad. Una oportunidad de rescatar a Aiko por la vía diplomática.
Como jōnin, y con unos amigos tan valiosos como lo podían ser Daruu o Kaido, la posibilidad de negociar era factible. Esperanzadora. Ahora, como genin degradado, sin la confianza de su propio Kage y, ni mucho menos, sus antiguos amigos, ¿qué puente cordial podría él tejer hacia Amegakure?
Las palabras de Hanabi resonaron en su cabeza. No era una advertencia que tomase a la ligera. Sabía que, una más, y su pescuezo correría peligro. Literalmente, por mucho que fuese jinchūriki y un Hermano del Desierto. Sintió una fuerte presión en el pecho y reprimió las ganas de llorar…
Una tontería era lo único que podía salvar a Aiko.
Muchas horas más tarde, tan de noche que se estaba más cerca del amanecer que del atardecer, Uchiha Datsue pasó una nota por debajo de una puerta. ¿Qué decía aquella nota? Una simple frase: Valle del Fin. ¿A quién iba dirigida? Al único al que podía ir. A un amigo. A un compadre.
A Uchiha Akame de Uzushiogakure no Sato.
Con los hombros caídos y arrastrando los pies, recorrió la Villa con la cabeza en mil sitios distintos. Lo había intentado, los Dioses sabían que lo había intentado. Desde el momento en que se había puesto aquella placa dorada, había tratado de ser un ninja modélico. Había reducido a la excepción sus presentaciones rimbombantes, se había apartado en lo posible de negocios ajenos a la Villa. Se había tratado de comportar, de honrar su rango. ¿Y para qué había servido? Para nada.
En el fondo, sabía que era su culpa. Jamás tendría que haber implicado a la Arashikage en su venganza. Su error no fue vengarse, su error fue vengarse con una táctica claramente desacertada. Tampoco tenía que haber implicado a Daruu. Ni a Kaido. Aquello tendría que haberse quedado entre Ayame y él. «Ayame…»
Apretó los puños, y unas gotas de sangre se escurrieron desde las palmas de sus manos al suelo. Sus actos había dejado en evidencia a su Villa y a su Kage, hasta un punto en el que, en aquel momento, ni siquiera llegaba a imaginar. Y, por el camino, lo había perdido todo.
Se detuvo. Qué estúpido era. Hacía tan solo unos instantes, se había creído que su pérdida se basaba en honor, respeto, admiración y un poder de influencia mayor. Pero entonces, lo recordó. No, él había perdido mucho más que eso. Había perdido una oportunidad. Una oportunidad de rescatar a Aiko por la vía diplomática.
Como jōnin, y con unos amigos tan valiosos como lo podían ser Daruu o Kaido, la posibilidad de negociar era factible. Esperanzadora. Ahora, como genin degradado, sin la confianza de su propio Kage y, ni mucho menos, sus antiguos amigos, ¿qué puente cordial podría él tejer hacia Amegakure?
«Estas tonterías tienen que cesar.»
Las palabras de Hanabi resonaron en su cabeza. No era una advertencia que tomase a la ligera. Sabía que, una más, y su pescuezo correría peligro. Literalmente, por mucho que fuese jinchūriki y un Hermano del Desierto. Sintió una fuerte presión en el pecho y reprimió las ganas de llorar…
Una tontería era lo único que podía salvar a Aiko.
• • •
Muchas horas más tarde, tan de noche que se estaba más cerca del amanecer que del atardecer, Uchiha Datsue pasó una nota por debajo de una puerta. ¿Qué decía aquella nota? Una simple frase: Valle del Fin. ¿A quién iba dirigida? Al único al que podía ir. A un amigo. A un compadre.
A Uchiha Akame de Uzushiogakure no Sato.
![[Imagen: ksQJqx9.png]](https://i.imgur.com/ksQJqx9.png)
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado