16/05/2018, 14:47
Una pregunta inocente y bienintencionada, casual, que para el Uchiha tenía mucha más tela que cortar de lo que parecía a simple vista. Todo había empezado mucho tiempo atrás, en la Ribera del Norte, cuando había conocido a una muchachita llamada Anzu, que se convertiría en su socia. Así había empezado sus trapicheos a los siete años de edad.
En honor a la verdad, y pese a que desde que tenía uso de la razón le gustaba amontonar monedas y billetes, lo hacía para ayudar en casa. Para llenar la nevera de algo más que musarañas. Un día, no obstante, perdió a su socia. En la misma tarde, descubrió a su madre haciéndolo con otro que no era su padre. Despertó el Sharingan y, con ello, su corazón terminó de partirse. Ni su madre ni su padre eran ninjas, ni tenían relación alguna con el clan Uchiha. Pese a lo joven que era por aquel entonces, no le costó atar cabos: su padre era no su padre.
Todo un drama que el Uchiha no tenía ganas de contar. Días después de lo sucedido, Datsue se había fugado de casa con un hombre llamado Okane, un visionario de los negocios que incomprensiblemente estaba en quiebra. Juntos idearon un plan para hacerse ricos: Okane montaría una tienda de armas; y Datsue se haría ninja para conseguir a toda una Villa como clientela.
Un plan ridículo, ahora que se paraba a pensar, fruto de un joven demasiado optimista y frustrado al mismo tiempo. Luego, años más tarde, había sucedido lo que Riko ya sabía: consiguió la Marca del Hierro, y ahora tenía un trato con Soroku que le dejaba las armas a mitad de precio.
Suspiró. Sí, definitivamente iba a resumir la historia.
—A través de un amigo —respondió al fin—. Un amigo que hice en la Ribera del Norte, mi pueblo natal. —Riko era una de las pocas personas que ahora sabía su lugar de nacimiento—. Siempre me gustó estar involucrado en algún negocio, y el tipo se hizo una tienda de armas. Mi trato con él fue que yo le conseguía clientes, y él me dejaba las armas rebajadas. —Además de una pequeña comisión que se llevaba por cada compra de sus amigos. Pero, por mucho que se hubiese propuesto no mentir, una cosa era eso y otra muy distinta pasarse de sinceros—. Luego quise ampliar mercado, de ahí lo que pasó con Soroku y la Marca del Hierro. Ahora tenemos un curioso trato: él me deja las armas a un buen precio, y además fabrica en exclusiva para mí unas armas que diseñé yo mismo. De forma temporal, eso sí. ¡Ah! Y te va a encantar cuando lo veas, ya verás. El tipo pone mi firma a los aceros que me vende.
»Pero oye, ¡basta de hablar de mí! —protestó entonces—. ¿Qué me cuentas de ti? ¿Sigues viviendo con tu tía? ¿Te has echado novia? Al menos con alguna chica andarás tonteando, no me mientas.
En honor a la verdad, y pese a que desde que tenía uso de la razón le gustaba amontonar monedas y billetes, lo hacía para ayudar en casa. Para llenar la nevera de algo más que musarañas. Un día, no obstante, perdió a su socia. En la misma tarde, descubrió a su madre haciéndolo con otro que no era su padre. Despertó el Sharingan y, con ello, su corazón terminó de partirse. Ni su madre ni su padre eran ninjas, ni tenían relación alguna con el clan Uchiha. Pese a lo joven que era por aquel entonces, no le costó atar cabos: su padre era no su padre.
Todo un drama que el Uchiha no tenía ganas de contar. Días después de lo sucedido, Datsue se había fugado de casa con un hombre llamado Okane, un visionario de los negocios que incomprensiblemente estaba en quiebra. Juntos idearon un plan para hacerse ricos: Okane montaría una tienda de armas; y Datsue se haría ninja para conseguir a toda una Villa como clientela.
Un plan ridículo, ahora que se paraba a pensar, fruto de un joven demasiado optimista y frustrado al mismo tiempo. Luego, años más tarde, había sucedido lo que Riko ya sabía: consiguió la Marca del Hierro, y ahora tenía un trato con Soroku que le dejaba las armas a mitad de precio.
Suspiró. Sí, definitivamente iba a resumir la historia.
—A través de un amigo —respondió al fin—. Un amigo que hice en la Ribera del Norte, mi pueblo natal. —Riko era una de las pocas personas que ahora sabía su lugar de nacimiento—. Siempre me gustó estar involucrado en algún negocio, y el tipo se hizo una tienda de armas. Mi trato con él fue que yo le conseguía clientes, y él me dejaba las armas rebajadas. —Además de una pequeña comisión que se llevaba por cada compra de sus amigos. Pero, por mucho que se hubiese propuesto no mentir, una cosa era eso y otra muy distinta pasarse de sinceros—. Luego quise ampliar mercado, de ahí lo que pasó con Soroku y la Marca del Hierro. Ahora tenemos un curioso trato: él me deja las armas a un buen precio, y además fabrica en exclusiva para mí unas armas que diseñé yo mismo. De forma temporal, eso sí. ¡Ah! Y te va a encantar cuando lo veas, ya verás. El tipo pone mi firma a los aceros que me vende.
»Pero oye, ¡basta de hablar de mí! —protestó entonces—. ¿Qué me cuentas de ti? ¿Sigues viviendo con tu tía? ¿Te has echado novia? Al menos con alguna chica andarás tonteando, no me mientas.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado