16/05/2018, 16:53
(Última modificación: 16/05/2018, 17:22 por Uchiha Datsue.)
Entre los gorjeos de los mirlos y sus crías, la kunoichi decidió centrar sus esfuerzos en el musgo, impregnado en la base de la estatua. No en toda ella, dicho sea de paso, sino en el lado que estaba enfocado al Norte, el lateral izquierdo. Allí era donde más se concentraba y más afianzado estaba. No obstante, y pese a que al principio creyó que iba a sudar la gota gorda también para eliminar aquello, en cuanto le pilló el tranquillo fue coser y cantar.
Una vez eliminado, quedando limpio y reluciente, una nueva marca apareció —hasta entonces escondida bajo el propio musgo—. Una marca en forma de frase, imposible de limpiar, pues se había hecho tallando la propia piedra. Rayándola. Y la frase era…
¿Quién había escrito aquel mensaje? Por extraño que pudiese parecer, un amejin, animado por el mismo uzujin que había dejado caer ante su Uzukage que aquella estatua necesitaba una limpieza. Pero aquellos eran pormenores. Detalles que, lo más probable, Karma ni conocería ni estaría interesada en conocer.
Todavía le quedaba por limpiar los excrementos de los mirlos, distribuidos a lo largo del brazo derecho de la estatua.
Una vez eliminado, quedando limpio y reluciente, una nueva marca apareció —hasta entonces escondida bajo el propio musgo—. Una marca en forma de frase, imposible de limpiar, pues se había hecho tallando la propia piedra. Rayándola. Y la frase era…
En memoria de Uchiha Haskoz
¿Quién había escrito aquel mensaje? Por extraño que pudiese parecer, un amejin, animado por el mismo uzujin que había dejado caer ante su Uzukage que aquella estatua necesitaba una limpieza. Pero aquellos eran pormenores. Detalles que, lo más probable, Karma ni conocería ni estaría interesada en conocer.
Todavía le quedaba por limpiar los excrementos de los mirlos, distribuidos a lo largo del brazo derecho de la estatua.