17/05/2018, 15:10
Sus erráticos pasos les llevaron al Distrito Comercial. Y cuando se vieron rodeados por la marabunta de gente, que aún a esas horas de la noche todavía pululaban por la calle, se vieron obligados a agarrarse con fuerza de la mano y a juntarse todo lo que pudieron para evitar ser arrollados y arrastrados por la corriente.
Por eso, y buscando la tranquilidad de la noche, los dos muchachos giraron uno de los primeros recodos y dieron con una callejuela solitaria y más tranquila. Múltiples tiendas de figuritas la poblaban y, aunque todas estaban cerradas ya, la luz de los carteles de neón les dejaron cotillear su interior a través de los escaparates.
—Eh, mira. ¿Está no es Yui? —,dijo Daruu, y Ayame se sobresaltó al creer que se refería a la Arashikage en carne y hueso.
No pudo evitar soltar una carcajada cuando se encontró cara a cara con una pequeña figura, con más cabeza que cuerpo, que representaba una versión caricaturizada de la líder de la aldea.
—¡Sí es ella! —exclamó la muchacha, que después de todos los encontronazos que había tenido con ella le sería imposible no reconocerla.
—Esta tienda sigue abierta porque Yui no suele pasear mucho por esta calle, supongo —bromeó Daruu—. O puede que en realidad le gustase y tenga uno encima de la mesa del despacho.
—No lo sé... La última vez que estuve allí no estaba, desde luego... —admitió entre risas—. Lo único que sé es que a mí no me gustaría tenerla en mi cuarto...
Se volvió hacia él, sonriente, pero la sonrisa se congeló en su rostro cuando volvió a perderse en los ojos de Daruu, iluminados por las luces de neón que les rodeaban. Estaban solos, reparó entonces, completamente solos.
Y ella no había estado a solas con un chico nunca...
Por eso, y buscando la tranquilidad de la noche, los dos muchachos giraron uno de los primeros recodos y dieron con una callejuela solitaria y más tranquila. Múltiples tiendas de figuritas la poblaban y, aunque todas estaban cerradas ya, la luz de los carteles de neón les dejaron cotillear su interior a través de los escaparates.
—Eh, mira. ¿Está no es Yui? —,dijo Daruu, y Ayame se sobresaltó al creer que se refería a la Arashikage en carne y hueso.
No pudo evitar soltar una carcajada cuando se encontró cara a cara con una pequeña figura, con más cabeza que cuerpo, que representaba una versión caricaturizada de la líder de la aldea.
—¡Sí es ella! —exclamó la muchacha, que después de todos los encontronazos que había tenido con ella le sería imposible no reconocerla.
—Esta tienda sigue abierta porque Yui no suele pasear mucho por esta calle, supongo —bromeó Daruu—. O puede que en realidad le gustase y tenga uno encima de la mesa del despacho.
—No lo sé... La última vez que estuve allí no estaba, desde luego... —admitió entre risas—. Lo único que sé es que a mí no me gustaría tenerla en mi cuarto...
Se volvió hacia él, sonriente, pero la sonrisa se congeló en su rostro cuando volvió a perderse en los ojos de Daruu, iluminados por las luces de neón que les rodeaban. Estaban solos, reparó entonces, completamente solos.
Y ella no había estado a solas con un chico nunca...