15/05/2018, 12:40
—Claro que no. Que ha sido todo un burdo invento de esa maldita sabandija uzureña. Pero la venganza se sirve fría, Ayame, y tú tendrás el honor de ver el cómo lucía Datsue poco antes de que le deforme la cara a puñetazos. Es que ni su puto Uzukage le va a reconocer, y que Ame no Kami me parta con un rayo sino.
Ayame tensó todos los músculos del cuerpo, alarmada.
—¡Espera, espera! ¡Si haces algo así podrías ocasionar una guerra entre las dos aldeas! —exclamó, agitando las manos en el aire.
Pero tenía la ligera sospecha de que, dijera lo que dijera, no serviría de nada. Kaido se había convertido en El Tiburón que realmente era, y todo su ser vibraba ante el olor de la sangre del Uchiha. Quería venganza, y no pararía hasta conseguirla... Y en aquel momento, Ayame temió haberse equivocado al habérselo contado...
«Ay, maldita sea...»
—Y tú, me decepcionas. ¿Cómo puedes creerle a un ninja de otra aldea esa mierda, eh? ¿En tan mala estima me tienes, joder? ¡a mí! que te fui a salvar a donde los Kajitsu —Kaido bajó la voz súbitamente en las últimas sílabas. Pero terminó por suspirar de nuevo cuando Ayame volvió a encogerse sobre sí misma—: No, está bien. No es tu culpa. Ese hijo de perra es un experto diciéndote lo que quieres oír. Y lo que no también, lo que le convierte en un tipo peligroso.
—No... tienes razón, ¡lo siento muchísimo! —murmuró ella, con un hilo de voz e inclinando el cuerpo en una profunda reverencia, sintiéndose terriblemente culpable—. No quería creerle, pero... ¡parecía tan convencido cuando me lo dijo...! Si es que mi padre tiene razón, me lo creo absolutamente todo...
Pero cuando se reincorporó, aún seguía con la cabeza gacha. Por un momento se le pasó por la cabeza qué habría pasado Datsue le hubiese contado aquel mismo rumor sobre Daruu en lugar de Kaido. ¿Se lo habría creído también? ¿Habría terminado discutiendo por él? ¿Habrían podido llegar a... romper su relación?
«Esa maldita sabandija es un verdadero peligro...» Pensó, repitiendo las palabras de Kaido en su mente mientras apretaba las mandíbulas con rabia. Su hermano le había advertido que no se dejara tocar más por él, pero además había descubierto que no debía escuchar sus palabras emponzoñadas con el veneno de la mentira.
Ni tampoco debía mirarle a los ojos...
—Dijiste que te ha hecho cosas malas. ¿Qué cosas, Ayame? —le preguntó Kaido, y Ayame no pudo sino soltar una seca carcajada cargada de amargura.
—¿Qué no me ha hecho? Esa sería una pregunta más acertada —replicó, apretando los puños. Y entonces alzó una mano—. Selló una bola de fuego en Daruu-kun para que me la disparara a bocajarro —Enumeró, extendiendo el dedo índice—. ¡A mí me selló una técnica para que me transformara en una versión caricaturizada y burlesca de Yui-sama cuando me cruzara con ella! ¡¡Casi me mata al creer que me estaba atreviendo a faltarle el respeto de aquella manera!! —Extendió el dedo corazón—. Y por último... —añadió entre dientes y los ojos peligrosamente entrecerrados, mientras alzaba el dedo anular—. ¡¡¡Me contaminó!!! ¡¡¡A mí, que soy El Agua!!! ¡¡¡Me engañó para que le diera una calada a un cigarro que había transformado de alguna manera en un estúpido brick de zumo!!!
Ayame tensó todos los músculos del cuerpo, alarmada.
—¡Espera, espera! ¡Si haces algo así podrías ocasionar una guerra entre las dos aldeas! —exclamó, agitando las manos en el aire.
Pero tenía la ligera sospecha de que, dijera lo que dijera, no serviría de nada. Kaido se había convertido en El Tiburón que realmente era, y todo su ser vibraba ante el olor de la sangre del Uchiha. Quería venganza, y no pararía hasta conseguirla... Y en aquel momento, Ayame temió haberse equivocado al habérselo contado...
«Ay, maldita sea...»
—Y tú, me decepcionas. ¿Cómo puedes creerle a un ninja de otra aldea esa mierda, eh? ¿En tan mala estima me tienes, joder? ¡a mí! que te fui a salvar a donde los Kajitsu —Kaido bajó la voz súbitamente en las últimas sílabas. Pero terminó por suspirar de nuevo cuando Ayame volvió a encogerse sobre sí misma—: No, está bien. No es tu culpa. Ese hijo de perra es un experto diciéndote lo que quieres oír. Y lo que no también, lo que le convierte en un tipo peligroso.
—No... tienes razón, ¡lo siento muchísimo! —murmuró ella, con un hilo de voz e inclinando el cuerpo en una profunda reverencia, sintiéndose terriblemente culpable—. No quería creerle, pero... ¡parecía tan convencido cuando me lo dijo...! Si es que mi padre tiene razón, me lo creo absolutamente todo...
Pero cuando se reincorporó, aún seguía con la cabeza gacha. Por un momento se le pasó por la cabeza qué habría pasado Datsue le hubiese contado aquel mismo rumor sobre Daruu en lugar de Kaido. ¿Se lo habría creído también? ¿Habría terminado discutiendo por él? ¿Habrían podido llegar a... romper su relación?
«Esa maldita sabandija es un verdadero peligro...» Pensó, repitiendo las palabras de Kaido en su mente mientras apretaba las mandíbulas con rabia. Su hermano le había advertido que no se dejara tocar más por él, pero además había descubierto que no debía escuchar sus palabras emponzoñadas con el veneno de la mentira.
Ni tampoco debía mirarle a los ojos...
—Dijiste que te ha hecho cosas malas. ¿Qué cosas, Ayame? —le preguntó Kaido, y Ayame no pudo sino soltar una seca carcajada cargada de amargura.
—¿Qué no me ha hecho? Esa sería una pregunta más acertada —replicó, apretando los puños. Y entonces alzó una mano—. Selló una bola de fuego en Daruu-kun para que me la disparara a bocajarro —Enumeró, extendiendo el dedo índice—. ¡A mí me selló una técnica para que me transformara en una versión caricaturizada y burlesca de Yui-sama cuando me cruzara con ella! ¡¡Casi me mata al creer que me estaba atreviendo a faltarle el respeto de aquella manera!! —Extendió el dedo corazón—. Y por último... —añadió entre dientes y los ojos peligrosamente entrecerrados, mientras alzaba el dedo anular—. ¡¡¡Me contaminó!!! ¡¡¡A mí, que soy El Agua!!! ¡¡¡Me engañó para que le diera una calada a un cigarro que había transformado de alguna manera en un estúpido brick de zumo!!!