14/05/2018, 18:49
(Última modificación: 15/05/2018, 17:26 por Uchiha Akame.)
—Lo mismo digo, socio —respondió el Uchiha con voz seca.
Akame ya había dejado la mochila apoyada en el tronco del árbol bajo cuya sombra se cobijaban ambos ninjas cuando el amejin le sugirió que, para entrenar, se acercasen un poco más al gran Árbol Sagrado. El jōnin meditó unos segundos, pero acabó accediendo antes de volver a colgarse el petate y echar a andar hacia la parte del lago donde se podía cruzar para llegar al lugar sagrado.
—Yo también estoy ansioso por comenzar el entrenamiento —admitió—. Me apasiona enfrentarme a otros ninjas, sobre todo si son extranjeros. Hay tantos estilos de combate, tantos jutsus, tantas cosas por aprender...
No lo decía en balde, aunque Karamaru no supiera hasta qué punto.
Así, el Uchiha acabó por detenerse en el claro formado por el hueco que había entre dos enormes raíces del Árbol Sagrado. Se tomó unos momentos para admirar aquella maravilla de la naturaleza; las raíces se extendían por la tierra como los tentáculos de un dios sepultado, con un tamaño y robustez que Akame jamás había visto en ningún otro ser vivo de Oonindo. «Es ciertamente impresionante...»
En los alrededores ya habían visto a otros grupos de ninja entrenando, pero allí, en ese pequeño claro, estaban solos. El jōnin dejó su mochila junto a una de las raíces y se colocó en el centro del improvisado campo de batalla, que debía medir unos treinta metros de diámetro. Luego caminó unos cuantos pasos, hasta situarse a cinco metros del punto central, y esperó a que Karamaru hiciera lo mismo en sentido inverso.
De ese modo ambos quedarían a diez metros el uno del otro.
—Cuando quieras, Karamaru-san —anunció Akame, formando el Sello de la Confrontación y activando su Sharingan de Tres Aspas.
Akame ya había dejado la mochila apoyada en el tronco del árbol bajo cuya sombra se cobijaban ambos ninjas cuando el amejin le sugirió que, para entrenar, se acercasen un poco más al gran Árbol Sagrado. El jōnin meditó unos segundos, pero acabó accediendo antes de volver a colgarse el petate y echar a andar hacia la parte del lago donde se podía cruzar para llegar al lugar sagrado.
—Yo también estoy ansioso por comenzar el entrenamiento —admitió—. Me apasiona enfrentarme a otros ninjas, sobre todo si son extranjeros. Hay tantos estilos de combate, tantos jutsus, tantas cosas por aprender...
No lo decía en balde, aunque Karamaru no supiera hasta qué punto.
Así, el Uchiha acabó por detenerse en el claro formado por el hueco que había entre dos enormes raíces del Árbol Sagrado. Se tomó unos momentos para admirar aquella maravilla de la naturaleza; las raíces se extendían por la tierra como los tentáculos de un dios sepultado, con un tamaño y robustez que Akame jamás había visto en ningún otro ser vivo de Oonindo. «Es ciertamente impresionante...»
En los alrededores ya habían visto a otros grupos de ninja entrenando, pero allí, en ese pequeño claro, estaban solos. El jōnin dejó su mochila junto a una de las raíces y se colocó en el centro del improvisado campo de batalla, que debía medir unos treinta metros de diámetro. Luego caminó unos cuantos pasos, hasta situarse a cinco metros del punto central, y esperó a que Karamaru hiciera lo mismo en sentido inverso.
De ese modo ambos quedarían a diez metros el uno del otro.
—Cuando quieras, Karamaru-san —anunció Akame, formando el Sello de la Confrontación y activando su Sharingan de Tres Aspas.