17/05/2018, 16:51
Akame aguardó, paciente y observador, amparado por el jutsu que le hacía invisible al ojo de casi cualquier transeúte que pudiera pasar por el huerto. A los pocos momentos escuchó la voz de Datsue a través del comunicador; y lo que oyó no le gustó en absoluto.
—Joder, Datsue-kun, yo ya estoy apostado aquí. Si me muevo, perderé mi camuflaje.
Las palabras llegarían a su compadre, que en ese momento se encontraba pegando la oreja a la primera puerta sencilla del pasillo. Por suerte para él, el papel de arroz era sumamente fino —en aquel santuario no debían valorar mucho la privacidad— y se podía oír perfectamente lo que ocurría al otro lado. Que, en ese caso, era...
Un ronquido. O varios, más bien. Quien fuera que estuviese en aquella habitación, se encontraba durmiendo a pierna suelta. ¿Sería Makoto Masaru?
—Joder, Datsue-kun, yo ya estoy apostado aquí. Si me muevo, perderé mi camuflaje.
Las palabras llegarían a su compadre, que en ese momento se encontraba pegando la oreja a la primera puerta sencilla del pasillo. Por suerte para él, el papel de arroz era sumamente fino —en aquel santuario no debían valorar mucho la privacidad— y se podía oír perfectamente lo que ocurría al otro lado. Que, en ese caso, era...
Un ronquido. O varios, más bien. Quien fuera que estuviese en aquella habitación, se encontraba durmiendo a pierna suelta. ¿Sería Makoto Masaru?